Una nueva emergencia por cuenta de los deslizamientos de tierra se presentó en el sur del departamento de Nariño, exactamente en el municipio de Chachagüí. Semana conoció que sobre las 10:57 de la noche del pasado viernes, 13 de enero, se registraron al menos cuatro derrumbes debido a las fuertes precipitaciones.
Como consecuencia, la vía Panamericana, que conduce de Pasto a esa municipalidad, se encuentra afectada en los kilómetros 21 y 23, sectores Palma Alto y Hatoviejo, respectivamente.
La preocupación se concentra porque ese corredor es el que conduce al aeropuerto Antonio Nariño, ubicado en Chachagüí, y el cual presta sus servicios a la capital de Nariño y el departamento en general.
Desde tempranas horas de este sábado, 14 de enero, se reportaron traumatismos en la movilidad. Por más de 10 horas la vía permaneció completamente cerrada y las personas se vieron obligadas a cruzar el derrumbe a pie y del otro lado se embarcaban en vehículos que los transportan hacia sus destinos.
De hecho, Semana conoció que los vuelos se encuentran retrasados porque, al parecer, varios funcionarios y trabajadores de la terminal aérea se vieron perjudicados con los bloqueos y trancones.
Sobre las 10:30 de la mañana, una maquinaria de la Gobernación hizo presencia en la zona y se logró habilitar la vía a un carril, mientras se interviene el resto del corredor.
¿Qué dice el Invías?
A través de las redes sociales, los críticos arremetieron contra el Instituto Nacional de Vías (Invías) porque, supuestamente, no estuvieron presente en la emergencia, por lo que la Gobernación de Nariño tuvo que hacerse cargo.
Sin embargo, Semana consultó con esa entidad y desde el Invías reiteraron que se encuentran trabajando en los estudios para la construcción de una variante de 1,8 kilómetros que permitiría conectar a Nariño con el centro del país.
Juan Diego Alvira en Nariño, tras derrumbe en Rosas, Cauca. Así narra la odisea.
Por ironías e injusticias de la vida, dos humildes abuelos pastusos vivieron con tremenda amargura la experiencia de montar por primera vez en avión. A ellos les tocó pagar un ojo de la cara por los tiquetes aéreos desde Medellín hasta Pasto, debido al derrumbe en Rosas, Cauca, que desde hace una semana aisló por completo al sur del país. “Nos tocó sacar de donde no teníamos para pagar más de 700.000 pesos por los tiquetes aéreos y un solo trayecto. En bus nos costaba 130.000 pesos”, dice don Antonio, resignado.
Mientras tanto, la terminal de transportes terrestre de la capital nariñense parece más un campo de refugiados que un lugar decente para tomar un bus intermunicipal. Allí, me encuentro con una escena que a cualquiera le desgarra el corazón: una mujer amamantando a su bebé, de apenas un mes de nacida, en una precaria cama acolchonada por maletas. Ella, junto con su esposo y la mascota Peluche, esperan encontrar transporte hacia Cali. “Se nos está acabando la plata. Esto es un abuso, un pasaje que valía 60.000 pesos cuesta ahora 160.000″, cuenta Mariano. En medio del caos hay grupos de venezolanos y hasta haitianos que quedaron atrapados.
En otro lugar, donde también se ven insoportables esperas, es en los alrededores de las estaciones de gasolina. Jairo, un taxista de 50 años, al igual que los 320.000 conductores de carros y motos de la ciudad, hace una eterna fila desde la noche anterior para poder tanquear.
Por estos días, los nariñenses están atrapados entre tratar de sobrevivir el día a día, mientras al mismo tiempo se preparan para una crisis económica inminente. De las 49 bombas de gasolina, hubo que cerrar 32. Como si fuera poco, fue necesario establecer límites para las tanqueadas.
“Los carros únicamente pueden poner máximo 30.000 pesos de gasolina y las motos, 10.000 pesos. Está escaseando el combustible. Lo poco que logramos traer viene del puerto de Tumaco, pero no da abasto”, asegura el alcalde encargado, Carlos Bastidas. Los ciudadanos también empiezan a sufrir por la escasez de gas, de insumos para los cultivos y de materiales para la construcción, como el cemento. Todo ha empezado a encarecerse. Mejor dicho, en cierto modo, no se pudo empezar peor el año. De un momento a otro, se pasó de la fiesta del Carnaval de Blancos y Negros a una calamidad masiva. Cientos de turistas que vinieron a disfrutar de la tradicional fiesta quedaron varados entre los trancones y la indolencia.