La presencia de los cazadores de guacas advirtió que no era una más de las 40 propiedades que conforman la exclusiva urbanización La Vuelta del Río, en los límites rurales entre Cota y Chía. Llegaron hasta allí endulzados por el rumor de que el dueño de ese predio abandonado, al que las autoridades señalaban como un multimillonario narcotraficante, habría enterrado parte de su fortuna, calculada por encima de los 35.000 millones de pesos. Lo que los guaqueros no sospechaban es que la casa que estaban destruyendo era un tesoro más grande que el que buscaban: una obra del arquitecto más importante en la historia de Colombia.Rogelio Salmona y la arquitecta María Elvira Madriñán, su esposa, quedaron fríos frente a la pantalla del televisor el 13 de agosto de 1996. El protagonista de la noticia era Guillermo Ortíz Gaitán, quien había contratado a la firma del maestro cuatro años atrás. El hombre al que habían recibido y aceptado como cliente era señalado por las autoridades como un poderoso narcotraficante que exportaba cocaína a Italia y había forjado una fortuna abundante desde la ilegalidad. Salmona, el más reputado de los arquitectos, que había trabajado sobre todo para el Estado y para personalidades destacadas del país, no salía del asombro.La propiedad está reseñada como "Casa Cota" en el inventario de alrededor de 150 obras del maestro, que se ha conformado para preservar su legado. En los expedientes judiciales la rotulan como la Granja 28. Hace un par de meses, la obra, que había sido extinta y estaba en manos del Estado, fue vendida a un particular que se quedó con la que tal vez sea la pieza de Salmona que guarda la historia más insospechada.La matrícula inmobiliaria del predio de 35.000 metros cuadrados indica que Guillermo Ortíz Gaitán le compró la propiedad a la firma Inversiones Arboleda Limitada. La transacción por 1.900.000 pesos se cerró el 5 de enero de 1987. Entonces, Ortíz Gaitán era reconocido como un millonario tolimense que llevaba al menos una década radicado en Chía, Cundinamarca, el municipio del que había sido concejal. En 1992 llegó hasta el despacho del maestro, ubicado en el último piso del edificio de la Sociedad Colombiana de Arquitectos, que él mismo diseñó, en el centro de Bogotá, con vista a las torres del Parque, una de sus primeras obras destacadas.Por esos días Rogelio Salmona ya era la máxima figura de la arquitectura colombiana. Acababa de diseñar la casa de Gabriel García Márquez, al lado de las murallas de Cartagena, y acumulaba más de 30 años de carrera en los que había esparcido su inconfundible marca en varias ciudades: el Museo Quimbaya en Armenia, la sede de la FES en Cali, y decenas de obras en Bogotá, entre esas el Archivo General de la Nación. Para comienzos de los noventa había un boom de clientes que querían que el maestro diseñara sus casas en la sabana de Bogotá, a donde ya se trasladaban muchas familias acomodadas que le huían al desorden de la ciudad.Le recomendamos: Vida después de SalmonaOrtíz Gaitán apareció a la oficina del maestro como cualquiera de los potenciales clientes, cuenta María Elvira Madriñán. Se presentó como un hombre interesado en que se diseñara una vivienda para él y su familia, conformada por una decena de personas. Quería una casa enorme, atípica para los parámetros de Salmona.El maestro no aceptaba todas las propuestas que le llegaban. Rechazaba, sobre todo, los proyectos que tenían vocación comercial o los que no le permitían desarrollar los intereses de su obra. Pero la oferta de Ortíz Gaitán le llamó la atención por las condiciones del predio, ubicado en un área rural, aledaño al río Bogotá y con una vista sobre la coordillera. Los elementos del paisaje coincidían con las búsquedas artísticas del maestro, que llevaba años interesado en los espacios abiertos que le permitieran diseñar al estilo de las arquitecturas árabe y española, caombinadas con elementos de las culturas americanas precolombinas."En la vida nos pasó por la mente que fuera alguien con un comportamiento fuera de lo normal", dice Madriñán. Entonces, el maestro hizo el diseño. Una vivienda con tres patios interiores, bóvedas, cuatro habitaciones con chimeneas y una biblioteca. De espacios muy amplios, construida con los materiales austeros que atraviesan la obra del maestro: el ladrillo y la madera. Salmona, cuenta su esposa, recomendó a Obreval, una constructora que ejecutó varios de sus proyectos y, durante los años posteriores, estuvo en el predio varias veces, supervisando el avance de la obra de acuerdo a su diseño. Algunas veces más se cruzó con Ortíz Gaitán. Nunca sospechó los líos que su cliente cargaba encima.Ortíz Gaitán fue capturado en agosto de 1996 y desde entonces, cuenta Madriñán, el maestro y ella, impactados por la noticia, no volvieron a tener contacto con él ni con la familia. La obra quedó suspendida cuando le faltaba muy poco para ser terminada: solo algunos acabados, la cocina y el trabajo de carpintería. Los únicos que la visitaron en mucho tiempo fueron los cazadores de guacas que levantaron el piso en busca de la fortuna del presunto narco.El clienteEl nombre de Guillermo Ortíz Gaitán se volvió recurrente para las autoridades judiciales en medio de las investigaciones del proceso 8.000, el escándalo sobre la entrada de dineros del narcotráfico a la campaña del entonces presidente Ernesto Samper Pizano. El 13 de agosto de 1996, un juez sin rostro emitió 10 órdenes de captura contra personas salpicadas en medio de las pesquisas. Entre ellas figuraban Ortíz Gaitán, su esposa y dos cuñados.Entonces, la Revista Semana publicó un amplio informe en el que reveló quién era el desconocido que ahora estaba en el centro de la polémica nacional. Se supo que los líos judiciales de Ortíz habían comenzado en 1992, cuando la Fiscalía de Italia emitió una orden de captura en su contra. En ese mismo país, en la cárcel de Florencia, estaba detenido otro de sus cuñados, condenado a 30 años como parte de una organización que traficaba droga, de la que habría sido parte Gonzalo Rodríguez Gacha, el Mexicano, uno de los fundadores del Cartel de Medellín.A Ortiz Gaitán, por su parte, las autoridades colombianas lo investigaban por narcotráfico y enriquecimiento ilícito. Buscaban establecer de dónde provenía la fortuna del tolimense, entre la que se contaba un lujoso hotel en Girardot, propiedades en varios municipios aledaños a Bogotá y hasta plantaciones de banano en Ecuador. Además, se indagaba por sus aportes a campañas de congresistas liberales y a la del mismo presidente Samper.Con ese expediente, Ortíz Gaitán dejó de ser el enigmátio empresario y quedó en el foco de las autoridades por el resto de su vida. Fue enviado a prisión, al pabellón de máxima seguridad de La Modelo, en Bogotá. En marzo de 1997, las autoridades ocuparon 51 propiedades del clan familiar, entre esas 15 apartamentos y varios inmuebles rurales. Tres meses después quedó libre por las demoras de las Fiscalía para formalizar las acusaciones en su contra. Y aunque a los pocos días se volvió a pedir su captura, ya no había rastro de su paradero.**El maestro Salmona, luego de ese episodio amargo, siguió edificando su obra. Diseñó la biblioteca Virgilio Barco, el centro Cultural Gabriel García Márquez y decenas de proyectos más. Murió el 3 de octubre de 2007, el mismo año en que fue nominado al Premio Pritzker, el nobel de la arquitectura. Se publicaron decenas de obituarios sobre él, en los que se reseñaron sus años de formación junto a Le Corbusier, el arquitecto más destacado en el mundo durante el siglo XX, sus viajes por la India, Europa y África, sus búsquedas artísticas y su obra, consecuente y poética.Puede leer: Murió Rogelio Salmona, un ícono de la arquitectura y el urbanismo de América LatinaGuillermo Ortíz Gaitán murió el 12 de febrero de 2002 por causas naturales. Aunque nunca fue condenado, tuvo asuntos pendientes con la justicias colombiana e italiana hasta el último de sus días. Sus bienes fueron extintos. La Granja 28 estuvo bajo el control de la Sociedad de Activos Especiales -la entidad que administra los bienes incautados por el Estado- hasta hace un par de meses, cuando fue vendida por 3.631 millones de pesos, un buen precio si se tiene en cuenta que es parte del legado del mejor arquitecto de Colombia, y si se compara con el resto de las propiedades del sector, avaluadas sobre los 5.000 millones. El nuevo dueño, sin duda, fue el verdadero cazatesoros de esta historia.