SEMANA: ¿Cómo encontró la embajada de Colombia en Nicaragua?
LEÓN FREDY MUÑOZ: Acá no había embajador desde hace meses. Tengo entendido que el exembajador Alfredo Rangel fue retirado por opinar en contra del Gobierno, le retiraron su beneplácito y desde entonces no había presencia de un diplomático. Encontré abandono en muchos sentidos, en la infraestructura, los equipos, todo muy obsoleto. Se están haciendo los cambios.
SEMANA: ¿Qué limitaciones hay?
L.F.M.: Algunos computadores tienen más de diez años y hay que ‘echarles carbón’ para que funcionen. Es muy complicado. Ya nos autorizaron la compra de algunos. Acá en Managua hace calor y en la vivienda, en la embajada, algunos sistemas de aire acondicionado están dañados. Hay abandono, pero todo se va organizando con el tiempo.
SEMANA: ¿Qué balance tiene de sus primeros meses como embajador?
L.F.M.: Lo primero es que se generó confianza porque se había perdido. Se están revisando temas que estaban suspendidos. Por ejemplo, hay un acuerdo comercial que cobija unos productos mínimos, desde 1984. Se habían iniciado conversaciones para un nuevo acuerdo comercial y en 2021 quedaron suspendidas. Hablé con el ministro de Fomento, Industria y Comercio, Jesús Bermúdez, y está de acuerdo con reactivar los diálogos. Estamos esperando que, por intermedio de la Cancillería, se cite a los equipos negociadores para la discusión de ese nuevo acuerdo comercial que quedó avanzado en 85 por ciento. Además, el pasado 22 de julio, después de la posesión del nuevo Congreso, el Gobierno saliente dejó firmada una resolución que impide prácticamente el ingreso de nicaragüenses a Colombia.
SEMANA: ¿Cómo así?
L.F.M.: La resolución restringía el ingreso de manera absurda. Pusieron que un nicaragüense debía certificar un ingreso de 10 salarios mínimos legales mensuales vigentes para poder entrar a Colombia a hacer turismo o alguna actividad académica. Hablamos con la Cancillería y se logró flexibilizar el otorgamiento de visas. Desde entonces, ya son muchas las que se han expedido para turismo. ¿Qué queremos? Mi sueño es que llegue el momento en que se haga un acuerdo bilateral y no se les exija visa ni a los colombianos para venir acá ni a los nicaragüenses para ir a Colombia. De otro lado, Bluefields es el Caribe nicaragüense, allí vive el pueblo raizal y es lo más cercano a San Andrés. Hace muchos años hubo un cónsul de Colombia. Ya notificamos a ambos países y están de acuerdo en nombrar un cónsul para que atienda a los connacionales. Sostuve una reunión con Avianca para que exista un vuelo directo desde Colombia a Managua, porque no hay. La idea es tener uno o dos semanales.
SEMANA: La Embajada en Nicaragua no es fácil, por las constantes críticas en contra del régimen de Daniel Ortega. Cuando se posesionó, ¿fue consciente del chicharrón que le esperaba?
L.F.M.: Completamente, por eso Gustavo Petro confió en mí. Él necesitaba a alguien de confianza para que estuviera en Managua y he tenido la fortuna de ser respetuoso y de manejar buenas relaciones con todo el mundo. Respeto al Gobierno de Nicaragua y espero que se respete a Colombia.
SEMANA: Uno de los problemas más serios es el litigio por el mar territorial. ¿Qué ambiente se respira allá?
L.F.M.: Aquí no se menciona nada. Es un litigio que lleva años, se citaron a audiencias después de los alegatos escritos por parte de los dos países y serán entre el 5 y el 9 de diciembre, en la Corte Internacional de Justicia. Allá habrá decisiones. Espero que sea lo mejor para Colombia. En últimas, con este pleito, los únicos afectados son los pueblos raizales porque viven de la pesca y tienen una misma cultura.
SEMANA: Si Colombia pierde, ¿cuál será la postura del Gobierno Petro?
L.F.M.: Estamos esperando. En los fallos anteriores lo que pedía la Corte Internacional era que ambos países hablaran y conversaran. Eso ha hecho falta. Hay que esperar qué ocurre, pero el diálogo es el mejor camino.
SEMANA: “Nos está quitando el mar”, advirtió el presidente Petro frente a Nicaragua. ¿Cree lo mismo?
L.F.M.: No emito ningún juicio. No me corresponde opinar sobre este tema. Se tomará una postura en el momento que se conozca el fallo.
SEMANA: Independientemente de la decisión en La Haya, es posible que usted quede en una posición incómoda en la Embajada por ese tema.
L.F.M.: Estoy muy tranquilo, hay una nueva mirada de países. Espero que todo sea lo mejor para las dos naciones, pero especialmente para el pueblo raizal, el más afectado. A los raizales no les interesa este problema. Quieren seguir pescando tranquilamente, seguir visitando a sus familias y continuar yendo de Bluefields a San Andrés y Providencia, y al revés.
SEMANA: ¿Las relaciones diplomáticas entre ambos países van a depender del fallo de La Haya?
L.F.M.: Espero que no. Hay que tener la madurez suficiente para entender que hay fallos e, independientemente de sus resultados, los pueblos deben seguir adelante. Ojalá ninguno pierda, y también puede pasar eso: que la Corte tome una decisión salomónica.
SEMANA: ¿El régimen de Ortega está dispuesto a dialogar con Colombia después del fallo?
L.F.M.: Esta nueva realidad diplomática es importante. Petro, como todos saben, es un hombre de diálogo y que concerta. Como nos han tratado, como he visto el proceso desde acá, creo que hay muy buenas intenciones del Gobierno de Ortega para el diálogo. Ojalá se nos dé después del 9 de diciembre, el último día de las audiencias verbales.
SEMANA: ¿Qué tanto habla Petro con Ortega?
L.F.M.: No tengo la menor idea.SEMANA: ¿Es posible que ellos dos se encuentren después del fallo?
L.F.M.: Ojalá sea así. En este momento hay un diálogo que no se esperaba y es el de Colombia y Venezuela. Ver a Petro con Maduro, a pocos días de iniciar el gobierno, me pareció maravilloso. Los pueblos hermanos no tienen por qué pelear.
SEMANA. ¿Habrá una foto de Petro con Ortega?
L.F.M.: Ojalá se dé en algún momento. Sería muy interesante.
SEMANA: ¿Petro ha intentado mediar en la crisis de derechos humanos de Nicaragua?
L.F.M.: No lo he escuchado referirse al Gobierno de Ortega, al menos frente a ese tema.
SEMANA: ¿Usted ya se reunió con Ortega?
L.F.M.: Todavía no. Se está programando un evento en diciembre, en Managua, para la entrega de credenciales. Somos 25 embajadores y 19 no hemos entregado cartas. Será el momento de estar con él y sostener un diálogo.
SEMANA: Alfredo Rangel salió de la Embajada porque opinó sobre la violación de derechos humanos por parte del régimen de Ortega. ¿Cómo hace para callar?
L.F.M.: Es que esos temas no le competen a un embajador. En el Tratado de Viena está el respeto a la libre autodeterminación de los pueblos. He sido respetuoso. No opinaré sobre esos asuntos.
SEMANA: ¿Pero sí ve violaciones de derechos humanos en Nicaragua?
L.F.M.: Le cuento lo que he sentido. En la calle percibo completa tranquilidad. Vengo de estar escoltado en Colombia, de amenazas, de atentados que me han hecho, pero eso acá no se ve. La gente lo reconoce, es un país completamente tranquilo, en paz, seguro. Está en las estadísticas, no es que yo lo sienta así.
SEMANA: Pero allá hay una fuerte persecución del régimen contra los opositores, la prensa y la Iglesia. Esa es una realidad.
L.F.M.: Lo que uno siente aquí es muy distinto a lo que se cuenta afuera. He caminado algunos sitios, y de los embajadores soy el que más ha salido a recorrer. En los otros temas no me he puesto a indagar porque no son de mi resorte.
SEMANA: ¿Cuántos presos colombianos hay en Nicaragua?
L.F.M.: Estuve visitándolos, les llevé elementos de aseo y comida colombiana. Eran 17. Uno murió y también tenía nacionalidad costarricense. Tenía 73 años, falleció aparentemente de un infarto. Hay 16, la mitad ha pagado más del 50 por ciento de su pena. La mayoría está por narcotráfico, otros por lavado de activos, por hurto.
SEMANA: Cuando Petro lo designó embajador, el canciller Álvaro Leyva explotó contra Ortega. Su nombramiento, aparentemente, se congeló. ¿Qué ocurrió?
L.F.M.: Como no soy diplomático, me tocó hacer una inducción que se demoró unos días. No hubo congelamiento. No lo había comentado pero mi beneplácito se dio a las cinco horas por parte de Nicaragua. Fue un récord. Eso no había ocurrido. Lo más rápido había sido dos días. No hubo objeción con mi nombre, independiente de lo que haya dicho el canciller Leyva.