Pocos meses antes de su muerte Otto Morales Benítez, quien hizo parte de dos procesos de paz, dio sus impresiones sobre los diálogos de La Habana. Este es el resumen de su última entrevista, un extenso diálogo que aparecerá en el libro de la periodista Claudia Palacios sobre perdón y reconciliación, que saldrá a fin de año. Claudia Palacios: Leyendo la historia, parece que fue fácil lograr la paz en el gobierno de Alberto Lleras, comparándolo con el actual proceso. Otto Morales Benítez: Era otro país. Re-cuerdo que había un general de nombre López Caicedo que iba por todo el país diciéndole a la gente a nombre del gobierno que ni el Ejército ni la Policía volverían a disparar contra la población. Como el principal problema era la tierra se formó una oficina de rehabilitación con diez abogados y diez economistas que con la Caja Agraria resolvían lo relacionado con la propiedad. Para solucionar el problema del desempleo se decidió que las obras de ingeniería se harían a pico y pala, no con maquinaria, para que los que dejaran las armas tuvieran trabajo. C. P.: ¿Y la situación judicial de esos guerrilleros cómo se resolvió? O. M. B.: Con amnistía, la de Lleras Camargo fue la ley más importante de todas. Antes de recibirla, los guerrilleros tenían que presentarse ante los jueces a demostrar qué hacían y probar que no habían vuelto a participar en ningún acto de violencia. Luego en el gobierno de Guillermo León Valencia, Álvaro Gómez boicoteó ese proceso de paz con el ataque a lo que él llamaba repúblicas independientes. C. P.: Y luego vuelve a estar usted involucrado en la paz en el gobierno de Belisario Betancur… ¡20 años después! O. M. B.: Acabé ahí, sin querer, nombrado por decreto. La historia es que en el gobierno de Turbay, el antecesor de Betancur, ya se había nombrado una comisión de paz, de la que nombraron presidente al expresidente Lleras Restrepo. Este se enferma, y le dice a Belisario que el que lo tiene que reemplazar soy yo. Yo le dije a Belisario que no, pero aun así sacó el decreto de mi nombramiento. C. P.: O sea que le toca a regañadientes. ¿Y cómo se contacta con la guerrilla? O. M. B.: Un día me monté en un taxi y el taxista me dijo que cómo era yo de bruto por haber aceptado la comisión de paz de Belisario. Y me dice que me tiene una carta de parte de Manuel Marulanda, pero que me la entrega más adelante. En la carta Marulanda dice que está muy complacido de que yo estuviera en la comisión y que le dijera cuándo nos podíamos ver. Le pregunté al taxista cuándo se iba a ver con Marulanda, me respondió que cuando yo dijera. Saqué una tarjeta de presentación mía y por la parte de atrás le puse: Marulanda, gracias por su carta, diga cuándo nos podemos ver y en dónde. C. P.: ¿Y en cuánto tiempo volvió el taxista con la respuesta? O. M. B.: Luego apareció otro señor en la oficina y me dijo que Marulanda mandaba a decir que si me podían recoger el sábado en mi casa a las ocho de la mañana, que yo ya sabría dónde iba a ser la entrevista. Que sacara tres días, uno para ir, otro para conversar y otro para regresar. C. P.: ¿Y entonces arrancó rumbo a Neiva? O. M. B.: Sí, en Neiva nos llevaron a un hotel y nos dijeron que nos recogían al otro día a las seis de la mañana. Al otro día nos fuimos por una carreterita mala hasta una casa campesina donde nos recibió una señora muy amable, nos ensillaron bestias y nos fuimos montaña arriba unas dos horas, con los otros de la comisión, John Agudelo Ríos, Alberto Rojas Puyo, Rafael Rivas Posada. C. P.: Allá estaba Marulanda… O. M. B.: Sí, y mucha gente, universitarios, profesores. Marulanda presidía todas las conversaciones, no hablaba mucho pero lo que decía era muy preciso. De pronto estábamos conversando y desapareció todo el mundo en menos de cinco minutos. Cuando volvieron a los diez minutos Marulanda me explicó que había pasado un avión que nos podía bombardear. Ese día firmamos el primer documento entre las Farc y el gobierno y quedamos en volvernos a reunir en Bogotá con delegados que él enviaría. C. P.: ¿Con el ELN cómo fue el encuentro? O. M. B.: La reunión con ellos fue en Bogotá, en un edificio en el norte. Fue una reunión azarosa porque ellos tenían ametralladoras y nosotros claro que no, pero fueron muy amables. No me acuerdo de sus nombres, pero en todo caso después de una larga discusión, al final, me dijeron que aceptaban que debían limitar su acción y apostar por la desaparición de la guerrilla y la incorporación a la vida civil. C. P.: Faltaba entonces el contacto con el M-19… O. M. B.: Llamé a Bateman y acordamos almorzar en un restaurante en el norte de Bogotá. En el almuerzo me dijo que lo que yo proponía era razonable, pero que él tenía que viajar al día siguiente a Santa Marta y luego a Panamá a conversar con tres personas que se oponían a la idea de un acuerdo de paz. Al cabo de unos días, al no tener noticias, empecé a preocuparme y le dije a Belisario, quien contactó a Noriega. Así fue que supimos que se habían matado. Sin embargo, Bateman ya había dado la orden de seguir adelante con el proceso de paz. C. P.: ¿Y con esos avances, habiendo el Congreso aprobado ya la ley de amnistía, por qué renuncia a ser el presidente de la Comisión de Paz? O. M. B.: Por los enemigos de la paz. Con la paz se mete todo el mundo, gente insignificante y gente importante. Yo tenía la sensación de que tenía que hacerse un proceso completo, global, pero había personas que querían parcelarlo y así no se podía manejar ese proceso. Me reemplazó John Agudelo Ríos que era partidario de la parcelación en cositas, a la cual yo me oponía. C. P.: Ese proceso al final terminó exitosamente con el M-19 pero no con las Farc y el ELN, que siguen pendientes. ¿Cómo ve la posibilidad de reconciliación ahora? O. M. B.: Si se llega a la paz, la gente va a entender cuál es su deber y los colombianos tendrán una buena conducta, porque hay una fatiga y la gente no ve que la solución sea la guerrilla. Antes había gente que creía que la guerrilla era una solución de los problemas sociales, hoy la gente ya no lo cree. C. P.: Pero justamente por eso, en este proceso hay menos ambiente para que la gente acepte algo que se parezca a una amnistía… O. M. B.: Tienen que buscar alguna fórmula. La amnistía no es más que dar un perdón para que quien ha delinquido se someta a las reglas. Lo único que es un hecho es que nadie firma un documento para que se lo lleven a la cárcel. Nadie, eso es imposible Claudia, eso es imposible. C. P.: Eso no lo entiende el colombiano que ve en la guerrilla secuestradores, violadores, reclutadores de menores de edad y narcotraficantes… O. M. B.: No, la gente entiende, la gente colombiana es muy inteligente. C. P.: Lo que yo entiendo que entiende la mitad del país es que si se firma la paz este país se va a volver ‘castrochavista’… O. M. B.: Los jefes políticos, con autoridad, tradición y conocimiento, deben explicarle a la gente las ventajas que trae firmar la paz. En Colombia todos los exguerrilleros que han salido a hacer política lo han hecho bien, se han acomodado a las normas democráticas. No se les ha entregado el control político sino la posibilidad de que consigan los votos, no han llegado a mandar por el solo hecho de haber sido guerrilleros. C. P.: ¿Usted le cree a la guerrilla? O. M. B.: Sí, ellos han cumplido excepto cuando los grandes políticos los han abandonado o cuando se les ha incumplido en el proceso de ayudarlos. C. P.: ¿Pero en el Caguán cumplieron? Eso se volvió un sitio para llevar secuestrados… O. M. B.: Recuerde que antes tenían hasta oficina en Suecia, con periódico para informar a toda Europa. La historia ha sido injusta con Pastrana. Nadie le ha reconocido que por cuenta del Caguán los países extranjeros aceptaron por primera vez que había terrorismo en Colombia; se acabó el manejo de dinero de la guerrilla y del narcotráfico en los bancos extranjeros y se acabó la influencia de los guerrilleros en Europa. C. P.: ¿Fue un error de Pastrana acabar el proceso cuando secuestraron a Géchem haciendo aterrizar el avión en una carretera? O. M. B.: No, yo creo que no, porque fue una demostración de violencia superior, eso de secuestrar un avión es como complicado, hay momentos en que uno como gobierno tiene que tomar medidas que a veces son impopulares. C. P.: ¿Y este actual proceso sí va a terminar en la firma de la paz? O. M. B.: Yo creo que este sí va a terminar en la firma de paz, creo que hay muy buenas perspectivas y creo que se está creando un ambiente en el pueblo bastante favorable.