Una ciudad de paradojas y contrastes. Así se podría definir a Palmira, la segunda más importante del Valle después de Cali, pero estancada en su desarrollo y distante de ser una gran urbe. Aunque a finales del año pasado el alcalde saliente, Ritter López, recibió el galardón como uno de los mejores del país, esta semana se confirmó que no solo es la ciudad más violenta de Colombia sino la octava del mundo. Sin embargo, no llegó a ese dudoso honor de un momento a otro. Por el contrario, el problema de inseguridad la persigue desde hace años como un fantasma. Las bandas delincuenciales, que cometen toda clase de delitos e imponen fronteras invisibles entre sus barrios, poco a poco se convirtieron en algo común, hasta dominar buena parte de su territorio.Es tan abrumador el problema que en 2014 esta revista denunció una situación insólita: 146 exmilitares y expolicías heridos en combate debieron abandonar las casas que compraron en la urbanización Bicentenario de Palmira, porque los bandidos que dominaban el sector les exigían ‘vacunas’ y cuando no pagaban los robaban o asesinaban, como les sucedió a un exsoldado, su esposa y su hijo.Palmira supera los 304.000 habitantes y es considerada la joya de la corona agroindustrial del Valle. En sus tierras planas crecen los cultivos de caña y en las montañas florece la despensa hortofrutícola de la región. Sin embargo, de acuerdo con la ONG mexicana Seguridad, Justicia y Paz, que elabora el ranking de las ciudades con más homicidios en el mundo, solo la superan en violencia Caracas (Venezuela), San Pedro Sula (Honduras), San Salvador (El Salvador), Acapulco (México), Maturín (Venezuela), Distrito Central (Honduras) y Valencia (Venezuela).No solo sorprende que a nivel local esté por encima de Cali, Pereira, Cúcuta o Medellín, sino el salto abrupto que dio al pasar del puesto 32 en 2014, al octavo en 2015. Es decir, que los 216 homicidios registrados el año anterior dispararon la tasa de muertes violentas a 70,88 por cada 100.000 habitantes; una cifra muy alta si se compara con la tasa nacional que es de apenas 24,5. Lo triste es que esa no ha sido la peor estadística, ya que en 2011 Palmira tuvo una tasa de 107 muertes violentas por cada 100.000 habitantes, al registrar 317.Una palabra explica mayormente la situación: narcotráfico. Palmira está ubicada en una posición estratégica que permite transportar por allí las drogas cultivadas o procesadas en esa región, así como armas e insumos. Esto, sumado al próspero negocio del menudeo en el municipio, hace que 17 bandas luchen hoy por controlar su territorio.Las autoridades lo saben y desde 2012 vienen ejecutando medidas de choque para contener el problema. Al efecto han aumentado el pie de fuerza con 190 nuevos uniformados; ampliaron los cuadrantes e inyectaron recursos a la Policía. La estrategia permitió capturar a numerosos miembros y jefes de bandas, lo que, si bien ayudó a aumentar un poco la seguridad, terminó por profundizar las guerras entre las bandas y las actividades sicariales. El 6 de enero estas llegaron a las puertas de la propia Alcaldía cuando asesinaron a Óscar Marino García, de 42 años, empleado del municipio.La situación es tan crítica que una de las primeras gestiones de la recién posesionada gobernadora del Valle, Dilian Francisca Toro, fue convocar a un consejo extraordinario de seguridad en Palmira. De ahí surgió la idea de diseñar un nuevo plan estratégico de seguridad que integre a la Policía, Fiscalía y Ejército para reforzar la inteligencia y tomar las calles con fuerza pública. “La intervención durará dos meses y será evaluada en su impacto”, dijo la mandataria.Para el coronel Camilo Álvarez, comandante de la Policía en Valle del Cauca, cada banda tiene su propio líder, lo que detona aún más el problema: “Allí no existe un gran patrón, y todos quieren el poder, lo que no solo ha generado una guerra a muerte sino que ha dificultado la labor de desarticularlas. Pero estamos trabajando con inteligencia y ya tenemos en la mira a casi todos”, explicó el oficial. Del resultado de ese trabajo depende que en los próximos años Palmira logre salir del penoso ranking de las más violentas del mundo y vuelva a ser, como en el famoso porro de José Barros, una Palmira Señorial.