Desde 1986, cuando el papa Juan Pablo II estuvo en el Aeropuerto Enrique Olaya Herrera, esa porción de la Iglesia católica que reposa en Antioquia, esperaba una nueva visita del sucesor del apóstol Pedro. Pero ese momento anhelado por tantos se hizo esperar porque en Medellín no había dejado de llover desde la madrugada —lo que no impidió el fervor en la vigilia—, por lo que el papa Francisco no pudo bajar del aeropuerto José María Córdova de Rionegro en helicóptero, tuvo que hacerlo en carro, lo que atrasó la agenda cerca de una hora, pues aunque se preparó todo con el cierre de vías, los fieles quisieron salir a las calles para recibir al santo padre, que fiel a su costumbre quiso saludar desde el carro.Una vez en el terminal aéreo de Medellín, el papa fue recibido por el alcalde Federico Gutiérrez, que le tenía preparado un regalo muy antioqueño: un carriel, un poncho y un sombrero aguadeño, que Francisco no dudó en ponerse como muestra de respeto y aprecio por la región que más religiosos ordena en América después de Monterrey, México.Sin embargo, de todo esto lo más sorpresivo fue la carta que le entregó el gobernador Luis Pérez al papa, una carta que abogaba por el futuro de los campesinos de Antioquia y del mundo. “Como gobernador de Antioquia solo elevo una sentida petición: ¡Salvemos al campesino!, al ser humano más vulnerable de Colombia. Los campesinos, que encarnan la sabiduría de la sencillez, están en vía de extinción. Hacer un campesino es muy difícil. Hacer un médico o un ingeniero es muy fácil (…) En Colombia, la clave para construir paz para siempre está en respetar la tierra y dignificar la vida de los campesinos”.Después de este leve encuentro con los mandatarios locales, el papa recorrió la pista del aeropuerto en medio de los vítores de los fieles, que esperaban clamorosos la bendición papal. El mensaje de Francisco, basado en el pasaje en que los fariseos acusaban a Jesús y sus discípulos de no respetar el día de reposo —sábado—, giró alrededor de la premisa cristiana del amor hacia el prójimo y de que la Iglesia debe ir más allá de las normas rígidas: “En Colombia hay tantas situaciones que reclaman de los discípulos al estilo de vida de Jesús (…) La Iglesia no es una aduana, quiere las puertas abiertas porque el corazón de su Dios no está solo abierto sino traspasado por el amor que se hizo dolor”.Como en Bogotá y Villavicencio, el papa llamó a los antioqueños para que abran su corazón a la reconciliación y la paz, que no se queden en estructuras viejas de odio y rencor. Al mismo tiempo llamó a las casi 1.300.000 personas a que vivieran su vocación de fe.