Muchas cosas se han escrito sobre Jorge Mario Bergoglio, sin embargo, otras tantas pueden ser todavía contadas. Sobre todo esas historias que, por su pudor, ni siquiera él mismo se anima a relatar, pero que es justo que se sepan.Corrían tiempos difíciles en la Argentina cuando Bergoglio fue nombrado superior provincial de los jesuitas, el más joven en la historia. Los jesuitas son una institución religiosa en Suramérica, enfocada sobre todo en el mundo académico. Sus misiones jesuíticas, que hasta fines de 1700 eran consideradas casi como un país autónomo en las selvas que surgen entre Brasil, Argentina y Paraguay, les costaron su expulsión del territorio, pues ni España ni Portugal vieron con simpatía esa experiencia ‘anómala’ de respeto y tolerancia con los indígenas guaraníes, así como la modalidad de evangelización que protegió a los indios de la esclavitud y la explotación.Le recomendamos: Francisco, el hombreBergoglio es un heredero de esa historia, y en los años negros de la dictadura, iniciada en 1976, luchaba por mantener la independencia de la Universidad del Salvador y de las personas que, como yo, estudiaban en esa institución que era prácticamente el único fórum académico no controlado por los militares. El triste símbolo de esos años de totalitarismo en Argentina son los desaparecidos: opositores políticos o simplemente ciudadanos que se manifestaron por sus derechos y que los comandos militares secuestraban y eliminaban sin dejar huellas.La máquina de la represión era muy articulada, eficiente y bastaba, como en mi caso, dirigir una revista cultural ‘no alineada’ para arriesgar la vida. Bergoglio, y esto lo hemos sabido muchos años después, utilizó con discreción los instrumentos que tenía para salvar muchas vidas humanas. Seminaristas, sacerdotes y estudiantes cercanos al mundo jesuítico argentino lograron salvarse gracias al coraje de ese sacerdote que en su soledad logró evitar que muchas vidas cayeran en el infierno que representaban los militares. Varios sobrevivientes escaparon al extranjero.Nello Scavo, periodista italiano, sacó a la luz en su libro La lista de Bergoglio la manera en que Francisco colaboró con la fuga de aquellos ciudadanos, así como la vía de escape que pasaba por la Facultad de Teología de San Miguel (periferia de Buenos Aires) y el núcleo jesuítico de Córdoba. En mi caso, el auxilio que me permitió llegar a Europa a través de Brasil –por entonces también bajo una dictadura– fue consecuencia de la conexión de Bergoglio con el obispo de São Paulo, el cardenal Paulo Evaristo Arns, quien durante los años setenta y ochenta creó una red de ‘casas seguras’ con el objetivo de refugiar a prófugos de las dictaduras de Argentina, Chile, Paraguay y Uruguay. Esa red solidaria fue usada por decenas de personas, quienes, de lo contrario, habrían desaparecido en manos de los militares, y era uno de los eslabones de la cadena de fuga de Bergoglio: empezaba en Brasil y continuaba en Europa.A Francisco no le gusta hablar de todo esto, en gran medida porque las buenas obras se hacen, pero no se cuentan.Le puede interesar: El silencioso guardián de la Virgen que viajará en helicóptero a su encuentro con el papaPor muchos años, los que vivimos esa experiencia decidimos mantenernos en silencio. Fue un pacto que no hubo necesidad de firmar. Aunque a Bergoglio no le gusta definirse como un héroe ni que nadie lo piense así, hay que decir que hizo lo que pudo contra el totalitarismo, arriesgando su vida, gracias a su prestigio, a sus conocimientos y a los recursos de los que disponía por ser superior de los jesuitas.Nos fue imposible seguir callando ese secreto cuando, apenas elegido papa, sectores cercanos al gobierno argentino deslizaron la hipótesis de que Francisco había sido un colaborador de la dictadura. Una calumnia que, por suerte, se desmintió rápidamente. Jorge Mario Bergoglio vivió con contradicción, como tantos, esos años en Argentina. No era un hombre de izquierdas y nunca se manifestó públicamente contra la dictadura, sin embargo, supo elegir bien cuando le llegó el momento de decidir entre la vida y la muerte.Le puede interesar: Las monjas que le cantarán un rap al Papa Francisco* Periodista y escritor italo-argentino. Presidente del Instituto de Cooperación Económica Internacional de Milán, Italia. Fue estudiante de Historia de la Universidad del Salvador de Buenos Aires durante la dictadura militar y refugiado político en Italia.