El punto de encuentro era el Parque Nacional. Desde las seis de la mañana empezaron a llegar cientos de indígenas, la preparación para este momento llevó doce días de organización para llevar en alto sus banderas y usar sus icónicos bastones. También llevaron camisetas y refrigerio. “Nos están matando”, ese fue su principal motivo, lo decía cualquiera al que se le preguntaba. Estuvieron en el parque hasta las 10 de la mañana para luego dirigirse a la Plaza de Bolívar, a donde finalmente muchos de ellos no pudieron llegar. Cuando llegó la guardia indígena, a eso de las 9 de la mañana, otros manifestante como los trabajadores y los estudiantes empezaron a aplaudirlos. Artistas interpretaron música Andina con varios instrumentos de viento que transportaban a cualquiera a esas zonas montañosas del Cauca. Esperaron un rato sobre la calle Séptima, mientras movían una larga bandera roja y verde del Consejo Regional Indígena del Cauca, CRIC. Esa bandera representa la sangre de los pueblos indígenas, su fuerza y también la potencia de la naturaleza. Lo Nasa izaban también sus wipalas, unas banderas de cuadros de los colores del arcoiris que representan a todos los pueblos indígenas de Latinoamérica. También estaban en ese lugar líderes de las comunidades Misak, Ingas, arhuacos entre otros que aseguraron que desde tiempos inmemoriales han sido perseguidos.
Jaime Collazos, es uno de los “mayores” o sabios de su comunidad. Se le veía sonriente y afable junto a su hijo de 12 años, quien lo acompañó con una pañoleta roja en el rostro. Collazos recuerda que en 2006 madrugó para salir de su resguardo huyendo de los grupos armados, pero esta vez madrugó para manifestarse. “Estamos marchando sobre todo por un motivo. Le pedimos al gobierno de Iván Duque que no rompa los acuerdos de paz y que implemente lo pactado en La Habana”. Según cuenta, con las negociaciones que se hicieron en Cuba, entre 2015 y 2017, sintieron un verdadero cambio. Pero más tarde se recrudeció la violencia. Hoy son más de 206 autoridades, guardias y comuneros indígenas que han sido asesinados. Solo en los últimos días 16 de ellos fueron asesinados. Uno de los homicidios que más los ha afectado fue el de la gobernadora indígena de Tacueyó, Cristina Bautista. Los Nasa la recordaron con una pancarta inmensa que recordaba las palabras que dijo poco antes de ser asesinada: “Si nos quedamos callados, nos matan. Y si hablamos, también, entonces, hablamos”.
Foto: Paula Doria/ SEMANA. “Guardia, guardia. Fuerza, fuerza. Guardia, guardia, fuerza, fuerza. Por mi tierra, por mi raza, por mi tierra, por mi raza. ¿Hasta cuándo? Hasta siempre. ¿Hasta cuándo? Hasta siempre”. Esta fue la arenga que repitieron una y otra vez, durante horas los Nasa. Repartieron chicha de maíz y no los asustó el aguacero que se asomó al medio día. “Llueva o truene el paro se mantiene. Llueva o truene el paro se mantiene”, cantaron. “Nos están matando porque defendemos la tierra. Nos están matando porque defendemos los recursos naturales. No están matando porque no permitimos los cultivos ilícitos. Nos están matando porque no permitimos las multinacionales. Nos están matando porque no estamos de acuerdo con grupos armados. Nos están matando porque el gobierno vende nuestros páramos. Nos están matando no solo física sino culturalmente”, reclamó Luis Hernando Guachené, otro líder Nasa.
Una estudiante de Trabajo Social del Externado de la comunidad Nasa, Marcela Díaz, alzó con sus manos una punta de la bandera del Cric. Marchó “por la sangre que se ha derramado durante décadas de los pueblos indígenas”. Y es que esta comunidad ha sido víctima de la violencia incluso antes de la fundación de las Farc, hace más de 56 años. Pero cuando apareció esta guerrilla también fueron víctimas de grupos paramilitares como las AUC. Actualmente en el Cauca son blanco de disidencias de las FARC, tropas del ELN -el principal actor armado de la región- y bandas criminales como el Clan del Golfo o Los Pelusos. La marcha fue tan diversa como Colombia misma. Hubo afros, mulatos, mestizos, blancos, indígenas y hasta extranjeros. Adultos, jóvenes y niños. Carteles de todo tipo y esculturas de trapo que ridiculizan al presidente Iván Duque. Algunos marcharon en contra de las propuestas de reforma laboral y pensional. Otros, en contra de la corrupción en las universidades públicas. Hay quienes salieron a las calles por la defensa de la vida y los acuerdos de paz, para rechazar el asesinato de líderes sociales, para repudiar el bombardeo en el que murieron al menos ocho menores de edad y algunos cuantos levantan sus pancartas en contra del tope que permite la venta de aletas de tiburón y la comunidad LGBTI también dice que su revolución es el amor. Un bafle que reproduce ‘Latinoamérica’, una canción de Calle 13. “Soy lo que dejaron. Soy toda la sobra de lo que se robaron. Un pueblo escondido en la cima. Mi piel es de cuero por eso aguanta cualquier clima. Soy una fábrica de humo. Mano de obra campesina para tu consumo.” “Eso es lo que me gusta de Bogotá. Hay espacio para todo. Lo que muestra esta marcha es un descontento general de todos los sectores. Me ha gustado lo pacífica y lo creativa que es”, dice Collazos. Este mayor indígena recuerda que tuvo que desplazarse del norte del Cauca en el año 2006 cuando fueron amenazados por grupos paramilitares. Llegó a Cali y ahora está en Bogotá. 13 años después la situación de su comunidad es muy parecida. “Es que el Cauca ha sido una de las zonas más militarizadas del país y aún así nos siguen matando. Por eso que manden más tropas como propone el presidente Duque, no es suficiente”, asegura.
Yaid Bolaños, integrante de la guardia indígena Nasa, asegura que se necesita no solo la protección de la vida, sino que el gobierno tenga una política clara de sustitución de cultivos ilícitos y que el Estado llegue al Cauca de una forma integral, con proyectos de vivienda, de colegios, de salud y de economía sostenible. A esto Collazos agrega que consideran que la mejor opción para combatir el narcotráfico que los asedia no es a través de la represión, sino de la legalización “es que ese negocio es tan grande y da tanta plata que da para comprar a todo el mundo. ¿Cómo es posible que con tanto Ejército, con siete bases de alta montaña solo en el norte del Cauca y cerca de 3.500 soldados siga saliendo tanta coca?”, se pregunta.
Yaid Bolaños, líder de la comunidad Nasa. Foto: Guillermo Torres/SEMANA. A tan solo tres cuadras de la Plaza de Bolívar, cientos de los manifestantes de la comunidad Nasa no pudieron llegar a ese lugar. A eso de las 4 de la tarde varios encapuchados empezaron a lanzar botellas de vidrio a un escuadrón del Esmad, que estaba al frente de la Alcaldía de Bogotá. Un grupo de jóvenes se ubicó al frente de los uniformados y empezaron a gritar “sin violencia, sin violencia, sin violencia”, para impedir que hubiera un enfrentamiento. No lo lograron. “Cuando escuchamos las explosiones y los enfrentamientos dimos media vuelta y nos fuimos porque no queremos hacer parte de eso. Ojalá el mensaje que se dio durante la mayoría de la jornada sea el que quede”, dijo Collazos.