Continúan las manifestaciones en Colombia y son varios los actos violentos que se siguen perpetrando en varios puntos del país. Estas acciones han dejado víctimas fatales entre civiles y policías. El reporte más reciente de la Defensoría del Pueblo indica que en medio de las protestas 47 personas han muerto.
Casos como el de Lucas Villa, que fue gravemente herido por desconocidos en Pereira, y el del capitán Jesús Solano, asesinado por vándalos en Soacha, Cundinamarca, son un ejemplo.
En las últimas dos semanas se han evidenciado los continuos enfrentamientos entre manifestantes y la fuerza pública. En redes sociales comenzaron a circular videos en los que uniformados, especialmente en Cali, epicentro de los desórdenes, comenzaron a reclamarles a sus superiores por lo que consideraron la falta de respaldo de la institución a la hora de contener a los manifestantes.
El 1 de mayo fue el día que más uniformados lesionados dejaron las manifestaciones con 167 a nivel nacional. Pero lo hechos de violencia venían de días previos. Por ejemplo, el 28 de abril, el teniente de la Policía Fabián Cardona se encontraba resguardando los alrededores de la estación de TransMilenio museo del Oro, en Bogotá, cuando fue agredido por un grupo de manifestantes que irrumpió en las manifestaciones pacíficas que se venían presentando.
“Conmigo éramos 10 unidades, yo iba al mando. Íbamos con la orden de cuidar y proteger las instalaciones del Museo del Oro y la estación de TransMilenio. Las marchas iban con normalidad, pero luego, a las 3 de la tarde, ya eran varias personas que se dirigían a la Plaza de Bolívar (...) Fue en cuestión de segundos cuando más de quinientas mil personas estaban a mi alrededor”, recuerda Cardona.
El teniente habló con sus superiores antes del caso para saber si mandaban más unidades de apoyo. Al llegar la unidades, ya con una gran multitud de gente a su alrededor, sonó una papabomba, señal que daría el inicio de la batalla campal.
“Las personas empezaron a correr y muchas de ellas se vinieron encima de nosotros. Lo que me impactó más fue que en ningún momento yo traté de agredirlos o cuestionarlos, solamente estaban agrediéndonos y nosotros estábamos detrás de los escudos”, afirma.
Con rocas, palos, botellas, incluso los adoquines del piso, con todo lo que se encontraran, empezó el ataque a los oficiales de la policía.
Desde la voz del oficial se puede evidenciar las dos caras de la moneda que dejan las manifestaciones. Son muchos los policías pacíficos que optan por no atacar a los manifestantes y emplear su fuerza en contra de ellos. “Yo recibí patadas, botellazos y, aun cubriéndome con el casco, eran más las personas que me atacaban y gritaban que soltara el escudo (...) Lo último que recuerdo fue una patada en el rostro”, agregó.
Sin poder contactar una ambulancia, el teniente y sus compañeros se encontraban dentro de un edificio aguardando y tomando un segundo aire luego del primer ataque. “Al despertar lo primero que dije fue: mis compañeros, mis compañeros. Me decían que tranquilo. Luego noté que no tenía el casco, el escudo, mi teléfono, el radio de comunicaciones, carnet policial, dinero en efectivo, el reloj, todo me lo habían hurtado mientras yo estaba inconsciente”, dijo.
Los hechos vandálicos provocaron varios daños físicos y materiales en la zona. El combate entre la fuerza pública y los manifestantes sería el inicio de una larga batalla, con heridos y fallecidos, que incluso hoy en día continúa.
Aún con sus hematomas, su fractura de nariz, heridas abiertas en la cabeza, problemas de movilidad, dolor en las vértebras, entre otros, el mensaje del teniente Fabián Cardona no es de odio o rencor: “Yo pienso que el rencor y la rabia producen más violencia, solo espero que esta situación del país pase pronto y esto solo sea un episodio de mi vida”.
Clínicamente, cuenta con 25 días de incapacidad, interpuso una demanda ante la Fiscalía y Medicina Legal a ver si encuentran a los culpables, él sabe que no todos los manifestantes son responsables de los actos de violencia. De hecho apoya el derecho a la manifestación y ofrece su servicio para salvaguardar la vida de los jóvenes, incluso acompañarlos, pero sin actos vandálicos.
“Pienso que como seres humanos y como lo contempla la Constitución, todos los derechos que tenemos nosotros los ciudadanos colombianos, está el derecho a la protesta. Pero yo creo que se sale de órbita en el sentido del caso que me pasó a mí. Yo creo que un manifestante no sale a marchar con la intención de hacerle daño a otro ciudadano que es de carne y hueso, con una familia. Soy consciente de que la violencia solo incita más violencia, si yo hubiera actuado de otra forma o incitado a una persona pudo pasar eso, pero nosotros solo cumplimos con nuestro deber. Estamos jugando papeles distintos”, dice finalmente el teniente.
Como el caso del Teniente Cardona, de 30 años, que aparte de policía es ingeniero forestal, especialista en pedagogía, próximo especialista en protección ambiental, hay muchos. “Yo también fui estudiante y viví las manifestaciones, siempre de forma pacífica. Viví y estuve al lado de muchas personas que querían alzar su voz”, agregó.
Violencia a uniformados con armas blancas
Son cientos los manifestantes que han sido agredidos, así como los integrantes de la fuerza pública. Como el caso del teniente Cardona, quien fue agredido sin efectuar actos de violencia, hay muchos. Varios agentes han sido atacados de la misma forma, y con armas letales. Tal es el caso de intendente Arenas.
En el peaje de Irra, en Risaralda, el 1 de mayo, un grupo de manifestantes se reunió para alzar su voz en contra del Gobierno. Allí, el intendente Arenas prestaba su presencia para la vigilancia y el orden público.
“En medio de las manifestaciones un grupo de personas nos llama para ayudar a atender a un presunto herido, entonces yo le dije a mi intendente Rendón: curso, tenemos que bajar a ver qué pasó. La idea era prestarle en primera instancia la ayuda. Yo bajo y empezamos a subirlo, pero cuando empezamos a subirlo un patrullero me grita: ‘mi intendente, ¡la navaja!’. Allí yo miro a la persona que estaba auxiliando y estaba sacando una navaja para agredirme, todo se trató de una trampa”, recuerda Arenas.
En otro punto del peaje estaba el patrullero Cristián Gómez, quien alertó al intendente de la amenaza. Esto fue lo que vio: “Yo veo que un señor sin identificar plenamente, de la estatura de mi intendente, de 1.80, lo encuella (toma por el cuello) por la parte de atrás aprovechando que se acerca a ayudar. Yo le digo: mi sargento, cuidado con la navaja, y el sujeto trata de propinarle varias puñaladas. La intención de él era ponérselas en el cuello”, recuerda el patrullero.
El manifestante se le sube a ‘tuta’ o a ‘caballito’ al intendente y se dispone a hacerle daño, a lo que el policía responde tomando la navaja con su mano con tal de proteger su cuello, aun sabiendo que lo iba a cortar.
“Suéltelo o disparo”, era lo único que gritaba Gómez como advertencia antes de que la situación empeorara. Gómez tenía un arma no letal, un fusil lanza gas. “A lo que yo disparo, con mi arma de gas, él lo suelta y yo logro sacar a mi sargento de allí. Y ahí empieza la confrontación con piedras”, dijo Gómez.
Ese primero de mayo fue el día que más uniformados lesionados dejaron las manifestaciones con 167 a nivel nacional. A su vez, aquel peaje fue incendiado en la tarde de ese sábado.
El patrullero Gómez se llevó lesiones físicas y hematomas por los golpes. Por su parte, el intendente Arenas llevó una peor parte. A parte de la cicatriz que le dejó la navaja en su mano, tiene que asistir a un psicólogo para afrontar lo que ocurrió.
“Me encuentro excusado por una reacción al estrés agudo debido a lo que pasó. Es que realmente eso pasa en cuestión de segundos y uno no se alcanza a fijar. Ahorita estoy con psicología. En los 16 años que llevo en la institución había pasado por situaciones adversas, pero nunca algo así”, menciona.
Las manifestaciones continúan y son muchos los afectados tanto física como psicológicamente. El Gobierno nacional aún busca una línea y un diálogo para solucionar esta grave crisis. Mientras tanto, los policías siguen prestando su servicio pese a las críticas que han recibido por parte de muchos ciudadanos.
Finalmente, el patrullero Gómez comenta: “Más que una bonita acción es ejercer nuestra profesión con vocación. Nosotros sabemos el peligro al que estamos expuestos. Estoy de acuerdo con las marchas pacíficas, los acompañamientos, todos somos personas, seres humanos. Con lo que no estamos de acuerdo es con el vandalismo, agresiones de los ciudadanos en contra de la policía, y también viceversa. Los invito a generar paz, que esto no se siga cometiendo. Todos somos Colombia, no más violencia. Para mí es un honor ser policía”.