La polémica que vivió el país hace un año cuando llegó la pandemia aún está encendida. Dejar abierta la economía o cerrarla para preservar la salud y reducir los contagios por covid volvió a ser el tema candente esta semana. Todo por cuenta de la Resolución 777 que define las condiciones bajo las cuales las ciudades podrán reabrir totalmente su actividad productiva.

Los gremios médicos y algunos sectores sociales han puesto el grito en el cielo, pues aseguran que es una medida inconveniente en momentos en que Colombia bate récord de contagios y muertes diarias, en un tercer pico alargado más de lo esperado. Pero el país ya no cuenta con margen de maniobra ni recursos para seguir postergando la reapertura. La decisión de apagar la economía por unos meses y volverla a encender después les costó a los colombianos una caída de 6,8 por ciento en el PIB, pobreza y desempleo.

Los bolsillos de las familias tampoco dan más. La Anif calculó en 33,8 billones de pesos las pérdidas de ingresos laborales en los hogares entre marzo de 2020 y el mismo mes de este año.

La cifra de pobreza, según el Dane, llegó a 42,5 por ciento el año pasado; en plata blanca quiere decir que hay 21,02 millones de personas que subsisten con menos de 331.688 pesos mensuales. Además, cerca de 7,4 millones sobreviven con menos de 145.000 pesos al mes, es decir, en condiciones de pobreza extrema.

Las cifras muestran que la economía no puede seguir pagando los platos rotos. Sobre todo, después de comprobarse que las cuarentenas y restricciones no evitaron más contagios ni mejoraron la salud.

También se mantiene el doble rasero de políticos y activistas que apoyan las aglomeraciones del paro nacional, pero cuestionan la reapertura económica. Por eso, muchos empresarios se preguntan si solo la actividad económica es la que provoca contagios, pero las aglomeraciones de las protestas no.

Luis Fernando Mejía, director ejecutivo de Fedesarrollo, explica que el dilema entre salud y economía es una discusión ya agotada, porque deja por fuera de la ecuación otros problemas relacionados, como el deterioro del mercado laboral y la salud mental.

Para el presidente de la Andi, Bruce Mac Master, revivir esta discusión indica que, de nuevo, enfrentamos el asunto de forma equivocada. “Nunca nadie ha dicho que no hay que cuidarse; lo que debemos es buscar los mecanismos para que, cumpliendo todos los requisitos de salud y bioseguridad, se logre mantener actividad económica”, afirma.

En Fedesarrollo aseguran que es necesario enfatizar la reapertura sin que eso quiera decir que el país caiga en el “sálvese quien pueda”, pues uno de los pilares de este proceso debe seguir siendo el autocuidado y los enfoques diferenciados entre ciudades de acuerdo con la ocupación de las unidades de cuidados intensivos.

Centros de pensamiento, como la Anif y Fedesarrollo, cuentan con datos que indican que las restricciones a la economía no parecen haber tenido un impacto sustancial en reducir contagios y muertes. Pero las barreras a la actividad económica impuestas desde el inicio de la pandemia dejaron al país con el pecado y sin el género, dado que, al final, afectaron gravemente a la economía sin lograr verdaderas ganancias en materia sanitaria.

Para el director de Fenalco Bogotá, Juan Esteban Orrego, el aparato productivo no puede seguir siendo el paganini. Entre otras razones, porque la nueva fase de la reapertura ocurre en medio del paro nacional, que ha provocado graves afectaciones a la economía por el vandalismo y los bloqueos. Y más contagios.

La polémica por la reapertura de la economía es un tema trasnochado. No se puede postergar más, pues se corre el riesgo de provocar más desempleo, cierre de empresas y pobreza. Y está probado que, con las medidas adecuadas, la economía puede funcionar.