Los partidos políticos padecen dos males incurables: exceso de personalismo y carencia de ideología. La U, por ejemplo, que es el partido de gobierno, no tiene claro para dónde va, salvo que apoya al presidente Juan Manuel Santos. Los conservadores están divididos entre los que respaldan la candidatura de Marta Lucía Ramírez y los que quieren que esta fracase en el Consejo Nacional Electoral para quedarse con el mandatario. El Polo enfrenta históricas peleas insolutas de la izquierda. La mayoría de los verdes no está de acuerdo con la candidatura del exalcalde Enrique Peñalosa, que es el candidato favorito para ganar la consulta. Todavía es incierto si en el Centro Democrático las tendencias lideradas por Pacho Santos y Óscar Iván Zuluaga podrán mantenerse unidas. El partido que probablemente saldría más fortalecido de las elecciones de marzo es el Liberal, pero todavía está lejos una posible reunificación en torno suyo. ¿Qué es lo que está pasando? La U, ¿de unidad? La U, pese a tener la bancada más grande corre un gran riesgo de perder varias curules. Este partido durante dos periodos legislativos fue la primera fuerza electoral del país, pero no ha podido superar la falta de identidad ideológica. Hasta ahora ha sido ‘el partido del poder’, que respaldó los gobiernos de Álvaro Uribe, al comienzo, y al de Juan Manuel Santos, ahora. Pero ese título puede hacerse agua. En sus filas militan varios caciques electorales provenientes de los partidos Liberal y Conservador, y un reducido grupo de congresistas respaldados por el voto de opinión. Para darle oxígeno, su actual presidente, Sergio Díaz-Granados, puso a encabezar la lista al Senado al pastor evangélico Jimmy Chamorro. Las contradicciones no demoraron en salir al ruedo. El senador Armando Benedetti expresó su descontento y dijo que le parecía “una inocentada”. En su criterio, Chamorro es uribista y ponerlo a encabezar la lista fue un error. En contraste, Chamorro, debido a su filiación religiosa, está en desacuerdo con las propuestas a favor del matrimonio gay que ha lanzado Benedetti. Detrás de esta tensión, aparentemente insignificante, se esconde un problema más profundo: La U sigue siendo un interrogante. No es un partido propiamente dicho sino la suma de fuerzas políticas que se agruparon alrededor de una persona que ya no está en el poder. La pregunta es si una vez pasen las elecciones se mantendrá unido. ¿Quién manda a quién? Marta Lucía Ramírez es todavía una candidata en suspenso. Aunque la semana pasada se inscribió por el Partido Conservador y designó al excomisionado de Paz Camilo Gómez como fórmula vicepresidencial, una espada de Damocles pesa sobre su candidatura. El Consejo Nacional Electoral estudia una demanda para determinar si fue elegida cumpliendo las reglas de la convención conservadora. Lo increíble es que los demandantes son integrantes de su propio partido. El pasado 26 de enero se celebró la asamblea azul y Ramírez salió ungida como candidata por la mayoría de los convencionistas. Pero la dicha duró poco. No pasó un día, cuando el senador Roberto Gerlein, quien encabeza la lista al Senado, descalificó la elección y llamó a Marta Lucía “presunta candidata”. Según él, la convención no fue legítima porque se presentaron varias irregularidades, como la falta de quórum y la ausencia del comité de garantías. Pase lo que pase, el partido va a quedar golpeado. Si Marta Lucía es candidata le podría pasar lo que a Noemí Sanín, quien en 2010 no fue apoyada por las bases del partido y sus votos se fueron para donde el presidente Santos. Pero si el CNE tumba a su candidatura, el Partido Conservador, la segunda fuerza política más importante, además de quedarse sin candidato proyectaría una pésima imagen. No caben El Polo Democrático, que ha sido el partido de izquierda con mayor éxito electoral, hoy está reducido al Moir, la Anapo y algunos liderazgos individuales. Primero abandonaron el barco el exalcalde de Bogotá Luis Eduardo Garzón y Gustavo Petro. Con ellos se fueron varios congresistas que, a pesar de que siguieron ostentando la camiseta del Polo, se declararon progresistas. En 2012, la dirección del Polo expulsó al Partido Comunista de sus filas debido a la cercanía de este con la Marcha Patriótica. La señal más reciente de sus contradicciones internas brotó a mediados de enero, cuando el presidente Juan Manuel Santos invitó a Iván Cepeda, quien es candidato del Polo al Senado, a una cena junto a otras personalidades de izquierda. La candidata presidencial Clara López no pudo ocultar su desconcierto. En varias entrevistas indicó que el Polo no había sido invitado. Robledo, por Twitter dijo que “no se puede hacer santismo en nombre del Polo”. Aunque Cepeda prefirió no polemizar, quedó al descubierto que en el partido no es visto como polista purasangre. Como explicó el experto en partidos Javier Duque: “En el país hay seis izquierdas y no se toleran porque la izquierda es dogmática, a pesar de que se haya democratizada. Todas no caben en el Polo”. Juntos pero no revueltos Pero si en el Polo llueve, en la Alianza Verde –donde aterrizaron los Progresistas de Petro y los luchistas– cae un aguacero. Los verdes son el único partido que irá a una consulta popular el próximo 9 de marzo en la que participarán el exalcalde Enrique Peñalosa y los senadores John Sudarsky y Camilo Romero. Pero convencer al partido de celebrar la consulta fue todo un parto debido a los intentos del progresismo de bloquear la candidatura de Peñalosa. La cabeza de lista de ese partido, Antonio Navarro, por ejemplo, ha dicho que no votaría por Peñalosa, que es el favorito según las encuestas, en caso de que este gane. En el fondo persiste la idea de que el exalcalde de Bogotá podría aliarse con el uribismo y por eso los progresistas han expresado que no reconocerían la consulta si él gana. Al final de la semana pasada, un cruce de trinos atemperó los ánimos. Petro pidió a los progresistas dejar participar a Peñalosa con tranquilidad; Peñalosa le agradeció el gesto y le prometió que no se metería en la campaña por la revocatoria de su mandato, que está en cierne. Falta ver si los gestos son suficientes para superar la desconfianza mutua y una vez pasen las elecciones estos sectores logran mantenerse unidos. ¿Pacho versus Zuluaga? El Centro Democrático del expresidente Álvaro Uribe no ha visto la luz como partido y ya sufre del mismo mal. La convención en la que Óscar Iván Zuluaga fue elegido candidato presidencial dejó heridas abiertas, que aún no se han cerrado. Pacho Santos, quien fue el derrotado en la consulta pese a que tenía un mayor reconocimiento y favorabilidad en las encuestas, lidera una tendencia. Uribistas como Ernesto Yamhure y José Obdulio Gaviria se han plegado a su liderazgo y han fustigado la candidatura de Zuluaga, que no despega. Incluso han sugerido apoyar a Marta Lucía Ramírez el día de las elecciones. En la otra esquina están figuras del uribismo como María del Rosario Guerra, Fabio Valencia Cossio y Fernando Londoño, quienes impulsaron la candidatura de Zuluaga. La primera aspira a llegar al Senado y los otros pusieron sus cuotas en la lista. Las dos tendencias que apenas se vislumbran, bajo el amparo del expresidente Uribe, pretenden hacerse a un pedazo de la torta del poder que da el Congreso. Lo paradójico es que en la pelea todos tratan de demostrar quién es más uribista que el otro, pero a la vez quieren distinguirse de Uribe, que los eclipsa. Rojos nuevos y añejos El Partido Liberal es el que más unido llega a las próximas elecciones. Salvo la disputa que protagonizaron Juan Manuel Galán y Horacio Serpa por la cabeza de lista del Senado, hasta ahora ha sabido tramitar sus diferencias. De hecho, es el que tiene mayores probabilidades de crecer. En las listas al Congreso cuenta con una combinación de viejos caciques, nuevos candidatos y víctimas del conflicto armado que buscarán convertirse en la primera fuerza electoral. No obstante, la posibilidad de que puedan reunificarse como se especuló en el pasado, con Cambio Radical o La U, todavía es remota.