En conmemoración de los cinco años del Acuerdo de Paz entre la administración del entonces presidente Juan Manuel Santos y las FARC, el excabecilla de esa guerrilla Pastor Alape presentó una cerveza. Con las ganancias que se obtengan de su venta, se informó, “se espera recaudar fondos para llevarle agua potable a 70 familias que se encuentran en la vereda Vuelta Acuña, en el municipio de Cimitarra, Santander”, de acuerdo con sus voceros de prensa.
Según se informó, se eligió esa región del país como beneficiaria de las ventas por cuanto allí él creció junto a su familia. “Alapaz” se encontrará inicialmente en distintos puntos de la ciudad: 26 noviembre Pub Lubianka, 27 noviembre en Casa Cultura La Roja, 3 de diciembre en La Casa Cultural la Trocha y el 4 de diciembre en el Pub Pushkin.
“Alapaz, por un acueducto para mi gente de Vuelta Acuña; Alapaz, para que nos entendamos en la diferencia; Alapaz, para que una cerveza permita el encuentro de diversas voces y una conversación entre diferentes ideas para aportar a la vida digna de 70 familias”, manifestó Pastor Alape.
Justamente hace un día, el expresidente Juan Manuel Santos y Rodrigo Londoño, líder del Partido Comunes, extintas FARC, se tomaron una cerveza fabricada por excombatientes de las FARC.
Recientemente, la excandidata presidencial Íngrid Betancourt le habló fuerte a Pastor Alape. Betancourt estremeció al país con su discurso ante la Comisión de la Verdad. Luego de una mañana agridulce en la que los miembros de las FARC, salvo Rodrigo Londoño, evitaron pedir perdón y reconocer su responsabilidad frente al secuestro, la excandidata –que estuvo siete años en poder de esa guerrilla– increpó uno por uno a quienes habían hablado.
“Me sorprende que del otro lado no haya una sola lágrima”, dijo Íngrid Betancourt frente a la falta de arrepentimiento de las FARC por ese crimen. Uno de los antiguos líderes de esta guerrilla a los que le habló más duro fue a Pastor Alape. “Escuché que en su infancia sufrió de la ausencia de su madre... Después de todo lo que ha pasado, ¿puede usted sentir la ausencia que les causó a nuestros hijos?, le preguntó Íngrid.
Íngrid habló de ese dolor que les produjeron a todas las madres y padres que les fueron arrebatados a sus hijos. Mencionó al exgobernador Gilberto Echeverry, un aliado para la paz, y le preguntó a Pastor Alape si él lo entendía como su par, por qué las FARC lo asesinaron de manera tan vil. Betancourt contó un momento muy dramático que vivió durante el secuestro. “Cuando yo estaba en cautiverio y oí por la radio a quienes habían sobrevivido a la matanza de Urrao contar que Gilberto Echeverry se había arrodillado y le había suplicado de rodillas que no lo matara... Esa imagen me obsesionó durante años. Tuve pesadillas”, narró.
Íngrid habló de todas las víctimas de la guerra como sus hermanos de dolor y aseguró que todos necesitan escuchar un arrepentimiento más genuino. “Usted habló de la ceguera y de la sordera que produce la guerra, pero ya no estamos en la guerra”, le dijo a Alape. “Usted habló de la violencia de las palabras, pero yo le quiero hablar de la sanación de las palabras”, agregó.
El Acuerdo de Paz cumplió cinco años en medio de una profunda polémica. El acuerdo permitió que una fuerza campesina levantada en armas bajo el influjo del comunismo, en plena Guerra Fría, entregara sus fusiles a cambio de ejercer la política y tener por un tiempo una mínima representación en el Congreso sin concurrir a elecciones.
También contiene reformas políticas y agrarias –la propiedad de la tierra fue la que detonó la guerra interna– y fórmulas contra el narcotráfico que en teoría deberán concretarse hasta 2031. Aunque redujo sensiblemente la violencia, el pacto con las antiguas FARC no apagó por completo el conflicto y las disidencias de esa guerrilla son cada vez más y cometen toda suerte de ilícitos.
El narcotráfico y la minería ilegal alimentan a nuevas o antiguas fuerzas que en su conjunto suman más de 10.000 miembros y han asesinado a decenas de excombatientes, activistas de derechos humanos e indígenas en los campos colombianos. Y cinco años después, el acuerdo sigue dividiendo a un país donde poco más del 50 % de sus ciudadanos rechazó el texto negociado en Cuba en un plebiscito, que obligó a las partes a hacer ajustes antes de suscribirlo con el apoyo de la ONU.