SEMANA le ha hecho seguimiento a la historia del patrullero Harvey Ardila, quien el 21 de septiembre de 2021, sobre la medianoche, mientras realizaba un registro a dos hombres que se movilizaban cerca al parque Guacamayas de Bogotá, recibió un disparo que le propinó una de las personas que estaba requisando en ese momento; a partir de ese instante su vida cambió.

La consecuencia de la herida lo dejó con limitación en el movimiento, lo que lo obligó a dejar su trabajo, pero más de año y medio después no ha sido valorado para pensionarse. Le realizaron una cirugía de reconstrucción, pero asegura que sus garantías laborales han sido vulneradas.

“Por favor, ayúdenos se lo suplico; estoy pasando necesidades, estoy en abandono total”, dijo el patrullero. Argumenta que, con el cambio de comandantes de la Policía, la mayoría de ellos no tienen presente su caso y siente que lo ven como un número más de tantos uniformados afectados en medio de su servicio.

Uno de factores más críticos que atraviesa él, su esposa y tres hijos es el económico. Antes del intento de homicidio, tenía como muchos colombianos, que le apuestan a construir un futuro, varias deudas, algunas de ellas se las descontaban por libranza, por eso su salario no le llega completo. Y, además, de manera irónica, a pesar de ser herido en medio de su trabajo, le quitaron la prima de orden público, lo que le descuadró aún más su dinero.

“No lo han pensionado, aun los bancos le quitan más del 50 por ciento del sueldo por unos créditos que tenía antes del disparo y se lo descuentan por libranza. La Policía le quitó una prima de orden público que estaba ganando en el puesto donde estaba trabajando, por medio de un derecho de petición reconocieron el error y decidieron dársela con retroactivo, pero a la fecha no han desembolsado. Harvey tiene el tiempo para vivienda militar y aún no avanza ese proceso”, dice Óscar Ardila, hermano del patrullero.

La esposa del uniformado también manifiesta que están pasando por un momento difícil, teniendo en cuenta que no ha podido trabajar, debido a que él requiere de atención constante y tiene dos hijos en la primera infancia. “muchas veces no conseguimos ni lo del arriendo”. A pesar de que han hecho campañas para recoger fondos, la familia manifiesta que son insuficientes, han intentado construir un apartamento al que todavía le falta mucho para que sea habitable.

La historia del patrullero Harvey Ardila

El patrullero de la Policía Harvey Ardila conmovió a Colombia luego de que el 21 de septiembre de 2021, sobre la medianoche, cuando realizaba un registro a dos hombres que se movilizaban cerca al parque Guacamayas de Bogotá, recibiera el disparo que le propinó una de las personas que estaba registrando en ese momento.

Como de costumbre, Ardila pidió una requisa y el hombre sin poner problema se giró contra la pared, separó las piernas, extendió los brazos y antes de que el patrullero llegara con sus manos a la altura de la cintura, el hombre, en un ágil movimiento, sacó un arma y sin piedad disparó en el rostro del uniformado. Mientras caía al suelo hubo fuego cruzado, los dos patrulleros dispararon. Al parecer, Ardila alcanzó a herir a uno de los hombres en una pierna antes de perder la conciencia.

El drama del patrullero Harvey Ardila es la muestra de lo expuestos que están los integrantes de la fuerza pública al cuidar a los colombianos y luchar contra la delincuencia. Su madre debe cuidarlo como si hubiera vuelto a nacer.

De camino al hospital, alguien le decía mientras le daba suaves golpes en la cara ensangrentada: “no se duerma, ya casi llegamos”. El proyectil se coló entre la visera del casco, justo donde se une la espuma protectora con la mejilla derecha, y a su paso destruyó medio cráneo. Nueve días estuvo en coma, pasó por cuidados intensivos. El 12 de octubre fue dado de alta, sobrevivió, pero nunca volvió a ser el mismo. Tiene afectaciones cognitivas, problemas de atención, la visión de su ojo derecho es limitada, al igual que el movimiento de su lado izquierdo.

Patrullero Harvey Ardila y María Velásquez. | Foto: Alexandra Ruíz Poveda

Lo más frustrante para Ardila es el hecho de no poder alzar a su hijo de nueve meses de nacido, por el temor de que sus fuerzas sean insuficientes y el bebé pueda caer. Mientras lo tiene en sus brazos le susurra: “hijo, tenme paciencia, pronto vamos a salir de esto y estaré fuerte para jugar, llevarte al colegio”. Esa promesa es una de las tantas que le quiere cumplir al pequeño. Otra es que cuando lo lleve al colegio nadie lo mire diferente por su físico.

Recuerda que el día que se vio al espejo por primera vez después del atentado experimentó la peor experiencia de su vida. “Me veía como un monstruo”, dice con una mezcla de enojo y nostalgia, pero asegura que perdona a quien le disparó y que hoy está libre; espera que la justicia actúe y pronto lo detengan. Pero mientras eso pasa, él se enfoca en su recuperación y en que a medida que su pequeño crezca lo vea cada vez más normal, para que en sus recuerdos no quede evidencia del disparo en la cabeza que le pueda generar traumas o complejos.

El general Manuel Vásquez y el patrullero Harvey Ardila. | Foto: Alexandra Ruíz Poveda

SEMANA conoció que neurocirujanos del hospital de la Policía Nacional le realizaron la craneoplastia en 2022, que es una cirugía que reconstruye su cráneo. Ahora, se le hará un implante con un plástico especialmente resistente y biodegradable, conocido como PEEK.

Lo más frustrante para Ardila es el hecho de no poder alzar a su hijo de nueve meses de nacido, por el temor de que sus fuerzas sean insuficientes y el bebé pueda caer. | Foto: Alexandra Ruíz Poveda

Esta cirugía, que puede oscilar entre los 24 y 30 millones de pesos, será realizada por médicos del hospital de la Policía, el cual cuenta con los especialistas adecuados para manipular con total precisión los tejidos que requieren ser reubicados, para evitar mayores afectaciones al no ubicarse con normalidad en el cerebro.

Con técnicas quirúrgicas microscópicas se reconectan nervios y vasos sanguíneos. Cada caso es diferente y por eso desde ya se están realizando los estudios pertinentes.

La cirugía se lleva a cabo no solo con fines estéticos, sino para evitar que el cerebro se afecte por una mala postura. Normalmente, estos procedimientos se realizan mínimo cuatro meses después del accidente, pero, en el caso del patrullero Ardila, ya han transcurrido más de cinco meses desde que el delincuente le disparó y aún no la recibe.