“En 2012 ejercía el mismo cargo que actualmente tiene María Paula Pizarro (la primera médica que denunció al reconocido cirujano cardiovascular Antonio Figueredo). Me terminé enrollando con este señor. Estuvimos un año y medio de relación, en la cual él siempre me juró que estaba separado, cosa que no fue así. Pero en el momento que yo empecé a dudar de esto, la relación se empezó a poner tormentosa. Cada vez que yo le reclamaba sobre su relación, recibía una jalada de cabello o un golpe.
Yo me empecé a alejar, me cambié de ciudad y me desconecte de él, hasta que un día llegué a mi apartamento, él ingresó al momento que yo abrí la puerta y ahí empezó el terror. Yo llegué sobre las 9:00 p. m. de mi rotación de residencia, él estaba detrás de la puerta, yo no lo logré ver. Cuando abrí, él empujó la puerta y a la fuerza ingresó al apartamento. Él acababa de llegar de viaje con su “exesposa y sus hijos”. Así que yo le dije que se fuera con su mujer, que me dejara en paz y de una vez se me aventó encima, me golpeó la parte de atrás de la cabeza y me botó al piso. Yo intenté defenderme empujándolo, pero cada vez que yo intentaba moverme me golpeaba la cabeza, me arañaba los brazos, así que yo decidí quedarme muy quieta por algunos momentos.
Pero me desesperaba y trataba de moverme y él volvía a golpearme, sentí que me iba a matar y nadie se iba a enterar. Yo vivía sola en el apartamento, así que lo que pude hacer fue gritar y pedir auxilio y golpear las paredes para que alguien me escuchara y me ayudara, pero esto nunca sucedió. Traté de pararme del piso, pero él nuevamente me tumbó al piso, me dio un golpe en la mandíbula, me bajó el pantalón e intento bajarme la ropa interior. Pero yo con una patada logré apartarme de él y traté de correr hacia mi habitación, allá nuevamente me jaló del pelo y me lanzó al piso. Ahí sentí que no tenía escapatoria, así que cerré mis ojos y me quedé muy quieta, me mordió los brazos, me golpeó la cabeza una vez más. Mientras tanto, me decía que yo era una perra, una zorra, que él hacía todo para que nuestra relación funcionara y que yo no daba nada por eso. Que yo no lo quería ver porque tenía otro, y creo que eran las 3:00 a. m. cuando él decidió salir de mi apartamento. Es un monstruo.
Había viajado desde Bucaramanga en carro hasta Bogotá solo para eso. Él tomó su carro y regresó a Bucaramanga, como si nada.
Apenas amaneció llamé a mi papá y le conté lo que había pasado. Fui a la Fiscalía, claro que sí. De ahí me remitieron a la URI de Paloquemao, que era la que me correspondía por donde vivía. Allí recibieron mi denuncia y me enviaron a Medicina Legal. Allí también fui. Al día siguiente, fui a urgencias de la clínica Reina Sofía para que revisaran mi mandíbula, ya que por uno de los golpes que recibí tenía limitación en la apertura de la boca. Gracias a Dios no tenía ninguna fractura y fueron solo contusiones.
¿En que estado quedé?: físicamente, con morados, arañazos y mordiscos. Pero psicológicamente y moralmente con una herida gigante que no era capaz de expresar y ni pedir ayuda. Desafortunadamente, en nuestra profesión (médica) siempre ha existido un jerarquía absurda que ha llevado a que este tipo de abusos e irrespetos se den. Quería esconderme y no salir nunca más, sabía que yo valía, pero también sabía que ese señor se iba a encargar de arruinarme mis días.
Sobre la denuncia aproximadamente cuatro meses después recibí una llamada que era una grabación en la que decía que tal día a tal hora tenia cita, yo con la autoestima en el piso y sin creer en la justicia colombiana, no fui. Al día de hoy no sé qué pasó con esa denuncia. Después de esto volvió a buscarme en la clínica donde trabaja y por redes sociales, pero nunca más permití que se me volviera a acercar. Al parecer mi denuncia no aparece en la Fiscalía. Yo no tengo documento, porque desafortunadamente un par de meses después tuve un accidente de tránsito en el que mi carro quedó en perdida total y perdí la documentación. Denuncio hoy porque me duele que un hombre sea capaz de hacerle tanto daño a un sinnúmero de mujeres y siga en las calles haciendo alarde de sus “capacidades quirúrgicas”, reparando corazones y que su otra cara sea la de andar destrozando vidas. Espero que este señor esté en el sitio que se merece, que se haga justicia y que ni una sola mujer más sea víctima de este tipo de violencia”.