Algunas noticias que suceden alrededor del mundo pueden ser tan asombrosas, tan hilarantes, que parecen sacadas de un libro de ficción, por algo se convierten en tendencia en las redes sociales y los medios suelen publicarlas por tandas abrumadoras. El periodista Mario Duque, editor en el diario paisa El Colombiano, después de hacer una colección de estas historias que lo asombraban, decidió escribir cuentos imaginando los bordes que nadie nunca contó. El libro se llama Pudo ser así, lo editó Frailejón Editores, en una bella edición hecha a mano, y es ilustrado por Don Repollo.SEMANA: ¿Cómo fue la idea de hacer ficción basado en noticias?Mario Duque: El tiro de que la realidad supera la ficción es verdad, así que me parece que hay ahí todo un material para explorar. Todas esas cosas están ahí plasmadas para que uno especule. Hay un cuento de Julio Cortázar que se llama Apocalipsis de Solentiname, es la historia de un viaje a un pueblo de Nicaragua donde el narrador toma unas fotos y esas fotos se le convierten en una pesadilla, ve asesinatos, masacres. Es un poco así. Las noticias son apenas un pedacito de una historia más grande. Como cualquier fotografía, solo hay un encuadre pero no se nos habla de los bordes. Yo quise imaginar esos bordes. Hace un tiempo hubo un partido en La Bombonera donde los hinchas empezaron a tirar cosas a la cancha y los jugadores estuvieron parados los 90 minutos en la mitad de la cancha, sin poder hacer nada, esa historia parece un cuento.SEMANA: ¿O sea que estos cuentos responden a una obsesión acumulativa por encontrar historias absurdas?M.D.: Yo siempre he recopilado bobadas que he leído y aparecen en los periódicos. No era que yo me concentrara solo en esas historias, es una búsqueda un poco azarosa en la necesidad de estar informado, así que mientras leía de política o cultura veía esas noticias curiosas y las iba guardando. El primer ejercicio serio que hice con estas notas dio a luz el cuento Ankor, que habla de un tigre que se escapó en México y las autoridades estaban muy preocupadas, entonces imaginé que la gente salía a cazarlo, que todo se convertía en un safari en el trópico. Así que esas historias me las entregó el oficio, que es una fuente natural de historias y yo quise aprovecharlas, darles giros a mi manera.SEMANA: En este llamado boom de la crónica, ¿no quiso hacer crónica ficticia?M.D.: No, porque la idea tampoco era hacer periodismo, puede que el origen sea un asunto periodístico, pero la resolución literaria que yo buscaba estaba lejos de la no ficción, y tampoco me interesaba insertar en esos cuentos las normas de la crónica.  SEMANA: Colombia es sin duda una muy buena fuente de historias inverosímiles, pero en esa selección no hay ninguna historia en Colombia ni en Medellín…M.D.: Sí, es verdad, y fue una cosa intencional. Medellín tiene una deuda de ser contada, sobre todo desde otras esferas que no sean el narco. Pero creo que también hay que tener cierta distancia para poder hacerlo, yo crecí en los ochenta pero no crecí con el ambiente del narcotráfico, creo que hay que vivir más el barrio para no hacer una caricatura de la situación, aunque es necesaria la distancia, como dije antes. Entonces siempre buscaba historias que estaban en otras partes. Ya en la otra mitad del libro, que son cuentos sobre el 9 de abril, ahí sí está Medellín, sus calles, hay un hecho en Medellín, pero no es una aproximación a la realidad o a la “sicaresca”, y tampoco me gusta ese coloquialismo moderno que hace de lo paisa literatura.SEMANA: El libro es el resultado de su trabajo de grado en la maestría de Escrituras Creativas que ofrece Eafit, ¿sirven esos posgrados que enseñan a escribir?M.D.: Una maestría no enseña a escribir, no podés llegar de cero, hay que tener una vocación y un respaldo en lecturas, escritura y una curiosidad por contar cosas. La maestría me dio muchas luces para encontrar otros métodos de contar, para ensayar cosas. Finalmente este libro existe porque alguien en esa maestría leyó esos cuentos. Encontré lectores entre los docentes y los compañeros, miradas que sumaron a esas historias. La maestría ayuda a contar modelos, narrativas, a hacer experimentos.