SEMANA: ¿Qué siente hoy cuando está a punto de convertirse en la eventual primera dama de la nación?

SOCORRO OLIVEROS: Un poco de susto porque será un rol diferente, aunque tengo clara mi vida, mi forma de ser. Habrá muchas cosas más para mí, pero seguiré siendo la misma, con una responsabilidad enorme sobre mis hombros.

SEMANA: ¿A usted le gusta el protocolo?

S.O.: No, para nada.

SEMANA: Pero ¿le gusta el título de primera dama de la nación?

S.O.: Si yo lo pudiera cambiar, lo cambiaría, pero me toca adaptarme. Me gustaría otro nombre, algo más social, el de primera dama de la nación es como un cliché que, creo, no va conmigo.

SEMANA: ¿Ya empacó el equipaje? Por seguridad es posible que acompañe a su esposo en su eventual gobierno…

S.O.: No, no he alistado ninguna maleta, estoy alistando mi cabeza para pensar sin equivocarme.

SEMANA: ¿Se imagina su vida en Bogotá?

S.O.: No me la imagino, poco me gusta el frío, pero me acomodo.

Socorro Oliveros, la esposa de Rodolfo Hernández, es la gerente de su campaña y de su empresa constructora en Bucaramanga. | Foto: agram: @ingrodolfohernandez

SEMANA: Las primeras damas lucen trajes de diseñadores colombianos y extranjeros. ¿Ese será su caso?

S.O.: A los diseñadores, mis respetos y admiración por su trabajo. No tengo vestidos de diseñador, creo que, en mi caso, no es necesario. Me gusta la ropa linda para cuando deba lucirla, pero prefiero la comodidad: mis tenis, mis jeans, soy una mujer de 70 años que me gusta vestirme joven, no tan clásica. Claro que habrá momentos en que deba acudir a los diseñadores.

SEMANA: Rodolfo Hernández dijo que no vivirá en la Casa de Nariño, pero es difícil. ¿Se imagina durmiendo en una cama que no sea la suya?

S.O.: Es que yo tengo mi cama en Bogotá y mi cama como a mí me gusta. Además, quiero contar algo: yo tuve un accidente muy grave en 2020, antes de empezar la pandemia, y eso me ha obligado a cambiar muchas cosas cotidianas de mi vida. Yo estuve en una cama, casi cuadripléjica, y eso ha aflorado en mí la devoción. Este tiempo que estoy viviendo lo veo como algo extra que me ha dado Dios. Yo, perfectamente, podría estar en la tumba. Cuando me desperté en la clínica, le ofrecí a la Virgen que me volvería la mujer más devota del mundo, y eso hago.

SEMANA: Esa historia no se conocía, ¿qué le ocurrió?

S.O.: Hago ejercicio todos los días, salí a trotar y me atropelló un carro. Me partió la tibia, peroné, rodilla (…). Pero hoy estoy bien.

SEMANA: ¿Le preocupa que los ataques contra Rodolfo Hernández continúen si él es presidente?

S.O.: Claro que no. Estamos preparados para esto. El primer principio para no tener miedo es no decir mentiras. La verdad siempre prevalece; por eso, ningún ataque nos produce miedo porque no tenemos qué ocultar. Hemos sufrido amenazas de muerte y la Policía de Colombia nos ha ofrecido la mejor seguridad. No obstante, hoy tenemos miedo por las amenazas a la vida de Rodolfo.

SEMANA: ¿Qué piensa de Gustavo Petro? Él era cercano, relativamente, a su esposo. ¿Qué pasó?

S.O.: Jamás, nunca. Que yo sepa no ha sido cercano. Es como cuando uno tiene un conocido, quizás amigo, pero no hay confianza y lo trata de lejitos y con cuidadito.

SEMANA: ¿Qué piensa hoy de Petro después de todos estos ataques contra su esposo?

S.O.: Me deja un mal sabor, uno no puede ser como él es en la vida. Si quiere dirigir un país, los ataques no son la forma. Para dirigir una nación, más como Colombia, hay que unirnos y no dividirnos. Hay mucho odio, mucha pelea, no estoy de acuerdo, seguimos en lo mismo de toda la vida. Eso me tiene triste.

SEMANA: ¿Usted qué le aconseja a su esposo frente a ese tema?

S.O.: Tal vez él no me cuenta muchas cosas para no preocuparme, pero las redes sociales hacen que uno no sea ajeno a lo que ocurre en el día a día. El papa Francisco me dio un consejo que no olvidaré hasta el día que muera: no podemos perder ni la libertad ni la esperanza. Yo estoy convencida de eso. Cuidemos la libertad y no perdamos la esperanza.

SEMANA: Esta semana ha sido difícil, la oposición a Rodolfo Hernández se metió con Juliana, su hija desaparecida. ¿Por qué decide escribirles una carta a los colombianos?

S.O.: Porque estoy muy dolida. Quiero decirle que oí a un periodista en los últimos días con el tema más cruel que he escuchado en mi vida. Dijo que ella estaba en un instituto psiquiátrico en Estados Unidos. Pues yo quiero saber cuál es ese instituto psiquiátrico y yo voy y la busco. Yo quiero saber. Es muy cruel. Por eso, y sin pedirle permiso a nadie, escribí la carta.

El drama de Rodolfo Hernández: su hija está desaparecida hace más de 17 años. | Foto: NO

SEMANA: Le conmueve ver a su esposo quebrarse cada vez que le recuerdan lo ocurrido con Juliana. ¿Usted ya superó la desaparición de su hija?

S.O.: No, eso no se supera nunca. Jamás (silencio).

SEMANA: ¿Le duele revivir este episodio y más en medio de la campaña presidencial?

S.O.: Claro, me duele muchísimo porque estamos hablando de propuestas de país, no de ataques personales. Eso no se le ocurre a nadie.

SEMANA: ¿Usted cree que su hija está viva?

S.O.: No, ella no está viva, estoy segura de que no lo está. Lo único que yo pido es que algún día me digan: “Estos son los restos de su hija”. Solo así haré mi duelo final y sanaré este dolor que hoy me embarga.

SEMANA: El ELN dijo que nunca había tenido secuestrada a su hija, ¿qué opina?

S.O.: Dijeron mentiras. Quién le puede creer al ELN, muchos de los guerrilleros de la época, seguramente, estarán muertos. No les creo.

SEMANA: ¿Qué conserva de Juliana?

S.O.: Una agenda, unos libros de Derecho que guardo en mi biblioteca y una blusa de ella para hacer ejercicio, que me la pongo a veces.

SEMANA: Pero después de tanto tiempo no debe estar muy buena la blusa…

S.O.: Increíble, está buenísima, como el sentimiento que siento por ella. La última vez que la vi fue el día que se fue, yo me estaba arreglando el cabello y ella me dijo: “Mamá, me voy con una amiga para el club”. Le respondí: “Bueno, mija”, y nunca, nunca la volví a ver.

SEMANA: ¿Usted le recriminó a su esposo por no pagar el rescate de su hija?

S.O.: Nunca, jamás.

SEMANA: Cambiando de tercio, ¿Rodolfo es un viejo loco?

S.O.: Jamás, pero, si los locos son como Rodolfo, bienvenidos todos los locos.

SEMANA: Pero la mamá de Rodolfo dice que él es loco…

S.O.: (Risas) Él no es como lo han querido mostrar, han dicho que es malgeniado, que le pega al escritorio. Nada de eso. Él es el hombre más bueno del mundo. Han desdibujado su forma de ser, es tranquilo y le cuento algo: hace meditación y maneja muy bien el carácter.

SEMANA: Hábleme de la meditación del candidato presidencial…

S.O.: La meditación le permite tener un momento en el que su mente queda en blanco. Eso le da mucha paz. Yo nunca lo he logrado, nunca. Él va a un lugar en Bucaramanga con un instructor y hace meditación de verdad. Yo vivo feliz por eso. Él va, por lo menos, tres o cuatro veces a la semana en las noches.

SEMANA: ¿Él siempre fue un hombre ambicioso o cuando lo conoció ya tenía dinero?

S.O.: Cuando yo lo conocí, no teníamos nada ni él ni yo, teníamos el día y la noche y lo que teníamos en la cabeza.

SEMANA: ¿Cómo lo conoció?

S.O.: Yo tenía un amigo con el que salía, era un ingeniero, me gustaba mucho, pero no éramos novios. Un día me invitó a un paseo a conocer un trapiche. Llegamos a la finca y era la casa de los papás de Rodolfo. Fuimos a la piscina, pero no tenía agua. Llegamos a un río que estaba cerca y luego terminamos bailando en un sitio, Rodolfo con su amiga y yo con mi amigo. Desde ese día él me empezó a buscar y a hablar.

SEMANA: ¿Y qué pasó después?

S.O.: Empezó a buscarme, a llamarme y me invitó a comer. A mí, al comienzo, no me cayó muy bien porque me parecía grosero. Era mal hablado, así como es hoy, tenía 23, 24 años. Cuando empezamos a charlar, yo le dije que por qué era tan grosero, pero él lo tomaba con diversión, como un juego. Es su forma de ser. Sin embargo, desde que lo conocí lo vi como un hombre demasiado inteligente, visionario y con futuro. Cogía una hoja y me pintaba sus objetivos, las carreteras, las obras que quería construir. Yo les contaba a mis papás, y ellos, al principio, no eran muy gustosos de él, pero terminaron amándolo. Tengo seis hermanos, de ellos tres mujeres. En la época, recuerdo, el comedor era de los sitios especiales en la casa y, cuando Rodolfo llegaba, mi papi se levantaba de su sitio en la mesa y le daba su lugar. Era un signo de mucha admiración.

SEMANA: ¿Y cómo así que él le regaló un caballo?

S.O.: Sí, porque nos ennoviamos. Él hizo una carretera en Santander y el día que la inauguró le regalaron un caballo. Él tenía una yegua, y el caballo me lo regaló. Le cuento que él me conquistó más que todo por el caballo porque yo tenía como 18 años y sentí que ese animalito nos unió mucho. Yo empecé a ir a la casa finca de su familia todos los fines de semana a ver el regalo, a limpiarlo y montarlo.

SEMANA: Era la excusa perfecta para ver al ingeniero mono y de ojos claros…

S.O.: Sí, claro, empezamos a salir, éramos afines en muchas cosas. No duramos ni un año de novios. Es más, a mí me tumbó el caballo y me fregó la rodilla (risas). Un día, Rodolfo, al verme con las muletas y al escuchar que mi padre le decía “casi me mata mi hija”, me afirmó: “Sabe qué, casémonos”. Lo hizo como para arreglar el lío de la tumbada del animal. Casi me caso con muletas.

Socorro Oliveros, esposa de Rodolfo Hernández, confesó a SEMANA que el candidato presidencial la enamoró con un caballo. | Foto: NO

SEMANA: ¿A usted le gusta que él confiese que es millonario?

S.O.: No me gusta porque eso es despertar envidias. La verdad no hay necesidad de decirlo, tanta gente aguantando hambre como para que se diga eso. No estoy de acuerdo y se lo he dicho.

SEMANA: Confiese algo: ¿Rodolfo sí tiene lo que dice que posee?

S.O.: Yo creo que sí (risas). Hemos trabajado muchos años en la vida y yo soy parte de ese éxito.

SEMANA: ¿Cuál es la ofensa o la mentira que más le ha dolido en esta campaña presidencial?

S.O.: No olvidaré nunca, me moriré con el dolor de lo que dijo el periodista sobre mi hija.

Socorro Oliveros y Rodolfo Hernández, 50 años de matrimonio. | Foto: NO

SEMANA: Cuando Rodolfo le confesó que quería ser presidente, ¿usted qué le dijo?

S.O.: Me pareció que era un rollo muy grande, pero si hay un hombre en Colombia preparado para gobernar y dirigir este país tan loco, pero tan bello, es Rodolfo Hernández.

SEMANA: ¿Quién manda en su casa?

S.O.: Yo.

SEMANA: Si usted manda en su casa, ¿de dónde sacan que él es machista?

S.O.: El que dijo eso es un idiota, él de machista no tiene nada. Yo me casé con él a los 19 años y siempre he tenido mi lugar. Rodolfo siempre ha estado rodeado de mujeres y les tiene un aprecio muy grande. A mí me mandan fotos de él con muchas mujeres al lado, lo quieren mucho, lo aceptan por su forma de ser y porque es muy respetuoso. En su Alcaldía, la mayoría eran mujeres, en su empresa ocurre igual, en la campaña. Le cuento una infidencia: cuando la familia va a la finca los fines de semana, él es quien cocina, el que hace los asados y sirve la mesa. Yo quisiera saber más de cocina porque él me gana cocinando.

SEMANA: Como primera dama, ¿estará más en su casa o la veremos en el gobierno?

S.O.: Yo respeto mucho los espacios. Si él es presidente, contemplo liderar proyectos que estoy estructurando en favor de las mujeres colombianas, ese es un tema que me apasiona. Sin embargo, guardando siempre el respeto por su gobierno y sus decisiones.

SEMANA: ¿A qué personaje mundial le gustaría conocer?

S.O.: Ya conocí al personaje mundial que siempre quería: el papa.

Encuentro entre el papa Francisco y Rodolfo Hernández | Foto: Cortesía

SEMANA: Usted es santandereana, ¿es de las que corta el agua con la mano?

S.O.: Yo soy buena gente, lo que pasa es que digo lo que no me gusta, lo que me parece que no está bien. Yo, por ejemplo, le digo a mi esposo: piense. Es que él es demasiado franco, directo, él no es político, pero cuando le gusta algo, lo expresa, y cuando no, también. Él no hace cálculo de lo que pueda pasar.

SEMANA: ¿En qué le gusta gastar el dinero a Rodolfo?

S.O.: Le encanta vivir superbién, le gusta la buena comida, los buenos vinos y los viajes familiares. Él me dice que, si nosotros no vivimos bien los dos, las colitas que quedan sí se darán los lujos que no nos dimos en vida y fuimos quienes trabajamos.

SEMANA: Siempre viste con ropa de marca, ¿usted le escoge el ropero?

S.O.: No, él lo hace solo.

SEMANA: ¿Sigue igual de enamorada?

S.O.: Sí. ¿Sabe una cosa? Le daré un consejo y secreto: después de 50 años de matrimonio, el amor se transforma, pero hay algo que no se puede perder, el respeto. Yo por Rodolfo siento amor, respeto y admiración. Hemos tenido muchas crisis matrimoniales, como cualquier pareja, pero las hemos sabido sortear.

SEMANA: Cuando están bravos, ¿quién agacha la cabeza primero?

S.O.: Él, es demasiado noble.

SEMANA: ¿Cómo se llaman?

S.O.: Él me llama Soco, yo le digo Ro.

SEMANA: ¿Y cuándo están bravos?

S.O.: Él, cuando está bravo, me dice Socorro. Yo lo llamo Rodolfo.

SEMANA: Usted es la gerente de la campaña, ¿cómo van las cifras? Dicen que es muy austera.

S.O.: Sí, yo defiendo mi plata, la suya, la de todos. No acepto que si un lapicero Kilométrico vale, por ejemplo, 500 pesos me traigan uno que valga 1.000. No me importa quién lo compró. Yo reviso las cuentas, las cajas, miro todo lo que es gasto. En la campaña tenemos un dinero muy limitado para gastar. Yo les digo, por ejemplo, por qué dejan tantas luces prendidas. Para tener algo hay que cuidar el centavo, tal como me lo enseñó Lola Suárez, la abuela de Rodolfo; él es igual a ella, de ojos azules, el mismo empaque.

SEMANA: Rodolfo promete dormir a las siete de la noche. ¿Cómo piensa que él trasnocharía en caso de que pase algo en Colombia?

S.O.: Rodolfo siempre está durmiendo a las siete u ocho de la noche, pero se levanta a las cuatro de la mañana. Es una costumbre en toda su vida. En realidad, tenemos trocados los horarios porque yo me acuesto a la una de la madrugada, entonces, yo le cuento lo que pasa de ocho de la noche a una de la mañana.

SEMANA: Por último, si no se convierte en presidente, ¿lo ve de gobernador de Santander?

S.O.: No contemplamos la posibilidad de perder. Eso nunca. Igual, no lo veo de gobernador.