Excepto en Bogotá y Boyacá, el No ganó en el centro del país y en casi todas las ciudades, en donde el conflicto armado es más bien remoto y la mayoría de sus habitantes tienen mejores condiciones de vida. En cambio, en los pueblos azotados directamente por el conflicto, los más pobres y marginados, el ganador fue el Sí. En Caloto, Cajibío, Silvia, Barbacoas, Tumaco, Mitú y Macarena obtuvo más del 70 por ciento. En Miraflores, Valle del Guamuez y Toribío superó el 86 por ciento, y en Bojayá, población tristemente recordada por la masacre perpetrada por las Farc, el Sí ganó con un 96 por ciento. Incluso en San Vicente del Caguán, una región históricamente azotada por la guerrilla, triunfó el Sí con un 62 por ciento. Estos resultados dejan en claro, primero, que las víctimas estuvieron dispuestas a perdonar; segundo, que las personas que no han sufrido el conflicto decidieron por los habitantes de las zonas rurales en donde la violencia ha predominado; tercero, que el país urbano y el rural son cada vez más dos mundos distintos y desconectados.