Ecuador atraviesa por una de sus peores crisis de violencia y seguridad de su historia, a tal punto que el presidente Daniel Noboa señaló que el país está en un “conflicto armado interno” y le declaró la guerra a la delincuencia.
Revueltas y hechos violentos en seis cárceles, fugas de líderes de bandas delictivas, una ola de crímenes y la toma por parte de hombres armados del canal de televisión TC en Guayaquil, entre otras situaciones, han generado el caos y la incertidumbre en el vecino país.
En su más reciente columna de Contexto ganadero, José Félix Lafaurie, presidente de Fedegán y miembro del equipo negociador del Gobierno con el ELN, advierte que Colombia puede recorrer ese mismo camino, “pues padecemos los mismos síntomas producto de las mismas enfermedades”, señaló.
“Podemos estar a un paso de la desestabilización que hoy sufre Ecuador. La respuesta del presidente Noboa es la correcta: la restauración del orden a partir de la seguridad y el imperio de la ley… Ese es el camino: primero el orden, como condición para la verdadera libertad; lemas de nuestro escudo”, puntualizó el dirigente gremial.
Hizo un recuento de lo que ha pasado en Ecuador y señaló que los problemas no surgen por generación espontánea.
“En 2017, Rafael Correa, antes de dejar la Presidencia de Ecuador “hizo el mandado” e indultó a 3.000 personas convictas por narcotráfico. En 2018, Santos nos dejó un Acuerdo espurio con las Farc, garantizándoles impunidad por todo tipo de delitos, y… lo más grave: nos dejó 300.000 hectáreas de coca”, dijo.
Según él, el cáncer —como lo llamó— que ha hecho metástasis en ambos países es el narcotráfico, con su poder corruptor y su capacidad para suplantar al Estado, generar violencia y desestabilizar un país al amaño de sus intereses.
“La fumigación con glifosato, que llevó los cultivos a niveles mínimos al final del gobierno Uribe, se movió en la frontera con Venezuela al ritmo de las fricciones con Chávez. Sin embargo, en 2007, Correa llega al poder y los dos socialistas del siglo XXI hacen causa común contra Colombia por la fumigación, incluidas la demanda ecuatoriana ante la Corte de La Haya y la amenaza de Correa de derribar aviones de fumigación. Por esas dos fronteras resucitó el narcotráfico, que hoy es poder efectivo, tanto en la frontera nororiental en el Catatumbo, y en la suroccidental en Putumayo, Nariño y Cauca, a un paso de Ecuador; una peste que se expandió a otros territorios con la suspensión total de fumigaciones en 2015, bajo la presión de las Farc en la mesa de negociaciones”, recordó Lafaurie.
A esto, considera que se suman dos agravantes tanto en Ecuador como en Colombia: el desdoblamiento de las mafias en cientos de bandas criminales de enorme impacto desestabilizador en las ciudades a partir del microtráfico, y la presencia comprobada de las violentas mafias mexicanas.
“El panorama en Colombia no es halagüeño: 400 municipios están bajo control territorial de grupos criminales para la protección de sus rentas ilícitas. De 48.000 hectáreas de coca pasamos a 300.000 y, de contera, en ese mayor hectareaje aumentó la productividad, de dos a cinco cosechas anuales. La mayor producción, sumada a la competencia del fentanilo y demás drogas sintéticas, generó una caída pronunciada de las exportaciones”, explicó.
Y manifestó que los campos están inundados de coca y las ciudades y pequeñas y medianas poblaciones, de cocaína, “lo que ha multiplicado los ‘emprendimientos criminales’ y la competencia mortal entre ellos, disparando una violencia anárquica y diferenciada a nivel regional, según sean los actores violentos en cada territorio”, concluyó.