La llegada de Fabio Hipólito Mariño al máximo órgano de la Universidad Militar Nueva Granada no cayó bien en un sector de las Fuerzas Armadas del país. Para algunos, su pasado en el M-19 no compagina con una institución que por años ha formado a quienes tienen como misión combatir las estructuras ilegales.
En un reciente artículo, el portal narra cómo su nombramiento en el Consejo Superior de esa institución, en la semana de pascua, generó incomodidades. “Precisamente en la columna vertebral de educación superior de muchos particulares, pero sobre todo de muchos militares, no llegó con buen recibo la designación de un exintegrante del M-19″, señala el medio.
Mariño ha tenido una vida activa en la política tras su desmovilización de las estructuras del M-19 en los años noventa. Ha pertenecido a la Alianza Democrática M-19, Colombia Humana y Partido Verde.
Con otros antecedentes políticos, en 1990 fue elegido concejal de Cali y cuatro años después integró un proyecto de educación para la paz del entonces gobierno de Ernesto Samper. Trabajó en Fenavip y luego en la Alcaldía de Gustavo Petro, en Metrovivienda y como subsecretario de Salud de Bogotá.
Desde que Gustavo Petro fue nombrado presidente, se anticipaba que él, que fue uno de los líderes del M-19, tuviera un lugar en el Gobierno, pero sorprendió que fuera designado en una institución que representa el corazón de las fuerzas militares.
Se trata de una de las entidades de educación superior con más tradición del país. “Tiene uno de los mejores campus universitarios del país, el cual cuenta con moderna infraestructura física, amplios escenarios recreativos, aulas de última tecnología, laboratorios de práctica, bibliotecas, auditorios, cafeterías y un exclusivo servicio de transporte gratuito: el tren de la Sabana”.
Cuando era militante del M-19, Mariño era conocido como el Comandante Hipólito Blanco. Se trataba, según un perfil de Las 2 Orillas sobre su vida, de un homenaje personal a Hipólita Blanco, la niñera de Simón Bolívar.
En una entrevista publicada en el periódico de la Universidad del Rosario cuenta que llegó al Movimiento 19 de abril, “creado como rechazo a las elecciones presidenciales de 1970 ante el hurto que se hace de las mismas, favoreciendo a Misael Pastrana Borrero y negando la real victoria del general Gustavo Rojas Pinilla” en su juventud.
Y que allí, tras entrenarse en la militancia, viajó “a Nicaragua para apoyar la Revolución Sandinista. Viajé con mi hermano el mago y, antes de partir, nos despedimos de la familia, quienes creían que nos íbamos a estudiar a México. La única que sabía la verdad era La Negra, nuestra hermana que aún hoy buscamos”.
Al regresar al país, el M-19 le encarga la misión de formación de quienes entraban a sus filas. “No a hacer apología de la guerra, sino a enseñar la política, la revolución, la ética revolucionaria, el decoro personal de la lucha por los ideales. Les enseñé a muchachos y muchachas el sentido político de lo que se estaba haciendo; también sobre la guerra y sus consecuencias: la tortura, la muerte, el final”.
El hombre cuenta que en un “papayazo” fue capturado. Fue llevado a los calabozos del DAS y luego al Cantón Norte, donde según relata fue torturado violentamente. “Recibí golpes, fui electrocutado, asfixiado, sumergido en la orina y el estiércol de los caballos hasta casi el ahogamiento. Me aplicaron pentotal, el suero de la verdad; era su oficio, querían sacarme información, que entregara a mis compañeros, mis jefes; que les indicará nuestros sitios de reunión. Era tal el sufrimiento, que trataba de engañarlos, dándoles información falsa, pero con eso sólo lograba más golpes y violencia”, relata en esa entrevista.
Tras estar ya en la vida civil, Mariño ha contado que logró sanar todo eso que vivió preso. Escribió un libro llamado El perdón. En este escribió que “Perdonar es aprender a buscar en la alegría de vivir un acto que demande lo mejor del ser humano”.
Añadió que “olvidar es casi imposible y, por ello, es necesario recordar para no dejar perder tantas alegrías con sus aprendizajes, para no repetir tantos dolores impuestos, para asegurar que Colombia no vuelva a acercarse a los linderos del abismo del sufrimiento social y la desesperanza por la que la han obligado a transitar. Pero, sobre todo, para poder decir -sin temores- “ofrezco mi corazón como un territorio despejado de violencias, un rinconcito liberado de odios y resentimientos; ofrezco mi vida como una vereda libre de rencores, y lo entrego con amor, como se cuida una labranza campesina dispuesta para la gran cosecha de la paz”.
Mariño entra al Consejo Superior de la Universidad en reemplazo de Víctor Hugo Malagón Basto, un economista de la Universidad del Rosario que ha ocupado diferentes posiciones en el sector educativo y social.