Frente a un espejo está la coronel (r) de la Policía Nacional María Helena Gómez. Se ve, como ella misma lo dice, desgarrada. Hace menos de dos meses, un cáncer de mama etapa 4 con metástasis en el sistema linfático le arrebató el sello que la hacía sentir sensual con su figura femenina y la fuerza que caracteriza a una madre que alimenta a sus hijos por el simple privilegio o milagro que le da la vida.
Ese monstruo de enfermedad obligó a los médicos a practicarle una mastectomía total, le quitaron sus dos senos. Pero ese hecho, aunque doloroso y traumático, no es el que le hace derramar más lágrimas. Se siente desilusionada de la institución a la que le dio casi 33 de sus 52 años de vida.
Mientras estaba en plena recuperación, aún con incapacidad, le llegó la notificación de que era prácticamente despedida de la entidad, lo que institucionalmente llaman calificar servicios. “Solo esperaba un trato digno, que me dejaran terminar mi tratamiento y luego sí poder tomar la decisión de si quería o podía continuar”, dice a SEMANA.
Toma en su mano derecha una de las más de 68 medallas que recibió como reconocimiento a su labor operativa en la Policía por las hazañas que le permitieron ocupar cargos muy importantes dentro de la institución. Siempre se preparó para ser general de la República. Estuvo muy cerca: este año evaluaron a 15 coroneles, 13 hombres y dos mujeres (una de ellas, Gómez), para que ascendieran a tal grado. Pero irónicamente, por primera vez en más de una década, esta promoción, que preparó a hombres y mujeres, no tendrá una nueva mujer general.
Solo cuatro hombres fueron los afortunados. “No entiendo por qué pasó eso, justo cuando estamos en un momento histórico en el que se habla de dar más espacio a las mujeres en roles de relevancia”, cuestiona en medio del tiempo que ha tenido para meditar durante su recuperación.
La coronel Gómez ha hecho historia en Colombia; aunque su nombre no les suene a muchos, los casos que ha resuelto seguramente sí. Ella, con su equipo, fue quien descubrió la polémica avioneta cargada de droga que aterrizó en San Andrés y Providencia en época de la reconstrucción de la isla tras el paso del huracán Iota. Se desempeñó durante dos años como comandante de ese departamento.
Fue la primera mujer Gaula de la Policía, ella entró al sótano de una casa en el barrio Castilla a rescatar al niño de tres años Vytis Karanauskas, de ascendencia lituana, secuestrado en 2003. Lo encontró disfrazado de mujer y solo repetía que sus captoras lo iban a llevar a conocer a Mickey Mouse. Fue la entonces capitán Gómez quien les devolvió al país y a su familia la alegría de rescatar a un ser inocente.
Sus operativos como policía judicial han inspirado libros y series de televisión. Durante seis meses tuvo que dejar a su familia de lado (esposo e hijo de 5 años) y tener una vida paralela, pues requirió ser una agente encubierta para atrapar a uno de los narcotraficantes más peligrosos del país. La misión era dejar al descubierto a Eduardo Restrepo Victoria, alias el Socio, exmiembro del cartel del Norte del Valle y mano derecha de Wílber Varela. Por su gestión y la del equipo que la acompañaba, el hombre fue capturado y extraditado, junto con sus testaferros.
En época de pandemia, cuando se desempeñaba como comandante de la Sijín de Bogotá, robaron una joyería en el centro comercial Gran Estación; las impactantes imágenes se hicieron virales en redes sociales. Bajo su liderazgo y en solo ocho días ya tenían capturados a los responsables.
Como comandante de la Policía de Transmilenio gestionó la necesidad de que existieran cámaras de seguridad en los articulados para garantizar mejores resultados a la hora de judicializar a responsables de delitos dentro del sistema masivo de transporte. Cada vez que cuenta los relatos, sus ojos brillan de alegría. Es que para ella la Policía era su vida y la motivación para luchar contra el cáncer.
La mujer está decaída, ha perdido siete kilos desde que le diagnosticaron la enfermedad, el 31 de octubre de 2022. Sus manos son delgadas y apenas puede sostener lo que agarra. Por los ganglios que le quitaron, perdió movilidad en sus extremidades superiores. Duró semanas esperando que el teléfono sonara y que al otro lado de la línea le hablara “su papá institucional”, como llama al director de la Policía, el general William Salamanca, para preguntarle al menos cómo estaba, o darle ánimos en un momento tan difícil como el que estaba pasando su directora de incorporación a nivel nacional, pero tal conversación nunca llegó.
En cambio, recibió de manera informal el peor mensaje de su vida. En la mañana del viernes 8 de septiembre de 2023, mientras estaba sola en su apartamento haciendo terapias, una notificación de WhatsApp llamó su atención. Un conocido le mandó la foto del decreto que decía que la coronel prácticamente era despedida de la institución; el documento estaba revisado por el ministro de Defensa, Iván Velásquez, firmado por el presidente de la República, Gustavo Petro, y contaba con el aval de los actuales generales de la Policía.
“Quería derrumbarme, el único que estaba ahí para consolarme era Tomy, mi perro, luego llegaron mi esposo y mis hijos. Es mi familia, a la que tantas veces desplacé por el trabajo, la que me ha sostenido”, dice la oficial, que admite que, aunque siempre sirvió al país con amor, se arrepiente de haber priorizado por momentos su trabajo antes que su salud. Relata que una que otra vez, incluso en épocas de quimioterapias, estuvo trabajando y no se excusó del servicio, pero esta cirugía, que tardó más de ocho horas y en la que prácticamente sucedió una mutilación, la obligó a parar.
Su esposo escucha el relato y, ahogado en llanto, reprocha: “Lo que le hicieron es miserable; el cáncer requiere estar anímicamente bien, pero en plena incapacidad la Policía me la está desmoronando. Ella es un ser humano, no solo un número más de uniformados”.
La institución no actuó de manera ilegal, el llamamiento a calificar servicios es discrecional. La coronel no quedará sin tratamiento y podrá seguir con su seguro de la Policía, porque es un derecho que se ganó durante tres décadas de trabajo. Por esa razón, la coronel no quiere revertir la decisión del Gobierno nacional, solo pide que la próxima vez que hagan algo similar piensen en que “los discursos de ser una Colombia Humana, de la equidad e igualdad se deben demostrar más con hechos que con palabras”.
Como si todo lo que ha pasado fuera poco, la Policía le retiró el esquema de seguridad, a pesar de las amenazas que recibió por la lucha frontal contra bandas criminales.
Para la coronel una llamada o un acompañamiento interinstitucional sería útil para fortalecer la moral de los uniformados, como ella se lo enseñó a cuatro promociones de policías que sacó adelante como directora de escuela, dos generaciones de oficiales y dos de patrulleros. Son ellos los que le han dado motivación para mantenerse en pie, pues la llaman y la visitan. Cada vez que entra a quimioterapias y la atiende el enfermero que fue su alumno, sabe que valió la pena inculcar esos valores en sus pupilos. Por el momento solo ora en un altar que tiene en su casa para poder también ganar su lucha contra el cáncer y la indiferencia.