A esta hora en el noroccidente de Bogotá hay una pareja ahogada por el más profundo de los dolores: la pérdida de una hija. Alejandra Lineros Goubert, de 11 años de edad, falleció a las 8:20 de la noche del miércoles de la semana pasada en la Unidad de Cuidados Intensivos de la Fundación Clínica Shaio. Aunque en el certificado de defunción dice que la causa de la muerte de esta niña, amante del patinaje y de la música, fue "por causas naturales", a sus padres no los convence el argumento. "Exigimos una investigación", dice el papá Fabián Eduardo Lineros Castro. "Queremos que se sepa realmente qué ocurrió para que a nadie le vuelva a pasar una situación como esta", agrega Eveline Goubert, la mamá. Pero, ¿qué pudo haber pasado para tan tremendo desenlace? Los padres creen que hubo una negligencia médica fatal. Según ellos, la niña empezó a sentir mucha sed 15 días atrás. Ellos, entonces, empezaron a darle agua y jugos. La pequeña, sin embargo, insistía en que no calmaba la sed. Luego empezó a darle diarrea y dolor de estómago. El viernes primero de junio decidieron llevarla al médico. Fue atendida a las 9:10 de la noche en la Fundación Clínica Shaio en donde el pediatra de turno les dijo que tenía una gastroenteritis que podría ser tratada con acetaminofén y sales de hidratación. El sábado la niña siguió decaída por lo que el domingo decidieron volver. Ingresaron a la Clínica Shaio en donde fueron recibidas por el doctor Andrés Eduardo Carvajal quien, vestido con la camiseta de la Selección Colombia, les dijo que no se inquietaran y que se fueran tranquilos a ver el partido del equipo nacional que ese día jugaba contra Perú. Según los padres, el médico no se paró de la silla sino que les reiteró que los síntomas de reflujos eran propios de una gastroenteritis. Le recetó una tableta diaria de omeprazol, además de darle más jugos. La consulta duró unos breves minutos y a pesar de que ya llevaba así tres días no se le tomó siquiera una muestra de sangre para descartar otro mal. La familia consintió a la niña el domingo durante el día pero ella empezó a desvanecerse por lo que al atardecer volvieron a la clínica. "Refiere dificultad respiratoria, dolor y palidez", dice la historia clínica a la que tuvo acceso SEMANA. Según el testimonio de ellos, esa noche fue remitida a urgencias, donde se dieron cuenta de que los niveles de azúcar estaban disparados. "La medida normal para una persona es de 70 a 100, los resultados mostraron 500", aseguran. A esa hora la situación se había vuelto crítica. Entonces la trasladaron a cuidados intensivos en donde los médicos empezaron a luchar por salvarle la vida. Entre lunes y martes, sus órganos empezaron a fallar, entre ellos el cerebro. El padre fue autorizado a entrar y le imploró a su hija: "Princesa, princesa, ¿tú sabes quién soy yo?". "Papá, papá", respondió ella. Fueron sus últimas palabras. La niña murió el miércoles. El jueves fue el entierro al que asistieron todos sus compañeritas del Colegio Mount Vernon, quienes, estupefactos, no daban crédito a lo sucedido. Se había ido para siempre una ejemplar estudiante de sexto grado. A su edad hablaba un inglés perfecto y siempre estuvo entre las tres alumnas más destacadas. ¿Por qué se truncó una vida así? La familia cree que fue por pura desidia médica. Entre tanto, en la clínica consideran que hubo un fallo de los padres al no informar con precisión todos los antecedentes de la paciente al momento de ingresar a la primera consulta. Los padres argumentan que respondieron todas las preguntas que les hicieron. Como el sistema de salud en el país está colapsado, los médicos tienen que atender al mayor número de personas en el menor tiempo posible. Entre más y precisa sea la información que se les dé a los médicos a la hora de la consulta, ellos pueden actuar mejor. "Hacemos un llamado a la ciudadanía para que al hacer ingreso a urgencias presenten toda la información médica disponible", asegura el comunicado oficial de la Clínica Shaio. Ahora el caso es materia de investigación y serán las autoridades las que determinen quién falló. Lo cierto es que la señora Evelin Goubert asegura que lo importante es hacer lo correctivos necesarios en la atención a los pacientes para que ninguna madre sienta un dolor igual. "Sin mi niña siento que me he muerto en vida", dice.