La opinión pública ha recibido bien el arranque del gobierno de Claudia López. La mandataria ha enviado señales positivas en los primeros días de su mandato sin caer en el juego de la polarización, con un gabinete mayoritariamente técnico, un discurso sereno y continuidad a proyectos clave para el futuro de la ciudad, como la primera línea del metro de Bogotá. La alcaldesa ha tenido olfato político para construir sobre lo construido, una de sus promesas de campaña. Con el peñalosismo hizo las paces tras su histórico triunfo con más de un millón de votos. Señaló que Enrique Peñalosa fue su “maestro y mentor” y ratificó varios de sus funcionarios en posiciones clave, como la Empresa Metro, TransMilenio y la entidad a cargo del manejo del talento humano. Con el petrismo también ha tenido gestos significativos. Funcionarios del entonces alcalde Gustavo Petro están de vuelta. Blanca Inés Durán dirigirá el Instituto Distrital de Recreación y Deporte (IDRD), y David García regresó a la dirección de la Orquesta Filarmónica de Bogotá.

En el Concejo el ambiente no puede ser más favorable. El día de su posesión, Claudia logró una aplastante coalición conformada por 34 de los 45 concejales, lo que le va a permitir tramitar sus iniciativas sin traumatismos. Y, además, tuvo la gallardía de pedirle a su partido, la Alianza Verde, que le cediera la presidencia de la corporación en el primer año a Carlos Fernando Galán, del movimiento Bogotá para la Gente, quien también sacó más de un millón de votos y por poco le gana las elecciones a Claudia. Galán aceptó y sus seguidores se sintieron reconocidos con la actitud cortés de la nueva mandataria. Hoy el único partido en oposición formal es Cambio Radical. De hecho, el Centro Democrático y Colombia Justa Libres, que muchos preveían como de oposición por sus claras posturas de derecha, optaron por declararse en independencia. Con ese panorama a su favor, todo indicaba que la mandataria tendría un camino despejado. Pero no fue así. No había terminado de posesionarse y acomodarse en su despacho cuando surgió el que promete abanderar la oposición férrea a su gobierno: el exalcalde y senador Gustavo Petro. Con el petrismo también ha tenido gestos significativos. Funcionarios del entonces alcalde Gustavo Petro están de vuelta.

Desde su tribuna en Twitter, ha cuestionado duramente a la alcaldesa, principalmente, por darle continuidad al contrato del metro que adjudicó Peñalosa. También ha dicho que la reserva Van der Hammen estaría en “peligro” y objetó la política de salud al señalar que se busca la “privatización de los hospitales”. Las cuatro mujeres que conforman la bancada de Petro en el Concejo se sumaron a la coalición a favor de Claudia. Pero él no ha ahorrado ningún adjetivo para criticar a la alcaldesa, en un ejercicio al que se sumaron sus más fervientes seguidores en las redes sociales. Ni siquiera el uribismo ha emprendido una arremetida de esas características. La supuesta corrupción en el metro ha sido el foco de los cuestionamientos, pese a que ninguna instancia judicial ha señalado, al menos, indicios de ilegalidades en la estructuración de la megaobra más importante en la historia del país, valorada en 22,3 billones de pesos.

“Ella verá si quiere ser recordada por ese desastre (…) ¿Cómo es que la adalid de la consulta anticorrupción decide mantener al responsable de los hechos de corrupción al frente del metro?”, ha dicho Petro. Claudia no se ha quedado callada. Esta semana grabó dos videos para desmentir esos señalamientos y, en declaraciones a los medios, respondió con firmeza: “Para Petro y Hollman el metro es corrupto porque no es el de ellos”. Desde la campaña, el exalcalde le puso condiciones a Claudia para apoyarla. Le pidió reversar el metro elevado y revivir el subterráneo, un proyecto que quedó en veremos porque nunca logró pasar los exigentes filtros de la Nación, en el Gobierno de Juan Manuel Santos, y de la banca multilateral. Como Claudia se negó a esa exigencia y anunció que le daría continuidad al contrato del metro elevado si lo encontraba adjudicado, tal y como sucedió, esa relación se rompió. En las elecciones, Petro hizo todo para que ella perdiera y le puso de rival a Hollman Morris. En la segunda vuelta, en junio de ese año, ella no solo anunció su voto por Petro, sino que se la jugó a fondo por él, le hizo campaña y convenció, además, a Antanas Mockus y a Íngrid Betancourt de sumarse a dicha causa para contener a Iván Duque. En este agrio rompimiento también tuvo que ver Sergio Fajardo, uno de los seguros rivales del senador en las próximas elecciones presidenciales. El día de la inscripción de su candidatura, Claudia dijo con entusiasmo que el exgobernador de Antioquia sería el presidente en 2022. Por eso, cuando ganó la Alcaldía, el primer mensaje de Petro fue: “Claudia no nos representa”. Esta actitud del senador de la Colombia Humana ha llamado la atención por la virulencia contra quien fue su principal aliada en momentos cruciales del pasado. Cuando el entonces procurador Alejandro Ordóñez destituyó a Petro por el caos desatado tras la puesta en marcha de su modelo de aseo en Bogotá, Claudia estuvo de su lado. Como parte de la estrategia política, el petrismo creó la campaña “Petro no se va” con el fin de presionar a la Procuraduría y a los jueces. En marzo de 2014, la entonces senadora del Partido Verde fue hasta el despacho del alcalde junto con su colega Jorge Iván Ospina y le manifestó su solidaridad. De hecho, de ese encuentro hay una fotografía en la que aparece Claudia con el mensaje NO pintado en la palma de su mano derecha. Petro está a su lado, sonriente. “Él tiene derecho a terminar su mandato y a gobernar con el programa que ganó”, dijo ella en esa oportunidad. En las últimas elecciones presidenciales, en 2018, Claudia fue la fórmula vicepresidencial de Fajardo. En la segunda vuelta, en junio de ese año, ella no solo anunció su voto por Petro, sino que se la jugó a fondo por él, le hizo campaña y convenció, además, a Antanas Mockus y a Íngrid Betancourt de sumarse a dicha causa para contener a Iván Duque. La situación no era sencilla por los temores que despertaba Petro entre la clase empresarial, que lo relacionaban con el chavismo y las expropiaciones. Ni Mockus ni Íngrid estaban tan convencidos de la decisión. Fajardo decidió votar en blanco. Por eso, para calmar las prevenciones, inventaron la famosa tabla de los diez mandamientos, uno de los cuales prometía “respetar el derecho a la propiedad privada”. Casi que en un ritual, Claudia, Mockus, Íngrid y Petro anunciaron su alianza a las afueras de la basílica del Voto Nacional, como símbolo de la reconciliación.

Eso es cosa del pasado. Dicen que la política es dinámica. Hoy Petro tiene la mirada puesta en 2022, y Claudia, que ganó sin necesitar de su apoyo, encarna la voz del centro que triunfó a nivel nacional en las elecciones locales. Por ahora, en el Palacio Liévano evalúan con pinzas la oposición de Petro. “Respetamos sus posiciones. Ojalá que las cosas que nos unen con la Colombia Humana sean lo que brille y no las diferencias”, dijo el secretario de Gobierno, Luis Ernesto Gómez. Un éxito de Claudia en la Alcaldía afianzará la tesis de que es posible gobernar en Colombia sin acudir a los extremos ni a la polarización. Eso no le conviene al senador que basa su estrategia en lo contrario.