Esta semana, al mismo ritmo de la preocupación por el coronavirus, en la política otra noticia creció con fuerza huracanada: la Ñeñepolítica. Después de conocida la existencia de miles de audios de José Guillermo ‘Ñeñe’ Hernández, el foco se concentró en descubrir quién era su enigmática interlocutora, que, en las transcripciones de la Justicia, apenas aparecía como MD. La respuesta levantó escollos. Se trataba de María Claudia Daza. Cayita es una de las personas de confianza del expresidente Álvaro Uribe, miembro de su Unidad de Trabajo Legislativo en el Congreso. Ella era quien le decía al Ñeñe que había conseguido 1.000 millones de pesos para la campaña de Iván Duque en La Guajira y que estaba buscando empresarios para mover la plata por debajo de la mesa.
Uribe, que suele ir hasta el final con sus tropas, en este caso marcó distancia a las pocas horas. “De parte de ella sería un abuso mayor con el presidente Duque y su transparencia, y con mi persona, que he luchado con toda pulcritud”, escribió en un trino. Daza emitió un comunicado de prensa en el que decía que “no acepta y rechaza enérgicamente que se le endilgue la autoría de una conversación”. Agregó que eso no es propio de su vida de servicio y lealtad con una “persona y una causa en la que he creído con honradez, convicción y afecto”. En el momento en que salió este comunicado, el exmandatario estaba al aire en una entrevista con Vicky Dávila para el canal de SEMANA. “Esto para mí ha sido un episodio doloroso. Estoy muy mortificado”, dijo Uribe, quien reconoció que Daza era una mujer de su “entera confianza”. Y relató que, luego de hablar con un periodista que le había informado que MD era ella, tenía la obligación de pronunciarse públicamente. Y en plena entrevista le pidió la renuncia: “Es necesario que ella tome la decisión de desvincularse”. Inmediatamente, Daza presentó esa carta.
Desde ahí, muchos comenzaron a esculcar el papel que Daza cumplía no solo en la oficina del senador Uribe, sino frente a la Presidencia. SEMANA tuvo acceso al registro de visitas de la Casa de Nariño. Este muestra que Daza estuvo allá 17 veces en los 19 meses que lleva Duque en el poder. Los encuentros son en su mayoría rutinarios, como parte del trabajo de ella como asistente del líder del Centro Democrático, e incluyen funcionarios como Jaime Amín, Karen Abudinen, Jorge Mario Eastman, María Paula Correa, Emilio Archila y Clara María González. Por todas esas gestiones, en el Congreso, en Palacio y en el partido consideraban a Daza una funcionaria diligente, competente y popular en el uribismo. Por eso, en esa colectividad llamó la atención los términos de su salida, pues, a pesar de que negó ser la interlocutora del Ñeñe, para todos los conocedores de la campaña sí se trataba de ella. El propio Uribe explicó por qué, en este caso, reaccionó en forma tan distinta de lo que acostumbra. “Yo he sido toda la vida un defensor de mis colaboradores. Se equivocan los que dicen que yo los he inmolado. Solo he procedido con franqueza y a tiempo”, dijo. El escándalo de la Ñeñepolítica ya tuvo su primer coletazo en el expresidente. La Corte Suprema le abrió indagación preliminar y decretó pruebas. Pero para llevar esa transcripción a otro nivel y vincular a Daza a la investigación judicial se necesitan varios elementos. Primero, que aparezca el audio y que este quede incluido formalmente en un proceso contra ella. Las transcripciones, lo único que hay hasta ahora, a veces resultan inexactas o sacadas de contexto. En consecuencia, la grabación original es fundamental. Segundo, la Justicia debe determinar por medio de una prueba acústica forense que la mujer que aparece en el audio es ella efectivamente. Y eso puede tardar, pues un juez debe decretarla y someterla a discusión. Por ahora, solo se sabe que habla MD, siglas que corresponden a “mujer determinada”, y no a María Claudia Daza, como algunos han pensado.
Y, por último, es preciso comprobar la veracidad de lo que dicen en la conversación. Aunque hablar con el Ñeñe hace unos meses no era lo que parece hoy, de la conversación que tiene en aprietos al uribismo resultan dos cosas frente a la asistente del exmandatario: que Daza se la estaba jugando toda por apoyar a Duque, pero que se le fue la mano. Y que, como se trata de una conversación con un muerto y probablemente no hay sustento documental, puede que sea difícil ir más allá a la hora de comprobar que ella sí consiguió 1.000 millones de pesos por debajo de la mesa para la campaña duquista en la costa. En todo caso, para una furibista que siente que dio muchas batallas por sus jefes, no ha sido un final feliz.