Ser adolescente en esta década del siglo XXI es más difícil que en cualquier otro momento. No se trata de una frase hecha sino de una realidad que repiten padres, autoridades escolares y psicólogos. El océano de internet, la hipersexualidad que impregna el día a día de los jóvenes y la posibilidad de compartir al instante fotos, videos y pensamientos desde el anonimato de las redes sociales, marcan la vida de los muchachos. Una vida que puede desencadenar en ‘juegos’ sumamente peligrosos. Una cara oculta de lo que está sucediendo entre adolescentes se conoció en días pasados en varios colegios de la élite bogotana. Se trata de una práctica que desde hace un tiempo se viene convirtiendo en moda entre muchos jóvenes. La situación salió a flote cuando una chica acudió ante las autoridades de su colegio para advertir que una de sus compañeras de curso le estaba haciendo matoneo. La joven, al verse señalada, reconoció que sí le había escrito algunos insultos, pero que lo había hecho porque la chica se había dado un ‘toque’ con un muchacho que a ella le gustaba. Además, aseguraba que también guardaba en su celular fotos del joven. El ‘toque’, que en lenguaje adulto significa darse un beso con alguien que no es su novio, y la curiosidad por saber de qué fotos se trataba, sirvieron para abrir la caja de Pandora. En la investigación que realizaron las autoridades del colegio, junto con los padres de las chicas, encontraron que en el celular y en el Facebook de la joven que denunciaba ser víctima de matoneo, tenía decenas de fotos de niñas y niños desnudos. “Hay de todo, algunas fotos son de chicas que posan sensuales, pero también hay otras en las que hay desnudez explícita”, le comentó a SEMANA uno de las personas que vio el material. Este hallazgo fue la punta del iceberg. Las averiguaciones establecieron que se trataba de una red que hasta el momento se extiende a más de 20 jóvenes, cada uno de ellos con archivos fotográficos de desnudos de niños entre sexto y octavo grado, es decir entre los 12 y los 14 años. En algunos casos, estos archivos contenían cada uno hasta 400 fotos. Esta práctica superó las fronteras de un solo colegio y se extendió por seis de los más prestigiosos centros educativos de Bogotá: San Carlos, Moderno, Femenino, Santa María, Marymount y Campestre. Sin embargo, más allá de estos colegios, lo sucedido pone sobre la mesa una problemática muy seria, que se investiga si se ha extendido a otros centros y a otras ciudades, ya que hay indicios de que se trata de una tendencia entre los jóvenes. ¿Cómo se conseguían las fotos? En el intercambio de archivos fotográficos no había dinero de por medio, ni ninguna intención de prostitución infantil. Se trataba de una dinámica más propia de los niños conocida como ‘la pruebita de amor’. “Si yo te gusto me lo tienes que demostrar mandándome una foto tuya desnuda. Y una vez con la imagen, el chico o la chica, se la comparte a sus amigos y ellos a su vez a sus amigos y así sucesivamente”, resume una de las autoridades de un colegio. Si bien este juego no es reciente y decenas de colegios han advertido este tipo de prácticas desde hace algunos años, la alarma que se enciende con este caso es por tratarse de muchachos muy jóvenes. “Se trata de un campanazo fuerte para los padres y para la sociedad, para que revisemos qué hace que un adolescente de 12 años haga una cosa como esta, ¿cuál es su ganancia?”, se pregunta Efrén Martínez, director de la fundación Consentidos, y psicólogo, que ha sido consultado por las instituciones para saber cómo trabajar este asunto. “No cualquier adolescente es capaz de una cosa de estas. Pero los chicos que lo hacen es en gran medida porque descubren que a través de su cuerpo tienen una herramienta de seducción importante, que les genera sensaciones de autoestima muy poderosas”, explica Martínez. Más allá de las razones que la motiven, este tipo de práctica puede constituir un delito con penas que incluyen cárcel. El grupo Investigativo de Delitos Sexuales, Trata y Tráfico de Personas de la Dijin dijo a SEMANA que no importa que haya consentimiento por parte de los involucrados, el compartir fotos de menores sin ropa está tipificado como un delito tanto en el Código Penal como en los Delitos Informáticos y en la Ley de Infancia y Adolescencia. Para la Policía, resulta difícil hacer un seguimiento estadístico a este tipo de conducta porque en muchas ocasiones, como en esta, los padres o los afectados prefieren no denunciar el hecho para evitar la exposición en los medios y en su círculo social. Moda peligrosa El pasado mes de octubre la sociedad canadiense se estremeció al conocer el caso de Amanda, una chica de 15 años que, agobiada por el matoneo en su salón, se suicidó. El motivo se remontaba a tres años atrás, cuando ella envió a través de una cámara web la imagen de sus pechos desnudos a un usuario que había contactado con ella en un chat de internet. Un año después esa persona colgó la foto en Facebook y los compañeros de colegio de la chica se enteraron. Desde ese momento empezó a sufrir depresión y ataques de pánico. Según comentaron sus familiares, había empezado a consumir drogas y alcohol. A pesar de haberse cambiado de colegio, la foto regresó a su vida y cuando cumplió los 15 años se mató, víctima del acoso cibernético. Jorge Flores Fernández, fundador y director de la página web PantallasAmigas, un portal español dirigido a prevenir y ayudar a los padres cuyos hijos sufren de ciberbullying y sexting, advierte que el hecho de que los chicos cedan privacidad es una puerta a grandes riesgos. “La merma de privacidad es un daño en sí mismo, efectivamente, una pérdida. Supone, además, un factor de riesgo o catalizador en otras circunstancias desagradables, como el acoso de un pederasta o el ‘ciberbullying’”, explica. En un mundo en el que internet sirve de vehículo anónimo a pedófilos y explotadores de todo tipo, la circulación de imágenes de desnudez puede representar inmensos riesgos para los jóvenes que las comparten. En el caso de Bogotá, todos los colegios involucrados, alarmados, respondieron en conjunto y con rapidez. En los casos conocidos por SEMANA los centros educativos decidieron no expulsar ni reprimir académicamente a los implicados y realizaron un trabajo pedagógico con ellos. No obstante, de este hecho queda un fuerte mensaje para los padres, los colegios y la sociedad, quienes están ante el reto de enseñar a sus hijos los peligros que puede llegar a entrañar una ‘pruebita de amor’.