Alberto Pérez, de 26, lleva tres años en China. Dice que adora a Wuhan: “Esta ciudad me enseñó que soy capaz de muchas más cosas de las que creía”. Es ingeniero químico y está haciendo su maestría en la Huazhong University of Science and Technology. A finales de diciembre del año pasado empezó a recibir cadenas de Wechat —el WhatsApp chino— sobre un peligroso virus que causaba neumonía. Él no le prestó mucha atención y celebró el año nuevo en un concierto que ofrecía la sinfónica de Wuhan. “De haber sabido que era tan peligroso, jamás me hubiera expuesto de esa manera”, dijo.En los primeros días de enero la universidad envió un comunicado donde les recomendaba a los estudiantes quedarse en sus casas. El 22 de enero recibió un chat que advertía que iban a cerrar la ciudad. “Pensé que era una noticia falsa, pero de todas maneras compré un pasaje para salir de Wuhan al otro día. Pero media hora antes de abordar cancelaron los vuelos. Corrí a una terminal para ir a alguna ciudad cercana. Estaba cerrada. Fui a varias estaciones de bus, pero tampoco. Me quedé encerrado en la ciudad”.Cuando Alberto llegó a su habitación, en una residencia universitaria, le aterró la idea de no tener cocina. Los supermercados en esos días solo vendían alimentos para cocinar. Cuando fue a comprar algo, tampoco había mucho. Los primeros que llegaron se llevaron los enlatados, las galletas, los dulces, los cereales. La buena noticia era que la universidad les haría llegar dos o tres comidas al día.
Después al joven le preocupó no poder comprar más tapabocas y alcohol para limpiar su cuarto. “En los primeros días, las farmacias subieron los precios de todo en un 300 por ciento y yo tengo el dinero medido porque soy becado y vivo de la asignación del Gobierno chino que me alcanza para lo necesario. Pero las autoridades reaccionaron muy pronto y empezaron a cerrar las tiendas que se estaban aprovechando de la situación”, recordó.Sin duda, Alberto vivió el peor momento cuando prohibieron salir de las casas; en su caso, de su habitación. En su edificio solo pueden salir una vez a la semana, máximo por una hora. Pero él ha preferido quedarse encerrado. “Trato de concentrarme en mi tesis o escucho música, desde clásica hasta algo actual como Adam Smith. También trato de hacer un poco de ejercicio, pero es muy tedioso estar entre cuatro paredes todo el día”.A su angustia se sumó que hace poco abrieron un centro de diagnóstico frente a su edificio. China ha dispuesto varios lugares para atender la crisis sanitaria e incluso lograron construir centros médicos en apenas 10 días. “Nunca sentí el riesgo de contagiarme como ahora. La universidad nos envía una lista de lo que venden supermercados cercanos. Uno elige lo que quiere comprar, paga y los supermercados te hacen llegar los alimentos para que no salgas. Tengo atunes, granos, galletas y chocolates”.Desde que el Gobierno colombiano anunció que enviaría un avión a recoger a los colombianos atrapados en Wuhan, China, muchos sintieron alivio en medio de tanta angustia e incertidumbre. Por fin saldrían del epicentro del coronavirus que ya causó la muerte de más de 2.600 personas. Pero no todos han podido celebrar la noticia. Alberto Pérez dijo que "perdió la esperanza" de ser evacuado. El joven de 26 años le explicó a SEMANA que le había dado posada en su residencia universitaria a su amigo Jorge Martínez, quien tiene 20 años y es de Venezuela. Sucede que este último había viajado desde Beijin a visitar a su novia y a celebrar el cumpleaños de Alberto. Pero se quedó encerrado en Wuhan y Alberto le permitió que se quedara en su cuarto. "Si yo evacuo no sé qué pasaría con mi amigo", dijo. Los jóvenes preguntaron al consulado colombiano en China. Hasta ayer no habían tenido respuesta definitiva así que Alberto envió una carta diciendo que no evacuaría si no era posible que su amigo viajara con él.
El lunes 24 desde el consulado le enviaron un mensaje a Alberto diciéndole que si cambiaba de opinión un bus lo recogería a las 4:45 de la tarde (3:45 a.m. hora Colombia) en la entrada de la Huazhong University of Science and Technology, donde él estudia una maestría en ingeniería química. Alberto no lo hizo.Los jóvenes en medio de la desesperación no podían pensar bien y no sabían a quien acudir. Jorge Martínez se ha visto ante un dilema. Su padre trabaja con el Estado en Venezuela y si pide refugio a Colombia su padre podría meterse en problemas. Dicen que intentaron pedir ayuda a la embajada de Guaidó en Colombia este lunes, pero fue imposible comunicarse con ellos. Hasta hace dos días tuvieron que confesarle a la recepcionista del edificio de residencias universitarias que ambos se estaban quedando en esa habitación. Aunque la mujer se molestó, la universidad les envía dos porciones de comida así que no deben compartir, pero aún no saben si es posible que Jorge se pueda quedar si Alberto se va. Hasta ahora se pondrán en contacto con la universidad donde Jorge estudia en Beijin para comentarle su caso. Dice estar a paz y salvo y tener sus papeles migratorios en orden si Colombia decide traerlo.
SEMANA se comunicó con la Cancillería colombiana y aseguraron que la única información que les había llegado era que Alberto había desistido de volar. Además de los 13 colombianos, también traerán a tres extranjeros que hacen parte de la familia de los colombianos y que habían hecho esta solicitud con un buen tiempo de anticipación.El problema de esta historia es que Colombia rompió relaciones con Venezuela y el gobierno de Maduro no le pediría favores al presidente que ha procurado su caída desde que llegó a la Casa de Nariño. Y la embajada de Guaidó, como se ha visto en otras oportunidades, tiene facultades bastante limitadas, por no decir nulas. Pero por ahora Alberto y Jorge se quedarán en Wuhan esperando que la situación en China mejore. El Gobierno de Maduro, por su parte, ha dicho que confía en las medidas del gobierno chino y que por ahora no evacuarán a sus nacionales.