Entre rejas, pero con un patio que parece una plaza, presos de las FARC en La Picota esperan ansiosos e intranquilos una ley de amnistía o el indulto que les permita salir hacia zonas de desarme de la guerrilla, o incluso a la calle.Después de años en las cárceles, los guerrilleros no ocultan su impaciencia por volver a pisar los campos y sus pueblos, pero tampoco los miedos: primero, por su seguridad; segundo, por conseguir trabajo, y tercero, por cómo podrán recuperar a los suyos.También aguardan órdenes sobre el papel que cada uno deberá ocupar en el nuevo partido o movimiento que la guerrilla ha dicho que formarán una vez que se concrete el acuerdo de paz y se ponga fin a medio siglo de un conflicto que ha dejado más de 220.000 muertos y casi seis millones de desplazados.Le puede interesa: Una ley de amnistía, 24 años despuésPor los avances del proceso de paz, los cerca de 4.000 rebeldes encarcelados en Colombia han sentido la libertad cada vez más cerca. Unos 150 de ellos están de La Picota, que alberga a un total de 8.709 reos, 2.899 más de su capacidad.La agencia AP tuvo acceso a la prisión y platicó con algunos de los guerrilleros, que aguardan noticias de los debates en el Congreso sobre los términos de su excarcelación.Los presos de las FARC permanecen en el patio 4, que asemeja más a una plaza pública que una cárcel: hay carpas que protegen del sol a quienes descansan en hamacas y otras que cubren las mesas que unos han habilitado como áreas de juego y otros como tiendas donde se venden gaseosas, dulces, pasta de dientes, papel higiénico e incluso artesanías. Todo sin la presencia de guardias, que sólo se ven en la puerta de acceso, no más allá.En la prisión mantienen la misma cohesión y jerarquía que las FARC aplican en la selva, y hay quien teme que al salir tendrán que enfrentar un futuro difícil.También puede ver: Ley de amnistía, el triunfal debut de ‘Voces de Paz‘ en el Congreso"Se van a tratar de hacer unos cobros que se quisieron hacer durante la confrontación armada y pueden intentar hacerlos ahorita a mansalva", dijo a AP Orlando Albeiro Traslaviña, de 44 años y 11 preso, uno de los cabecillas de la columna Domingo Biohó, como se le conoce al grupo guerrillero dentro de la prisión.Traslaviña, que tiene la vista erosionada desde cuando le estalló en las manos una carta bomba que estaba elaborando en 2003, también sabe que algunos pueden ver pocas opciones al salir a las calles.

"Para nadie es un secreto que muchos guerrilleros entraron a las FARC de muy niños... entonces lo único que saben hacer es usar las armas", dijo."Donde les ofrezcan un sueldo por hacer lo que saben hacer, va a ser más fácil que ir a meterse a un trabajo que no conocen", añadió mientras de fondo se mezclaba la banda sonora de "Solo en casa" con un acordeón vallenato y la oración de un cura.El grueso de los guerrilleros sólo tiene delitos políticos y quedarán previsiblemente en libertad cuando se apruebe la ley de amnistía. Los acusados de crímenes más graves deberán rendir cuentas ante el tribunal especial de paz, diseñado en el acuerdo aprobado a finales de noviembre. El pacto sustituye la cárcel por otras penas que contribuyan a reparar a las víctimas para quienes admitan su participación en el conflicto.Le puede interesar: Antes del 30 de diciembre será aprobada la ley de amnistíaLa única educación de José Elías Peralta es la que recibió en las filas: comunismo, historia guerrillera y formación militar. Indultado la semana pasada por el Gobierno junto a un centenar de compañeros, dijo que hará "todo lo posible" para participar en el partido."No sé exactamente en qué me desempeñe, vamos a ver", comentó indeciso desde una celda mínima que comparte con otros tres hombres.Y como para muchos rebeldes que se enrolaron cuando eran todavía adolescentes, para Jhonier Martínez el reencuentro con la familia va a ser "truncado".Le puede interesar: Comenzaron los indultos"Ya no están completos. Me mataron un hermano en la misma guerra", dijo el rebelde de 37 años capturado hace 14 en combate. Espera, sin embargo, lograr reunir a sus cuatro hijos.Martínez renunció a una beca de estudios en Canadá para entrar en la guerrilla y ahora graduarse en la universidad y liderar alguno de los proyectos productivos comunitarios previstos en el acuerdo de paz para desarrollar el campo colombiano. Ya tiene varios diplomas en gestión agropecuaria y resolución pacífica de conflictos."Que ya no sea necesaria la coca para vivir, sino que con la yuca se viva mucho mejor", es su esperanza, aunque las zonas dominadas tradicionalmente por las FARC ya están siendo ocupadas por bandas dedicadas al narcotráfico.Por ahora, los presos de las FARC aún tienen que aguardar en el patio 4 a que se resuelva su salida.