Le dije: ‘¿ya se calmó? Acá es a otro precio’. Le propiné tres patadas en el pecho, y en los glúteos otras cuatro”. Con esta frase, el patrullero Juan Camilo Lloreda, el primer condenado por el asesinato del estudiante de Derecho Javier Ordóñez, ocurrido en la madrugada del 9 de septiembre de 2020 en Bogotá, confesó su responsabilidad ante la Fiscalía.
SEMANA conoció la declaración de Lloreda en la que no solo confiesa de qué manera golpeó a Ordóñez, sino cómo lo hicieron otros uniformados. Además, cómo, en un claro acto de omisión, otros policías ignoraron lo que sucedía en el CAI de Villa Luz.
El relato del patrullero arranca cuando estaba con su compañero de turno, Harby Rodríguez, también capturado por este caso, en otro procedimiento de rutina y a punto de irse a comer. “Nos informaron de una riña, terminamos de hacer el comparendo, nos subimos a la moto y nos dirigimos a ese lugar”. Cuando llegaron al sitio, allí estaba Ordóñez, la misma ciudadanía les señaló el lugar donde ocurría la riña y quién era el responsable.
En ese momento, empezó a escribirse la historia del crimen. Los patrulleros se acercaron a Ordóñez y sus amigos, les pidieron que se retiraran, que se fueran para la casa, y, de acuerdo con Lloreda, su compañero de patrulla reconoció a Ordóñez. “Harby dijo: ‘Otra vez, hermano, ese hijueputa es todo problemático’. Yo le contesté: ‘¿Usted lo conoce?’. Él dijo que nos fuéramos a comer, pero yo le pedí que esperáramos a que se entraran”.
La captura
El patrullero cuenta en su confesión que Ordóñez antes de ingresar a su casa se lanzó contra los uniformados, se rasgó la camisa en señal de pelea y golpeó a Lloreda, que terminó contra unas carretas de recicladores. Lloreda asegura que sacó la pistola táser y la usó en dos oportunidades hasta que escuchó un ruido muy fuerte, como de un disparo, que obligó a Ordóñez a correr a la entrada del conjunto. Lo alcanzaron y ocurrió lo que quedó grabado en el video por los amigos de la víctima.
En el piso, Lloreda y Rodríguez trataron de inmovilizar a Ordóñez, pero la fuerza del corpulento hombre no les facilitaba la tarea. “Harby pidió apoyo, y llegó una motocicleta de otro CAI, me quedé con Javier Ordóñez para que no se parara”, se escucha en el relato del patrullero Lloreda.
Finalmente, lograron someter a Ordóñez con el apoyo de otros uniformados; lo esposaron, al igual que a Wilder Salazar, amigo de la víctima. Los dos fueron subidos a una patrulla de la Policía para llevarlos al CAI de Villa Luz, donde los bajaron y ubicaron en un pequeño pasillo entre el baño y la cocina.
¿Qué pasó en el CAI?
La confesión del patrullero Lloreda sobre lo que ocurrió en el CAI es escalofriante. El uniformado aseguró que Ordóñez intentaba golpearse contra el piso del vehículo, y, cuando fue ubicado en el CAI, escupía, lanzaba ofensas, se mostraba muy agresivo. Entonces, Lloreda tomó la decisión de atacarlo. “Le puse el táser en el hombro, y le dije: ‘¿Ya se calmó? Acá es a otro precio’, le propiné tres patadas al pecho y en los glúteos otras cuatro”.
Pasaron varios minutos mientras Ordóñez se quejaba de dolor en el piso del CAI. Su amigo Wilder rogaba por ayuda. Otros uniformados, plenamente identificados por el mismo Lloreda en su declaración, vieron lo que ocurrió, preguntaban por el procedimiento, mientras ignoraban el llamado de auxilio que hacía la víctima.
Los golpes llegaron por montones. Incluso, Rodríguez, el compañero de patrulla de Lloreda, le confesó cómo atacó a Ordóñez cuando trataban de capturarlo. “Yo le di duro contra el pavimento, se dio duro, rebotó contra el piso”, dijo.
Pasaron 15 minutos, de acuerdo con la declaración, cuando los patrulleros Bonilla y Rodríguez se acercaron a Ordóñez y dijeron: “Este man es una porquería, que acostó un man, que le pegó a una vieja. Entonces, les dije: ‘Judicialicémoslo por lo que me hizo a mí’”, señaló Lloreda, al advertir que la mejor forma de mantener detenido a Ordóñez era por violencia contra servidor público.
Mientras Lloreda fumaba afuera del CAI, dice en su declaración, escuchó un golpe muy fuerte donde estaba Ordóñez, entró rápidamente y les preguntó a sus compañeros qué había pasado. “Me dicen que ese hijueputa se está pegando. Cuando vi que se estaba arrastrando, se golpeó contra la cómoda. Lo halé desde la pretina del pantalón, lo levanté para sentarlo y se pegó en la cabeza otra vez”.
Después de levantar a Ordóñez del piso, el patrullero Lloreda les advierte a sus compañeros y comandantes que es necesario trasladarlo a un centro médico: “Bonilla, Harby y Wilder llevaban alzado a Javier, entró un amigo, y nos ayudó a sacarlo y lo subimos a la patrulla”. No pasó mucho tiempo en la clínica y un médico les informó que Ordóñez había fallecido.
La confesión
El patrullero Lloreda fue claro al aceptar su responsabilidad en el asesinato de Ordóñez, incluso para expresar su arrepentimiento por golpearlo cuando estaba sometido en el piso del CAI, pero lo hace con una advertencia: “Sí, acepto que golpee a la persona, lo hice porque me pegó en la cara. Sí fue un error mío, me arrepiento, pero no creo que eso le haya causado la muerte”.
Antes de cerrar su declaración, Lloreda le pide perdón a la familia de Ordóñez y a sus compañeros en la institución. Hasta aseguró que, si pudiera devolver el tiempo, no entraría a la Policía. “No fue mi intención ocasionar esta situación. Era un procedimiento del común, que se salió de las manos”.
Advirtió que estaba predispuesto a enfrentar la situación, pues fue el patrullero Rodríguez quien le dijo que Ordóñez era una persona problemática. “Si yo no supiera quién era esa persona, me hubiera ido a comer”.
¿Cómplices?
La confesión de Juan Camilo Lloreda deja clara la responsabilidad que tendrían otros uniformados en el crimen, como su propio compañero de patrulla, Harby Rodríguez. En los videos de seguridad del CAI de Villa Luz, el patrullero Lloreda no solo se reconoce como uno de los uniformados que golpeaba a Javier Ordóñez; confirma que en las imágenes aparece Rodríguez mientras le pega a la víctima.
La Fiscalía indagó sobre la actuación de otros uniformados para evitar la agresión en contra de Ordóñez, y la respuesta del ahora testigo fue muy franca: no hicieron nada. Todos en el CAI, a pesar de ser testigos de lo que ocurría, simplemente, lo ignoraron y siguieron con sus actividades de rutina.
Lloreda no confirmó que otros uniformados del CAI golpearan a Ordóñez. Lo que sí queda claro es que guardaron silencio cuando fueron indagados por la Fiscalía en las primeras etapas de la investigación.
Las víctimas
El abogado Vadith Gómez, representante de las víctimas, advirtió, sin conocer la declaración de Lloreda, que la aceptación de cargos es la primera parte de una reparación integral para la familia de Javier Ordóñez. Sin embargo, asegura que aún falta por conocer la verdad de los otros policías responsables en el caso, qué uniformados estarían comprometidos por acción u omisión. Un homicidio que desencadenó una violenta protesta en Bogotá y no se puede volver a repetir.