El Manzanares nace en el territorio de la Sierra Nevada de Santa Marta, a 2.300 metros sobre el nivel del mar, en lo que se conoce como la estrella hídrica de San Lorenzo, donde también brotan seis ríos más. Pero la pureza de sus aguas se va desvaneciendo en los 18 kilómetros de recorrido a lo largo de la capital del Magdalena y su área rural. Su agonía es un tema recurrente, pero nunca tan necesario como ahora que su estado medioambiental es realmente crítico. Durante los días de sequía, el Manzanares agoniza por la erosión de sus riberas y el incontrolable número de tomas ilegales. Y cuando llegan las lluvias, la corriente arrastra montañas de basura que terminan en las aguas de la bahía de Santa Marta, a escasos metros de la Marina de la ciudad. Los llamados de alerta ya son incontables, al igual que los anuncios de intervención, pero las soluciones verdaderas nunca llegan. Los programas implementados hasta ahora han sido de poco impacto.

El acueducto local se abastece del Manzanares, el Gaira y el Piedras. Sin embargo, para los habitantes de Santa Marta y sus corregimientos el agua es cada vez más un bien de lujo. Las estadísticas son alarmantes: según el Sistema Único de Información de Servicios Públicos (SUI), de los 213.092 predios existentes en la ciudad, solo 42.080 tienen cobertura de la red de acueducto. Es decir, el 19,7 por ciento de los 507.455 habitantes que en 2018 tenía la ciudad, según el Dane. Y eso que la situación con el servicio ha mejorado en los últimos días. Por lo menos eso cree Virginio Roncallo, un pensionado y habitante de Santa Marta, quien dice que vivieron los días más difíciles el año pasado, cuando pasaron mucho tiempo sin acceso al líquido. Junto con dos vecinos más del sector de Bavaria, uno de los barrios estrato 6 de la ciudad, reunían para comprar un carrotanque cada 5 días, a un costo de 150.000 pesos. Así podían suplir las necesidades de los habitantes de las tres viviendas. Sin embargo, desde mediados de octubre la situación mejoró y el agua ha salido por las llaves casi de seguido. “No tiene mucha fuerza, pero por lo menos la vemos. Ojalá la cosa siga así. Eso sí, el recibo pasó de 12 mil pesos a 60 mil”, señala con un poco de duda. Pese a la falta de agua potable, ninguna administración de la ciudad ha tenido la voluntad política para recuperar el río Manzanares. La escasa cobertura de alcantarillado y el pésimo servicio de recolección de basuras también le ha pasado la cuenta de cobro al río Manzanares. No hay que ser especialista para deducir a dónde van a parar las aguas negras y las basuras de la mayoría de los samarios. Estudios recientes de contaminación microbiológica muestran que las concentraciones de coliformes totales del río han superado los límites normales en un 93 por ciento.

Decisión política ha faltado para lograr verdaderos impactos en la restauración del río y, por consecuencia, en el servicio de acueducto, según varias fuentes expertas consultadas. Entre esas está la de Sandra Vilardy, doctora en Ecología y Medio Ambiente, quien durante muchos años ha trabajado el tema de las fuentes hídricas en el departamento del Magdalena. Para esta investigadora y profesora de la Universidad de los Andes existen las suficientes herramientas teóricas y legales para lograr una recuperación efectiva tanto del río Manzanares como del Gaira, pero ninguna alcaldía municipal ha tenido la voluntad de hacerlo. Y tiene razón, porque, por ejemplo, el 1,5 por ciento de la sobretasa ambiental que se cobra sobre la base gravable del impuesto predial a los samarios está destinado para invertir en ese tipo de programas. Es decir que, en teoría, la fuente de financiación inicial para un programa de alto impacto estaría garantizada. Debido a la urgencia ambiental que vive el país en estos momentos, se puede decir que los problemas están técnicamente diagnosticados, las soluciones propuestas y las líneas de trabajo ya están trazadas, pero no ha habido ejecución. “En un tramo del recorrido del río es competencia de Corpamag y en otro del distrito de Santa Marta. Pero, ninguna administración ha hecho un proyecto pensando integralmente y la credibilidad de Corpamag frente al problema siempre ha estado en entredicho”, afirma la investigadora. El culpable El problema de contaminación del río se ha convertido en un debate. Muchas veces las autoridades competentes responsabilizan a las comunidades que viven en las cercanías de la ronda hídrica, que se estima son 4.500 familias solo en Santa Marta. Y la gente dice que entidades encargadas no asumen su trabajo como deberían. Un círculo pernicioso de culpas.

La alcaldesa Virna Johnson, para solucionar el problema de agua potable de los samarios, deberá rehabilitar los ríos Manzanares y Gaira. El tema de la poca cultura y conservación medioambiental es profundo en todo el país, no solo en Santa Marta. Pero, según Valdiry, algo muy preocupante en el Caribe es la disposición de basuras de las comunidades, debido a que las entidades encargadas de esta actividad y el manejo de alcantarillado no educan en temas ambientales. “Por ejemplo, en la zona turística de Minca las aguas servidas de los hoteles y las fincas van directamente al río. Y Corpamag no hace nada al respecto”, dice. Tratando de unificar caminos, el 31 de octubre de 2018 firmaron el Gran Pacto por el Agua la Procuraduría General de la Nación, la alcaldía de Santa Marta, la Corporación Autónoma Regional del Magdalena (Corpamag), el Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras (Invemar), la fundación Tras la Perla de la América y la Universidad del Magdalena, entre otras entidades. Buscaban trabajar por la restauración de las fuentes de agua de la ciudad. Allí, también, se consolidó el nacimiento del Fondo de Agua de Santa Marta y Ciénaga. Después de la foto y las firmas, el Gran Pacto nunca arrancó, al punto que en abril de 2019 la propia Procuraduría presentó un incidente de desacato contra el alcalde de Santa Marta, Rafael Martínez, y la gerente en ese entonces de la Empresa de Servicios Públicos de Santa Marta (Essmar), Íngrid Aguirre, por no cumplir una acción popular que buscaba priorizar la inversión pública de saneamiento básico para tratar las aguas residuales y resolver la crisis de desabastecimiento de agua potable en la ciudad.

Lina Barbosa, gerente del Fondo del Agua, explica que el problema de desabastecimiento es muy complejo y, por supuesto, está directamente relacionado con el estado de sus fuentes. Tiene tres componentes principales. Primero, los problemas estructurales de la red de acueducto por su tubería obsoleta —se pierde hasta el 60 por ciento del líquido— y por las conexiones ilegales. Segundo, el efecto del cambio climático, agravado por la deforestación. Y por último, la baja conciencia por el agua de los ciudadanos. Muchos comparten la responsabilidad por el estado del Manzanares. La gente lo usa como botadero y se conecta ilegalmente, porque en muchos casos no tiene otra opción para sobrevivir. Se necesitan campañas a largo plazo y con trabajo integral que incluya la educación ambiental y la recuperación del entorno. “Siendo optimistas, y si todo el mundo asume sus responsabilidades, estamos hablando de un proyecto de restauración a 10 años. Que debe ir de la mano de la búsqueda de nuevas fuentes de agua para bajarle a la sobredemanda que tiene el río”, señala Barbosa. En este momento la ciudad necesita 2.500 litros por segundo para cubrir las necesidades de sus habitantes y solo cuenta, en promedio, con 1.500 de las plantas de tratamiento de Mamatoco y El Roble. En los días de sequías críticas baja a 900 litros por segundo. SEMANA quiso conocer la opinión y los planes tanto de la alcaldía de Santa Marta como de Corpomag sobre el grave problema ambiental, pero no obtuvo respuesta. Mientras tanto, cada cierto tiempo anuncian campañas aisladas para recuperar la cuenca del Manzanares, como las realizadas por los voluntarios de la Fundación Salva tu Río, acciones que ayudan a mejorar temporalmente sectores y puntos críticos Eso, según los expertos, son actos de buena voluntad, pero es como tratar de curar con curitas la hemorragia profunda que amenaza con matar del todo la principal fuente de agua de Santa Marta.