El 7 de febrero tendrá lugar el próximo encuentro entre el gobierno y la guerrilla del ELN en Quito, Ecuador, para instalar por fin la mesa de conversaciones. Ambas partes están firmes en los compromisos adquiridos antes de abrir la negociación. Los elenos liberaron a Odín Sánchez, cuyo secuestro se había convertido en el gran obstáculo. Al tiempo el gobierno indultó a dos guerrilleros enfermos, y excarceló a otros dos quienes serán gestores de paz. Sin embargo, el país tiene que prepararse para un proceso muy diferente al vivido durante los últimos seis años en Cuba. Estas son algunas de las razones.Hay menos tiempo. Cuando comenzó el proceso con las Farc se dijo que tardaría meses. No obstante, tomó cuatro años. Esto fue posible porque Santos ganó la reelección y pudo continuar las conversaciones durante su segundo gobierno. La ventana de oportunidad de una negociación con el ELN es más corta. El gobierno cuenta apenas con año y medio para avanzar lo suficiente como para que el presidente la termine o la deje en un punto irreversible. Sin embargo, ya esa guerrilla ha dicho que no se dejará presionar por el tiempo. A su vez, el capital político de Santos es precario, a pesar de su Premio Nobel.Ya existe un espejo. El gobierno Santos logró sacar adelante la negociación con las Farc, y a pesar de muchos errores cometidos, el acuerdo se considera hoy en el mundo como uno de los mejores. Para la mesa de Quito será difícil abstraerse de ese precedente. Es imposible discutir un nuevo modelo de justicia, de desarrollo rural o de participación política. Aunque el ELN no se sienta cómodo con los zapatos prestados por las Farc, la realidad es que el margen de temas por negociar de manera original y propia son pocos.La voluntad de paz del ELN aún no es férrea. Las Farc llegaron a la mesa de La Habana luego de pasar una prueba ácida: la muerte en combate de Alfonso Cano, su máximo jefe. Al seguir adelante a pesar de ello, y al haber abandonado el secuestro antes de sentarse a la mesa, las Farc demostraron la fuerza de su decisión de dejar la guerra. Con el ELN no es tan claro. Su último congreso ha condicionado la dejación de armas a que el gobierno cumpla sus compromisos y muchos mandos regionales son escépticos del proceso. Ahora, es posible que esa voluntad se construya en el camino, con el diálogo y los gestos de confianza mutua.La agenda es más genérica. En La Habana empezaron las conversaciones por el primer punto de la agenda, el agrario. Aunque había consensos sobre lo que debía contener, tomó seis meses desarrollarlo y conciliar las diferencias. En Quito el primer punto será el de participación de la sociedad civil, el cual tiene un enorme riesgo. Dado que el ELN considera esa la esencia del proceso, puede llevar a que, al consultarlo a toda la sociedad, las demandas y temas de agenda desborden la capacidad de la mesa. Nadie puede prever aún si este tema será un proceso complejo y enredado o se limitará a unos foros donde sencillamente se escuche a las comunidades como ocurrió con el proceso con las Farc.El ELN es más lento. La toma de decisiones dentro del ELN es lenta porque exige consenso y esa guerrilla es más horizontal que las Farc, y está más diluida en organizaciones de base. Los elenos suelen consultarlo todo y eso en una mesa de negociaciones juega en contra.El país está pasando la página. Aunque la construcción de paz apenas empieza, la realidad es que el proceso de La Habana dejó exhausto al país en cuanto a las negociaciones. Existe la sensación de que la página de la guerra ya está siendo cerrada por lo que la mesa de Quito tendrá que esforzarse para concitar la atención de la sociedad local y la comunidad internacional. Si bien, en general, existe conciencia de que el acuerdo con el ELN es necesario para que la paz sea completa, la opinión pública tendrá poca paciencia para afrontar las dificultades.