Hace exactamente dos años la agenda política del país sufrió un cambio dramático: el 26 de agosto de 2012, Colombia se enteró de que el gobierno y las Farc habían acordado iniciar negociaciones de paz. Desde entonces, no poco ha corrido bajo el puente. SEMANA repasa algunas facetas de lo que se ha hecho y lo que falta por hacer en este proceso crucial que divide aguas en el país.Tres acuerdos de fondoNunca se había llegado tan lejos:  ese es el primer balance de estos dos años. Desde 1964, con las Farc se ha dialogado alrededor de 12 años en total (cuatro en el gobierno de Belisario Betancur, cerca de dos en el de César Gaviria, otros cuatro en El Caguán de Andrés Pastrana y dos con Juan Manuel Santos). Aunque en tiempos de Belisario se pactó la creación de la Unión Patriótica, esta es la primera vez que se llega a acuerdos de fondo. Lo pactado en torno a una reforma rural integral que beneficie al pequeño campesino, una apertura política con garantías serias para la oposición y planes de sustitución de cultivos ilícitos y políticas distintas para hacer frente al problema del consumo de drogas, no tiene precedente y responde a problemas que están en la base del conflicto armado.No menos importante es que en estos dos años los enemigos de medio siglo han construido confianza y un lenguaje común –indispensables para llegar a un acuerdo– con el que cambien los tiros por los votos. Basta leer los 42 comunicados conjuntos salidos de casi 30 rondas de conversaciones.Aunque el gobierno y las Farc difieren (según el presidente se ha evacuado 60 por ciento de la agenda; los guerrilleros hablan de un 25 por ciento), se han acordado los temas esenciales de tres de los seis puntos de la agenda y, mientras se avanza en la discusión del cuarto, víctimas, se discute en paralelo el del fin del conflicto. De la parte política, sustantiva, se ha pasado a temas que aterrizan el acuerdo: responder a las víctimas causadas por ambas partes, hablar de verdad y justicia y discutir en serio desarme y cese de hostilidades. Ahora empieza lo difícilEsos son precisamente los puntos más complejos y sensibles. En parte por eso, mientras discuten cómo satisfacer los derechos de las víctimas, las partes están intentando ganar tiempo con una comisión paralela en la que militares activos y guerrilleros empezarán a hablar de cómo van a ser el desarme y la desmovilización de las Farc y un eventual cese bilateral de hostilidades.Lo lejos que están las partes quedó claro la semana pasada. El vocero de las Farc Andrés París dijo a la agencia AFP que el desarme será un “largo proceso” ligado a cambios de fondo y garantías políticas y reiteró que “no habrá foto” de la entrega de armas de las Farc. Humberto de la Calle ripostó enérgicamente: “No existe la posibilidad de que las Farc mantengan sus armas para someter al Estado como a una especie de examen del Icfes para calificar al gobierno a ver si está cumpliendo o no con los acuerdos, eso es de la ultra esencia de lo que no puede pasar”, dijo el jefe negociador del gobierno el pasado 28 en Eafit, en Medellín.Para no hablar de lo complejo que será acordar un cese de hostilidades; cómo se concentra y desmoviliza una guerrilla que tiene más de 90 frentes y columnas móviles regados por selvas y montañas y qué mecanismos y organizaciones pueden verificar el proceso e impedir provocaciones.Tiempo, cuánto valesTomó dos años establecer las reglas de juego de la negociación y llegar a tres acuerdos políticos de fondo. ¿Cuánto más tomará pactar lo que falta? El gobierno quisiera cerrar el trato este año pero un realismo básico indica que las conversaciones pueden ir hasta bien entrado el próximo, como mínimo. Y las Farc se toman su tiempo. “No podemos andar haciendo el juego del Estado colombiano que da a entender que ya pudiéramos estar cocinando la última tandita de la sopa de la paz”, dijo a EFE el negociador y miembro del Secretariado Ricardo Téllez.Ya se anunció que irán delegaciones de víctimas a La Habana por cinco ciclos y la Comisión Histórica tiene cuatro meses para producir sus informes; con esto, el punto de víctimas irá mínimo hasta diciembre. Aun si se avanza en paralelo, es imposible decir cuánto tiempo más tomará discutir cómo poner fin al conflicto, que además de desarme y cese de hostilidades, incluye temas vitales como seguridad para los desmovilizados y combate a expresiones paramilitares que puedan atacarlos. Falta, además, convenir si el mecanismo para refrendar lo acordado será referendo o constituyente. Más varios puntos de temas ya acordados que quedaron pendientes.El congelador de La HabanaAunque no hay acuerdo entre el gobierno y las Farc sobre cuántos y cuáles son sus desacuerdos pendientes sobre los puntos que ya se acordaron, son suficientes como para que se dibuje en el horizonte un eventual punto 7, después de evacuar los seis puntos de la agenda.Las Farc han dejado 28 “salvedades”, que esperan su turno en la nevera: 10 del punto agrario, 14 de participación política y cuatro sobre drogas ilícitas. Para el gobierno muchas de ellas como la reconversión de las fuerzas armadas, el modelo minero-energético, la revisión de los tratados de libre comercio no se discuten pues no están en la agenda. Pero las Farc insisten y es un hecho que quedan pendientes. Y el trato es que “nada está acordado hasta que todo esté acordado”…¿Paz sí; guerra no?Aunque el presidente Santos logró su reelección con la bandera de la paz, su mandato no es el más contundente. Y a los 7 millones de votos por el uribismo se suma el creciente pesimismo que muestran las encuestas sobre el eventual resultado de la negociación. Por eso, con cerca de la mitad de la población electoralmente activa en contra, un gran interrogante pesa sobre el proceso: ¿podrá tener éxito una negociación con semejante marca de nacimiento?En los últimos meses, el gobierno dio un viraje. Buena parte de estos dos años se caracterizó por la ‘timidez’ en la defensa del proceso y la escasa pedagogía que hizo sobre la necesidad de una salida negociada. Ahora está haciendo foros y reuniones en las regiones y Humberto de la Calle y Sergio Jaramillo hacen todo un despliegue de declaraciones y comunicados. Eso puede contribuir a virar el navío de la opinión pública, pero, sin un acuerdo final a la vista por ahora y con los sobresaltos que negociar en medio del conflicto puede acarrerar, no será fácil. Y en el horizonte aparece el reto más inmediato: la refrendación popular de lo que se acuerde.A votar por la pazAún no se sabe cómo se refrendarán los acuerdos: las Farc están ‘ranchadas’ en una Constituyente; el gobierno, en un mecanismo como el referendo. Eso es materia del sexto punto de la agenda. Pero, más allá de lo que acuerden, convencer a un electorado abstencionista y escéptico de darle la bendición al final negociado de la guerra no será fácil. El fantasma de Guatemala, donde parte de los acuerdos de paz no fueron aprobados en un referendo, aún asusta a los expertos en resolución de conflictos. Ese es el desafío inmediato más importante que enfrenta el proceso en caso de éxito.Después, vendrá el reto mayúsculo de implementar y cumplir con lo acordado, en un complejo posconflicto.¿’Comisionitis’?“Si quiere que un problema no se resuelva, cree una comisión”, dice una sabia frase popular. La comisión de 12 expertos y dos relatores que van a hacer informes sobre el conflicto y sus víctimas ha sido objeto de críticas prematuras e injustas como las del procurador. No se trata de que produzca una especie de ‘verdad oficial’ sobre el conflicto y sus causas, pues esa no es la idea. Pero su efectividad no deja de despertar cierta inquietud. Si bien puede contribuir a poner en blanco y negro las distintas narrativas sobre este medio siglo, estas ya están hace tiempo sobre la mesa, en libros y documentos escritos por sus mismos integrantes. Para no mencionar que en la comisión hay ausencias individuales, institucionales (como el Cinep, por ejemplo) o de áreas de experticia claves, como las economías ilegales. La comisión puede verse como una concesión a las Farc, que buscan una narrativa que justifique su alzamiento a la luz de la exclusión política y la persecusión violenta al campesinado desde la Violencia. Pero, con su diversidad de puntos de vista, probablemente a eso tampoco llegará.Militares, firmesUno de los grandes aciertos del diseño del actual proceso es haber contado desde el comienzo con los militares. De Casa Verde al Caguán, está probado que no hay negociación posible sin ellos.Con el uribismo embarcado en el peligroso juego de explotar dudas y temores en el seno de los uniformados, mantener a los generales Mora y Naranjo entre los negociadores ha sido clave. Y lo es, ahora, disponer de su experticia para empezar a considerar propuestas realistas de cese de hostilidades, desarme y desmovilización. Estos temas, que tan agudamente dividen a las partes, son de alta complejidad técnica y práctica. Por eso, es clave la presencia de los uniformados en la su comisión en la que participan el general Javier Flórez y oficiales de todas las fuerzas, que estudiará propuestas sobre el fin del conflicto.