Por estos días varios columnistas, incluyendo Germán Vargas y Daniel Coronell, han participado en una polémica sobre el proyecto de renovación urbana, Proscenio. El proyecto se remonta a 2007 con un decreto firmado por el entonces alcalde Luis Eduardo Garzón. La norma establecía que Bogotá necesitaba 22 planes parciales de renovación urbana. En otras palabras que la capital requería de obras de infraestructura para mejorar algunas zonas que con el pasar de los años se habían ido deteriorando. Uno de estos era Proscenio, aprobado en 2010 con el Decreto 334. Está ubicado entre las tres manzanas de las calles 85 a 88 (parque El Virrey) entre las carreras 13A y 15. Originalmente lo promovió la recientemente fallecida Misi, María Isabel Murillo, la famosa directora de musicales infantiles. Ella estaba interesada en desarrollar esa obra porque incluía un teatro donde soñaba con montar sus espectáculos. Desde ese momento hasta 2014 se unió al Distrito en la búsqueda de empresas privadas que le apostaran al proyecto, pero no pudieron concretarlo. Y en 2014 apareció la empresa Cimento, conformado por las constructoras Amarilo y Spectrum, quienes decidieron asumir el reto.   Desde ese momento comenzaron los estudios de viabilidad, y en 2017 Cimento solicitó hacer modificaciones al decreto de 2010. “En Bogotá y en general las tendencias del urbanismo a nivel mundial han cambiado, por eso se pensó en una modificación que respondiera a estas nuevas realidades”, explicaron los constructores. En 2018 el alcalde Enrique Peñalosa firmó el Decreto 674 con varios cambios y le dio luz verde al proyecto. Le puede interesar: Guerra sucia contra Claudia López El Distrito ha explicado que el proyecto provenía de administraciones anteriores y ha detallado los cambios del plan parcial entre uno y otro decreto. En 2010 Proscenio habría contado con 175.872 metros cuadrados, distribuidos en 32,8 por ciento para vivienda, 6,4 para escenarios culturales, 17,3 para comercio, 43,5 para oficinas y servicios, más 29.645 metros cuadrados de espacio público. Después de los cambios, Proscenio tendrá los mismos 175.872 metros cuadrados, pero repartidos de la siguiente manera: 28,3 por ciento para vivienda, 3,7 para escenarios culturales, 18,1 para comercio, 50 por ciento para servicios y oficinas, más 34.120 metros cuadrados de espacio público. Estos comprenden 5.402 metros cuadrados de plazoletas y 1.662 metros cuadrados de equipamiento público. Hoy en día la zona donde se ubicaría Proscenio está muy congestionada, tiene un deterioro profundo, está repleta de establecimientos ilegales como burdeles y carece de espacio público.  Mario Noriega, un urbanista y residente que se opone al proyecto, plantea como controversial que Peñalosa, con el nuevo decreto, aumentó el índice de edificabilidad de 6 a 6,2. Esto se traduce en que el proyecto podrá tener más altura. La Secretaría de Planeación explica a SEMANA que como ahora los constructores deberán desarrollar más espacio público, los compensarán con altura. Le sugerimos: Aprobados 4,5 billones para construir la planta que descontaminaría el río Bogotá El secretario, Andrés Ortiz, le dijo a esta revista que los cambios giraron en tres ejes: 1) No les darían más metros de construcción. 2) Aumentaría el espacio público. 3) Tendrían que mitigar los impactos de movilidad. En esta materia el secretario de esa dependencia, Juan Pablo Bocarejo, asegura que “las medidas de mitigación de impacto de movilidad aprobadas en 2018 son más robustas que las aprobadas en 2010”. Insiste en que en el proyecto de 2010 no estaba incluido ampliar la calzada en la calle 85 y en la carrera 15, tampoco espacios a nivel para peatones y ciclistas, y un deprimido en la calle 86A, entre la carrera 13A y la 15, para vehículos motorizados, que no será de acceso exclusivo al proyecto. El Distrito agrega que además ampliaron la oferta de parqueaderos. Pasaron de 300 en 2010 a 3.900 espacios entre públicos y privados, lo cual demuestra que el nuevo proyecto tiene una dimensión totalmente diferente. Gabriel Escallón, gerente general de Cimento, le reconoció a SEMANA que en efecto habrá mayor tráfico, pero explicó que 12 entidades del Distrito aprobaron el proyecto y que lo devolvieron tres veces, precisamente para disminuir el impacto en la movilidad. Agregó que las vías de acceso no colapsarán las calles, ya que las entradas estarán en vías no arteriales, y que los controles de los parqueaderos funcionarán internamente, en el sótano. También hizo claridad sobre la carrera 14. Esta área hará parte del proyecto ahora, pero en compensación tendrá uso público y la constructora deberá crear dos plazas de espacio público de la misma área de la carrera 14.  

El sector actualmente sufre un deterioro profundo, repleto de establecimientos ilegales, como prostíbulos, congestionado y sin espacio público. Proscenio quedará entre las calles 85 y 88 (parque El Virrey) y las carreras 13A y 15. “A nosotros no nos conviene que la movilidad colapse —explicó Escallón—. Por supuesto, queremos que venga más gente, pero no que haya caos porque Cimento se dedica a desarrollar inmuebles para alquilarlos, de modo que el problema sería para nosotros mismos. Por otro lado, el proceso de estudiar el impacto en movilidad no fue fácil: nos tomó más de diez meses”. Vea también: Pico y placa en Bogotá vuelve a su horario normal También han criticado a Proscenio por falta de participación ciudadana. Al respecto, tanto el Distrito como los constructores aseguraron que, en los últimos cinco años, Cimento como operador y desarrollador ha realizado más de 1.000 reuniones con los propietarios de los predios que harán parte del proyecto. Además de esto convocaron dos reuniones de socialización pública, a las cuales asistieron más de 200 personas. Y la Secretaría Distrital de Planeación ha publicado los textos del decreto para recibir las observaciones de la comunidad.  Para iniciar la construcción, Cimento debe contar con la totalidad de los predios vinculados al proyecto, proceso que ha avanzado en un 83 por ciento. Las personas que se han unido a la obra han podido escoger entre las siguientes modalidades: venta del predio a un precio acordado, canje del área actual por área nueva en el proyecto, participación como socios o una mezcla de las anteriores. Cuando termine la vinculación de los propietarios, vendrá el paso de tramitar las licencias de urbanismo y demolición en 2020. Se estima que, una vez iniciada la construcción, el proyecto tendrá una fase de demoliciones de aproximadamente 6 meses y de obras de entre 36 a 40 meses. Como el plan parcial de 2010 no tenía fecha límite, con el decreto de 2018 quedó un plazo máximo de 10 años.  Los constructores afirman que el margen de rentabilidad que tenía el proyecto original cuando entraron era del 17 por ciento y que con las modificaciones pasó al 11 por ciento. También reconocen que les interesa ganar, que ese es un buen margen de rentabilidad y que por eso invertirán 1,5 billones de pesos. Además como no van a vender sino a alquilar buena parte de las edificaciones que van a construir, Cimento tendrá beneficios económicos adicionales. Proscenio ha estado en el centro de un debate no solo urbanístico, sino político. Eso es normal para un proyecto ambicioso y transformador de un sector importante de la ciudad. Pero independientemente de esa controversia y de algunas críticas válidas, es un plan de renovación urbana de gran alcance que le cambiará la cara a toda esa zona.