Cuando en febrero de 2012 el entonces alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, tomó la decisión de peatonalizar la carrera Séptima, las opiniones se dividieron por lo que implicaba la salida de los carros del centro de la ciudad. Sin embargo, el proyecto salió adelante y muchos se alcanzaron a ilusionar con que esta iniciativa significaría la renovación urbana para el disfrute de los peatones; pero diez años después, la cara de la Séptima está muy lejos de ser ese corredor con el que soñaba la ciudadanía.
El proyecto comenzó con el pie izquierdo. La peatonalización se dividió en dos fases. La primera empezó en 2013 y se llevó a cabo entre la calle 10 y la avenida Jiménez, y, aunque el plazo de ejecución era de diez meses, la obra se entregó en 16 meses con sobrecostos del 45 por ciento, al pasar de 10.357 millones de pesos a 15.031 millones.
Para la segunda fase, los problemas se acrecentaron aún más. El IDU firmó en febrero de 2015 un contrato con el consorcio Peatones Go para peatonalizar la Séptima entre la avenida Jiménez y la calle 26, a la altura de la Torre Colpatria. En enero de 2016, cuando Enrique Peñalosa asumió como alcalde de Bogotá, al proyecto le hacían falta nueve estudios necesarios para su construcción; por tanto, su administración suspendió el contrato y lo reactivó en abril de 2017 dando inicio a las obras, las cuales debían entregarse en el primer trimestre de 2019.
En el segundo semestre de 2018, el consorcio Peatones Go adujo problemas financieros y abandonó la obra. En diciembre de ese año, la Alcaldía firmó con el consorcio Santa Catalina la cesión del contrato. Las obras debían ser entregadas en diciembre de 2019, pero el nuevo consorcio pidió un plazo inicial de 80 días y finalmente entregó el 5 de marzo de 2020.
Esta fase tenía un costo inicial de 34.382 millones de pesos y un plazo de 24 meses, pero la obra se entregó en 52 meses y con sobrecostos del 22 por ciento. Durante los cinco años que duró la ejecución de esta segunda fase, los bogotanos tuvieron que sufrir los estragos del polvo, huecos, polisombras, ruidos, residuos de obra y demás; y, aunque la recompensa a ese esfuerzo iba a ser un corredor vial para el disfrute de los peatones con una ordenada distribución del espacio público, la realidad hoy día es totalmente diferente a lo que se planteó.
Desgobierno total
En un recorrido que hizo SEMANA por este corredor vial, y luego de una conversación con diferentes actores, pudo evidenciar el abandono total en el que se encuentra esta emblemática vía de la ciudad. Vendedores ambulantes adueñados del espacio público, contaminación auditiva, habitantes de calle que esculcan entre las canecas y bolsas de basura, regueros de residuos, delincuencia, mafia y extorsión son tan solo algunos de los síntomas de esta cruda realidad, en la que la administración de la alcaldesa Claudia López brilla por su ausencia.
“Esto es un desastre, los vendedores ambulantes y los habitantes de calle se adueñaron del espacio público, son intocables, no se les puede decir nada y la Policía no hace nada al respecto”, relató a SEMANA un abogado que durante 20 años ha tenido su oficina sobre la Séptima entre las calles 20 y 21. Mientras lustraban sus zapatos en la plaza de las Nieves, de forma irónica y preocupante, expresó: “¿Sabe por qué las Nieves? Por lo blanca de la cantidad de droga que se vende”.
En su recorrido por la Séptima, específicamente en la plaza de las Nieves y el parque Santander en la calle 14, al lado del edificio Avianca y cerca a la sede del Banco de la República, SEMANA constató que el microtráfico es una realidad. “Popper, pepas, perico, creepy, ¿qué quiere?”, se les escucha decir sigilosamente a expendedores de entre 22 y 28 años. La droga la ofrecen como si nada, a tan solo unos metros de una patrulla de la Policía.
“Todo el mundo sabe que ahí hay tráfico de drogas, los comerciantes están desesperados. También hay una mafia que cobra por el uso del espacio público, las autoridades lo saben, pero la Alcaldía de Claudia López no ha hecho nada al respecto”, afirmó la concejala Diana Diago.
Sin embargo, el microtráfico no es lo único que reina en la Séptima. El paisaje que adorna este corredor es un verdadero mercado de las pulgas: venta de ropa y zapatos usados, baterías dañadas de celulares, monitores de computador descompuestos, cables de cargadores en mal estado y cuanto objeto se pueda imaginar; sin contar la infinidad de grafitis, de carretas de habitantes de calle y hasta los olores desagradables que se perciben por el baño público en el que se convirtió esta vía.
Como si fuera poco, el parque Santander se volvió un parqueadero a cielo abierto, en donde vehículos contratistas de la Alcaldía Mayor, de la Policía y hasta de Colsanitas se parquean como si nada, a pesar de su prohibición.
“Total abandono, perdimos los peatones, perdió el comercio que paga impuestos; pero no es solo la Séptima, es el centro en general que está lleno de basuras, sin iluminación, con vendedores ambulantes sin control, con habitantes de calle sin atender. Para muchos bogotanos, caminar desde la plaza de Bolívar hasta la calle 26 es una alternativa, pero la inseguridad, la basura, la contaminación visual y auditiva han impedido que la gente pueda gozar de este espacio”, señaló la concejala Lucía Bastidas.
Para Germán Sarmiento, activista y experto en desarrollo urbano, el objetivo de peatonalizar la Séptima fracasó. “Claramente, no es el espacio que se proyectó ni el que se les prometió a los ciudadanos. Es un corredor que debería ser la mejor zona de espacio público de Bogotá y el país, en el que la gente se sienta segura, pero no es así. Una peatonalización no es simplemente cerrar una vía, es gestionar el espacio público, mantenerlo y apropiarlo por parte de los ciudadanos y residentes, pero lo único que se ve es una falta de gestión por parte de la Alcaldía. Es un corredor que se ve sucio, sin organización”, dijo.
Para Sarmiento, esa falta de gestión es de todas las entidades encargadas, “porque hay problemas de basura, de inseguridad, de iluminación, de apropiación indebida. Y urge que exista un doliente de la carrera Séptima, alguien que se haga cargo, porque son muchas las entidades que tienen responsabilidad, pero ninguna asume el desgobierno que existe”.
Reflejo de Bogotá
Pero no solo la carrera Séptima y el centro de la ciudad padecen de esta problemática. Son varios los puntos de Bogotá en donde el deterioro y abandono del espacio público muestran el desgobierno y la falta de gerencia de Claudia López y sus funcionarios.
Basureros, cambuches de habitantes de calle, venta de drogas, disposición de residuos de construcción, recicladores sin organización es el común denominador en puentes peatonales y vehiculares, en parques y en barrios, en donde los únicos perjudicados son los ciudadanos.
Algunos de esos puntos caóticos en Bogotá, como lo indica la concejala Bastidas, son Las Ferias entre la calle 62, avenida Rojas y calle 68; el parque de Usaquén, en donde hay problemas de ruido, de basuras, de iluminación y consumo de drogas; el Siete de Agosto, que está lleno de llantas; el parque Tercer Milenio; la zona comercial Centro Suba hasta el portal; Kennedy Central; la avenida Ciudad de Cali entre las calles 145 y 138; y el puente de la avenida 68 con carrera 30, entre otras zonas.
“Una clara evidencia de lo que está pasando es un lote que está ubicado en la calle 17 con carrera 57, en Puente Aranda, en donde operaba la Universidad de Cundinamarca; lo encerraron, pero luego se convirtió en un basurero. Yo fui con Integración Social, la Uaesp y la Secretaría de Seguridad, y ellos mismos quedaron sorprendidos, pues hay cambuches de hasta de tres pisos, hay bandas delincuenciales, pero no hacen absolutamente nada”, precisó Bastidas.
Toda esta problemática en Bogotá tiene una sola explicación: el desgobierno de la Administración de Claudia López. Y un claro ejemplo de ello lo dio la propia directora de la Uaesp, Luz Amanda Camacho, quien culpó a la ciudadanía del basurero en que se ha convertido la capital del país.
“Los residuos aparecen por la indisciplina de la ciudadanía, el que saca escombros y los pone en la esquina es responsable. Esto no es de campañas ni estrategias, en Bogotá no hay conciencia en disposición de residuos”, dijo Camacho ante el Concejo, evadiendo su responsabilidad.
Pero tal vez la mejor descripción la dio la concejala Bastidas: “La Séptima es la ventana rota más grande que hay en Bogotá, pero no es la única, la ciudad está en un abandono total”.