De derecha a izquierda –y con escala en el centro– se ha podido evidenciar que la estrategia de algunos candidatos es descalificar a sus contrincantes directos. Los insultos han sido de todo tipo, pero priman los enfocados en sus acciones en lo público como: “corrupto”, “extremista”, “tibio”, “facho” y “mal administrador”.

Sin embargo, el peor adjetivo posible para una propuesta es “populista”. Esto califica el planteamiento como facilista, complaciente, imposible, impertinente o poco técnico. Mientras algunos consideran esto el principal talón de Aquiles de los más opcionados candidatos, parece no ser consistente con los resultados en las encuestas.

Lo cierto es que el populismo no es solo propuestas, sino una retórica discursiva por completo. Una estrategia de convencimiento que tiene al pueblo como excusa y años de implementación.

En la academia es difícil catalogar el populismo como una sola cosa y, según teóricos importantes del tema como el argentino Ernesto Laclau, “no existe ninguna intervención política que no sea, hasta cierto punto, populista”.

No obstante, existe una certeza: pretende ser amigo del pueblo. Así lo catalogó el politólogo Juan Federico Pino, profesor investigador de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso).

“Algunos lo muestran como un movimiento de masas, otros hacen referencia a facetas de un discurso político. Identifican una masa llamada pueblo, por la cual se tiene que sacrificar cualquier tipo de institución para combatir a un enemigo llamado élite”, explicó en conversación con SEMANA.

La historia del populismo es rica en reivindicaciones, luchas sociales y líderes cercanos a la gente. En concordancia con esto, existen virtudes, pero las consecuencias de la puja por el pueblo pueden ser fatales para la democracia.

“Los líderes populistas, en la gran mayoría de las situaciones, tienen la tentación de destruir la institucionalidad si para esto ellos defienden la idea de pueblo que tienen”, sostuvo el investigador en entrevista con este medio.

El candidato presidencial sigue haciendo campaña política de cara a las elecciones de mayo. | Foto: Prensa Colombia Humana

¿Populismo es demagogia?

Lo que llama la atención es el mal uso de la palabra populista, haciendo referencia más bien a promesas difíciles de cumplir. Por esto, es claro tener en cuenta que este término, según la ciencia política, no se puede asociar directamente con la demagogia, que son las falsas promesas que los ciudadanos quieren oír. Al tiempo, tampoco se puede catalogar de izquierda o de derecha.

Sin embargo, populismo y demagogia suelen ir de la mano. Ejemplos recientes como Luiz Inácio Lula da Silva y Jair Bolsonaro alimentaron esa afinidad con el pueblo con base en propuestas demagógicas para lograr el poder. “Se promete más allá de lo imposible o se tiende a simplificar una relación para ganar el apoyo popular”, indicó Pino.

El populismo en la próxima contienda a la Presidencia

Con un cansancio popular y poca confianza en las instituciones, el populismo o la cercanía al pueblo, junto al rechazo a las élites, será determinante en las próximas elecciones. A pesar de que Colombia no haya tenido líderes populistas en el poder como Juan Domingo Perón en Argentina o Salvador Allende en Chile, el país no es ajeno a los beneficios que traen estos destellos en el accionar en campaña.

Existen planteamientos populistas en asuntos ambientales, económicos, judiciales, punitivos y éticos, entre otras manifestaciones. En términos electorales, parece ser vital para llamar la atención de la población con estas herramientas programáticas y, de lo contrario, aparece actuar en detrimento de los mismos candidatos.

“Hacer política sin populismo es aburrido. Ante todo, la política es una competencia para atraer electores y no van a atraerse con propuestas promedio o poco ambiciosas. Desafortunadamente, hay muchísimo mercadeo que incentiva que los políticos prometan más de lo que son capaces de realizar”, aseveró Sergio Guzmán, director de la consultora Colombia Risk Analysis.

Candidatos como Rodolfo Hernández, Gustavo Petro, Federico Gutiérrez, Íngrid Betancourt, David Barguil y Óscar Iván Zuluaga, entre otros, han incurrido en grandes o pequeños actos de populismo. El centro, en el que varios aspirantes no se comprometen con propuestas grandilocuentes, parece ir a la baja en unas elecciones en las que la cercanía con el pueblo parece tener el potencial de definir al ganador.