Eran mediados de 2013. El panorama en el Bajo Cauca no era para nada alentador. De nuevo afloraba el narcotráfico, se recrudecía la violencia, las bandas criminales se fortalecían. Empezó la lucha del gobierno contra la minería ilegal y la población joven solo podía escoger entre dos opciones: unirse a un grupo delincuencial o hacer labor minera al servicio de la delincuencia. Diky Manuel Urrutia ha visto con sus propios ojos este tipo de problemas de orden público y, además, de desplazamiento. Por ello quiso hacer algo para que los jóvenes de la zona “no tuvieran que vivir esa realidad de estar inmersos en ese tipo de violencia”. Optó por tomar cartas en el asunto. Entonces, en junio de ese año, surgió la Asociación Laboratorio de Emprendimiento y Liderazgo Juvenil (Lel Juvenil). “El surgir de una organización como esta es esa respuesta a que haya una alternativa para rescatar a jóvenes de todo el tema del conflicto”, comenta Urrutia. Además, Lel llegó a cubrir la necesidad en el territorio de contar “con un proceso sólido, sostenible” en relación a los temas de juventud. Según explica Urrutia, con el cambio de administración cada cuatro años la ejecución de las ideas en la región a veces se veía truncada. Pues en caso de que un proyecto tuviera luz verde durante los últimos dos años de un período, era muy difícil lograr llevarlo a cabo cuando llegara un nuevo alcalde. Puede leer: El regreso del fantasma: la guerra y el miedo consumen el Bajo Cauca Su trabajo en el territorio La organización tiene varias líneas de acción. Impulsar proyectos propuestos orientados a la construcción de paz por jóvenes, generar espacios alternativos desde la cultura y el deporte, así como la recuperación de espacios públicos que fueron foco de la violencia y destinados para consumo de sustancias psicoactivas, para que los jóvenes tengan otras alternativas en la utilización de su tiempo libre son algunas de ellas. También buscan que la población joven incida en la política, y que mediante “sus habilidades puedan apropiarse de los espacios existentes en cada municipio o de los espacios alternos que ellos mismos están generando”, indica Urrutia. “La asociación es un proceso que con gallardía estamos liderando en los seis municipios de Bajo Cauca . Es una historia de éxito, en medio de tanta violencia”, expresa Urrutia, que es uno de las 25 personas a cargo de Lel. “En medio de la violencia, de la zozobra, del miedo y de toda la angustia que genera esta violencia hay acciones esperanzadoras como las que hacemos”, puntualiza emocionado.

Lograr lo impensable: unir a jóvenes de Cáceres y Tarazá Dentro de su actual agenda de actividades Lel desarrolla un programa denominado “Jóvenes para la incidencia política”. Su objetivo es lograr que este grupo poblacional tenga incidencia en los espacios de participación que propone la Ley 1855, la ley estatutaria de juventud. Como cuenta Marcela Gil, profesional social que trabaja con Lel, se les da a conocer las políticas públicas, espacios de participación, y los derechos y deberes que como jóvenes tienen en el territorio. Además, se busca que brinden posibles soluciones a sus realidades. “Hacemos diagnósticos para identificar las barreras políticas, sociales y culturales a las que se enfrentan”, indica Gil. Una experiencia exitosa y extraordinaria ocurrió a finales de febrero: Jóvenes de Cáceres y Tarazá pudieron reunirse. Este momento era impensable en la medida en que estos dos municipios están divididos por el río Cauca, y este afluente funciona como frontera no solo geográficamente, sino también a nivel territorial dos de las bandas predominantes en el sector: el Clan del Golfo y los Caparrapos. “Los jóvenes no pueden pasar un de un lado al otro. Hay barreras invisibles”, narra Urrutia.

Pero durante dos días la realidad fue diferente. Tarazá recibió a los chicos de ambos lugares, al igual que a invitados provenientes de lugares como Bogotá, Nechi y El Bagre, entre otros. En modalidad de feria y también de conversatorio, los asistentes pudieron compartir sus vivencias sobre ideas que llegaron a buen término en cuanto a incidencia política. “Tal vez esto no va a cambiar del todo las realidades del territorio. Pero ha sido una pequeña victoria porque logramos que jóvenes de estos dos municipios se unieran, lo que no es muy común por esas problemáticas que nos complejizan en la región dar. El asunto ha sido un desafío”, señala Urrutia. Le recomendamos: Gran Alianza por la Nutrición, el programa bandera de la primera dama Jaime Estrada fue uno de los participantes. Tiene 19 años y es estudiante. Llegó a Lel por el programa de Cátedra de paz. Antes de conocer a la organización sentía que le faltaba algo. Cuando entró, empezó “a interactuar con todos sus miembros, a empoderarme,  me ayudaron a desarrollar mis capaces de liderazgo, el habla, el análisis crítico”, cuenta. Sobre lo sucedido en febrero, señala que fue “sumamente espectacular, creamos un espacio con el coordinador de juventud. La forma como hablaron los jóvenes de Lel, el impacto significativo, esa forma de expresión es lo más espectacular y significativo que he podido oír como miembro y como socio de la organización”, afirma.

Comunidades unidas en torno a parques recuperados Luis David Bolívar tiene 23 años y vive en Tarazá. Es el coordinador de juventud de la Alcaldía de dicho municipio. En el 2016 llegó Lel al municipio, e iniciaron a trabajar de la mano. “Lo primero que realizamos fue el programa de jóvenes dinamizadores del valor público de la paz. Trabajamos así el tema de la cátedra de paz en el municipio de La Caucana, en las instituciones educativas de Antonio Roldán y Rafael Núñez”, comenta Bolívar. Además, hicieron una carrera por la paz en la que participaron 400 jóvenes. “Fue una actividad muy bonita. Todos iban de blanco”, narra. Y en este momento también trabajan con Jóvenes para la Incidencia Política.

Pero el favorito de los proyectos ejecutados para Bolívar es “Una esquina por la paz”, mediante la cual restauran parques infantiles para los niños, con alrededor de 200 muchachos. La estrategia fue no llamar a nadie sino iniciar con el trabajo. Entre los jóvenes asistentes empezaron a arreglar la zona infantil al son de música. Luego de un tiempo, se vinculó la policía para colaborarles. “Personas adultas del sector también empezaron a ayudar. La vecina hacía el fresco y nos regalaba. Fue muy bonito. La estrategia era no convocar a nadie y esperar que los resultados llamaran a las personas. Empezábamos cinco y terminábamos 25”, relata Bolívar. El significado de Lel en la región Poco a poco, esta organización a logrado impactar la vida de cientos de jóvenes que ahora buscan la paz y hacer escuchar su voz, además de esforzarse por mejorar su realidad. “Lel para mí es un proyecto de vida con el que estamos hace siente años”, afirma Urritia. “Oportunidades, alternativas, aprovechamiento del tiempo libre, construcción de región, emprendimiento, liderazgos, eso es Lel”, agrega. Para Bolívar, este grupo es “oportunidad para los jóvenes y empoderamiento. Cuando llegó a nuestro  municipio estábamos cortos de oportunidades y de entidades que trabajaran por la población”. Para él, “lo más importante es que es una organización del Bajo Cauca, y por ello conoce el contexto de nuestros jóvenes. Busca Mitigar y mejorar el contexto de violencia y convertirlo en oportunidad. Conoce toda la situación del territorio, la vive y construimos juntos el cambio” afirma. Vea también: ¿Qué esperan los jóvenes del nuevo gobierno? Y para Estrada, Lel significa “esa forma de demostarle a los jóvenes que sí podemos generar el cambio, que sí tenemos todo a nuestro alcance y que juntos vamos a poder. Nosotros tenemos fe en el futuro que queremos ver”. En sus palabras, es el medio paraque los jóvenes contribuyan a la sociedad. “Ser joven es igual a no hacer nada, hay cambiar esa óptica”, señala. “Lel Sería como mi familia, he aprendido mucho de todos ellos. Sinceramente, Diky Manuel ha sido la persona más singnificativa dentro de la organización, lo admiro mucho”, puntualiza.