Hace unas semanas, el anuncio de la llegada de la vacuna a Colombia produjo un alivio enorme. El país vivía el primer asomo de lo que se ha llamado la nueva normalidad. Las compras decembrinas se hicieron sin mayores restricciones, las vacaciones no se cancelaron y la mayoría de familias se reunieron para celebrar Navidad y Año Nuevo. En los pensamientos de todos faltaba poco para ponerse esa inyección y volver a vivir sin miedo. La radiografía de los primeros días de 2021, con la mayoría del país confinado y las ucis desbordadas, dejó claro que no hay razones para tanta alegría.
La vacuna sí llegará, pero mucho después de lo que espera la mayoría de los colombianos. Y, en el entretanto, será muy difícil. “Hemos aguantado, pero, si la gente no se cuida, no hay sistema de salud que resista. Hoy casi todas las familias ya han perdido a alguien por la covid. Y solo hay que entender algo: hasta que la mayoría no estemos vacunados, viviremos en estado de pandemia”, advierte con resignación Julio César Castellanos, director del Hospital San Ignacio, que tiene por estos días el 100 por ciento de sus camas de cuidados intensivos llenas.
En los mejores pronósticos, lograr la meta de vacunar a la mayoría de la población tardará mínimo un año. La tarea es titánica y nunca se ha hecho. Se necesitaría aplicarles la vacuna a más de 125.000 personas al día, es decir, a tres estadios El Campín llenos. Pero con el agravante de que la gente no está junta, sino que hay que ir a buscarla. “Eso es un reto muy grande. Es probablemente el reto más grande que haya tenido la salud pública en Colombia”, afirma el ministro de Salud, Fernando Ruiz.
Las cuentas del país ya están hechas. Para llegar a la inmunidad de rebaño se requiere que esté inmunizado el 70 por ciento de la población, es decir, 35.734.649 colombianos. “Cuando una persona se vacuna, no solo se protege, sino que protege a los demás y corta con la cadena de transmisión”, explica Ruiz. No todos los 51 millones de colombianos se pueden vacunar.
En el plan se excluyó a las personas que ya les dio covid (que son más de 1,5 millones), a las mujeres gestantes y a los niños menores de 16 años (estos dos últimos porque no se conocen los efectos en ellos). Lo más difícil de todo es la logística. Se deben comprar, traer a Colombia, almacenar a bajísimas temperaturas, distribuir en todas las regiones y aplicar organizadamente a todos los grupos poblacionales millones de dosis. En esa cadena participarán centenares de personas y organizaciones en todo el país.
Lo primero que hay que saber es que la vacunación es por tandas. Y, por eso, es probable que una persona menor de 50 años y sin comorbilidades –la mayoría de la población– quede en el último grupo y su momento llegue al final de 2021 o incluso en 2022. El orden para inyectar esos 35 millones se estableció buscando evitar el mayor número de muertes. Se emplean fundamentalmente dos criterios: la necesidad de la vacuna por el riesgo que implica en esas personas el coronavirus, y los oficios esenciales en la lucha contra la pandemia. Tendrán prioridad 14 millones de colombianos: los 7 millones mayores de 60 años, el millón que trabaja en áreas de la salud y los 5 millones con comorbilidades. Este último grupo es muy diverso. Por ejemplo, se cuentan cerca de 4 millones con enfermedades hipertensivas, más de un millón con diabetes, 800.000 con insuficiencia renal, 700.000 con asma, 450.000 con epoc, 200.000 con cáncer y 100.000 con VIH.
Por ahora, el Gobierno dividió a la población en cinco etapas. En la primera, los mayores de 80 años y los trabajadores de la salud que combaten el coronavirus en primera línea (1.691.366). En la segunda, los mayores de 60 y el resto del personal médico (7.192.701). En la tercera, los menores de 60 años con comorbilidades (2.950.431). En la cuarta, los cuidadores institucionales y la población con actividades de riesgo (4.910.000). Y, en el último grupo, todos los demás: 17.490.151 colombianos. La repartición de las vacunas en esas fases está clara también en términos regionales. Para la primera, Bogotá recibirá 2.143.019; Antioquia, 1.778.392; Atlántico, 676.448; Bolívar, 492.725; Boyacá, 288.364, y Chocó, 67.789.
Llevar esto a la práctica es una misión compleja. Ninguno de los países del primer mundo ha cantado aún victoria. Estados Unidos prometió vacunar en diciembre a 20 millones de personas y apenas alcanzó a dos (la semana pasada llegó a 6 millones). Las demoras, el escepticismo y los problemas son hoy uno de los temas más controversiales en ese país. Inglaterra, arrodillada de nuevo por el virus, tampoco ha podido ponerle el acelerador. En los primeros diez días de diciembre apenas inyectó a 138.000 personas y cerró la semana con cerca de 1,5 millones. En Alemania, en cuyos laboratorios se creó la vacuna de Pfizer, el proceso tampoco va rápido y no superan los 500.000 habitantes. Y Francia se considera un gran fracaso con menos de 10.000 dosis.
En todo el planeta solo hay un lugar en el que parece que todo fluye: Israel. En las dos primeras semanas, el país inoculó al 15 por ciento de su población y espera cerrar enero con 2 millones de personas inmunizadas, de un total de 9 millones. Varias razones explican este éxito. La primera, pagó carísimas las vacunas para asegurarlas rápido. Se rumora que dobló el precio en la de Pfizer y que fue el primer país en firmar con Moderna. Su estrategia de distribución también será imitada. Logró crear paquetes refrigerados del tamaño de una pizza, creó peajes para que la gente se vacune en el carro, no para ni en fin de semana y se pueden sacar las citas desde el celular por una app.
Llevar a cabo este milagro en Colombia será más difícil. “Todas las pandemias han traído desolación y muerte, pero también muchos retos”, dice Julio César Aldana, director del Invima. La entidad dio el primer paso la semana pasada cuando autorizó la vacuna de Pfizer. La carrera es contra el tiempo y está llena de obstáculos, pero Colombia tendría con qué responder. El país aplica ya a la fecha 30 millones de vacunas al año, y, cuando hay campañas, logra inmunizar a 100.000 niños por día. El desafío está principalmente en hacer lo mismo, pero en medio de la pandemia y con adultos. Lo primero es contar con las vacunas.
A diferencia de otros países, Colombia ni tiene en exceso ni llegarán muy rápido. El presidente Iván Duque anunció que compró 10 millones de Pfizer, 10 millones de AstraZeneca y 9 millones de Janssen, aunque está última aún no ha terminado sus estudios clínicos. Las primeras dos necesitan dos dosis, y la última, solo una. El país comenzará con la de Pfizer en febrero. Esa fórmula tiene una complejidad: debe ser almacenada a temperaturas de menos de 70 grados centígrados.
Colombia también tiene experiencia en este manejo, pero no a gran escala, pues, por ejemplo, los bancos de cordón umbilical funcionan así. Miyerlandi Torres, secretaria de Salud de Cali, cuenta que este punto es clave para que ninguna vacuna se pierda. Además de los refrigeradores, es esencial garantizar que el suministro de energía sea estable. El doctor Castellanos explica que esas temperaturas queman el cuerpo humano y, por eso, la capacitación será clave. En el caso de Cali, las 1.200 personas que vacunarán tendrán una capacitación de 120 horas, y ya empezó.
Por cuenta de la refrigeración también hay un detalle con el que tendrán que tener cuidado. Pfizer entregará las vacunas en el punto, pero una vez abierta la refrigeración se deben aplicar todas en menos de cinco días. Por tanto, la organización de quienes van a recibirla es clave. Y a eso se suma que esta requiere una segunda dosis, entonces toda la logística hay que repetirla. Convencer a las personas para que vayan a vacunarse en orden y a tiempo será una tarea monumental, en especial los primeros meses en los que está programada la población mayor de 80 años, que tiene más dificultades para moverse. La secretaria de Salud del Valle, María Cristina Lesmes, asegura que “es un proceso muy complejo en todo sentido: hay que hacer un gran esfuerzo para identificar, ubicar, agendar, vacunar, poner refuerzo, certificar y hacerle seguimiento”.
Algunos centros médicos ya ofrecieron grandes edificios como centros de vacunación. Es el caso de la Clínica Shaio; aunque hoy no pone vacunas, pasó ya una propuesta a la Alcaldía. “La vacunación debe ser masiva. Y para eso la logística es enorme. Se necesita infraestructura, inversión y personal”, cuenta su director, Gilberto Mejía. Los mitos alrededor de la vacuna también generan miedo. El gobernador de Cundinamarca, Nicolás García, espera que “la desconfianza no se vuelva un problema”. Recuerda que el Dane ya publicó muchos estudios en los cuales un buen número de colombianos asegura que no quiere ponérsela.
Mientras en todo el país equipos de centenares de personas se preparan para esa maratón, el coronavirus corre en contra con fuerza y vuelve a aterrar. Esta semana Colombia superó sus más duros récords. El jueves fue el día de más altos contagios con 17.576. Cada hora mueren 15 personas por este mal. Un médico en Estados Unidos le dijo a The New York Times una frase que resume muy bien lo que sucede: “En la guerra mueren personas hasta el último día”. Cuando se creía que todo estaba mejor, la cresta de un nuevo pico retorna con vigor. Los hospitales advierten sobre la ausencia de camas, la angustia de no lograr un ventilador regresa, y la vacuna, aunque es una poderosa luz de esperanza, se sigue viendo lejos.