¿Qué estará opinando María Isabel hoy primero de abril en SEMANA? Pues la opinión gira alrededor de la personalidad verdadera del canciller Luis Gilberto Murillo, que nos obliga a preguntarnos: ¿y cómo es él realmente? Cuando estaba de embajador en los Estados Unidos, la distancia solo permitía distinguir el desempeño de un hombre que aparentemente se había ganado el aprecio y el respeto de los principales círculos políticos, de pensamiento y académicos norteamericanos.

Su vida ha sido, de todas maneras, en muchísimos aspectos, admirable, de superación y de excelencia intelectual, además de que habla fluidamente varios idiomas, pero al llamado que le hizo el Gobierno de regresar temporalmente a Colombia a reemplazar al canciller Álvaro Leyva, suspendido por la Fiscalía por el lunático asunto de los pasaportes, Murillo ha demostrado una volubilidad, por llamarlo de alguna manera, al vaivén de las salidas emocionales del presidente Petro, que ya sugiere que es uno de los incapaces de decirle que no.

Canciller Luis Gilberto Murillo. | Foto: Juan Carlos Sierra

Primero, desde que Leyva estaba a cargo y cabalgando al lomo de los desafueros verbales del presidente Petro, recuperamos las relaciones con Venezuela, pero las tenemos bastante maltrechas con Israel, con El Salvador, con Perú y recientemente con Argentina.

Es cierto que el presidente Milei se vino con unos calificativos desmedidos contra el presidente Petro, al que llamó terrorista, asesino y, además, le añadió, como si lo anterior fuera poco, comunista. Pero previamente Petro lo había comparado con Hitler y con dictadores argentinos. Esa no es una forma de manejar verbalmente unas relaciones diplomáticas respetuosas y prudentes, a punta de descalificativos insultantes.

Presidente de Argentina Javier Milei y el presidente Gustavo Petro. | Foto: AP

Pero en las últimas horas, lo que más ha preocupado son las declaraciones babosas del canciller Murillo, en un comunicado acerca de las elecciones en Venezuela, en el que manifiesta lo más tímidamente y también muy poco claramente, hay que decirlo, que “existe la necesidad de priorizar el actual proceso político electoral presidencial en Venezuela como mecanismo democrático de la toma de decisiones que afectan y tendrán incidencia en el pueblo hermano de Venezuela”.

¿Más baboso que eso podrá haber algún texto? Y luego añade que de ello Colombia está muy pendiente a través de canales diplomáticos, discretos y hasta confidenciales, lo cual es de dudar. Si por discretos y confidenciales es que Colombia, a pesar de haber liderado el levantamiento de sanciones a Venezuela a cambio de un proceso electoral justo y competitivo en el fallido Acuerdo de Barbados, se ha venido absteniendo de protestar por el veto a María Corina Machado y a los suplentes que ella ha llamado para conservar el cupo de la inscripción electoral, se ha pasado Colombia de discreta y de confidencial.

Luis Gilberto Murillo. | Foto: Presidencia

No así la respuesta del presidente Nicolás Maduro, quien se apresuró a decir que era fruto de una izquierda cobarde, lo cual le ofendió –claro– al presidente Petro, pero también le respondió suavecito, suavecito. La tapa fue la respuesta del presidente del parlamento venezolano, que mandó a Petro y a Lula Silva “a meterse sus opiniones por donde les quepan”.

Por último, para rematar, el canciller Murillo, que de pronto se queda en el cargo, no tiene nada de raro, opina bastante zalameramente, qué pena, que Petro se ha convertido en uno de los líderes mundiales más escuchados e influyentes. No hay que ver sino la cara de desconcierto de las audiencias internacionales cuando el mandatario colombiano les habla de la etnia cósmica.

Por todo este resumen cabe la pregunta: ¿podemos confiar en la maleabilidad que le estamos viendo el doctor Murillo, que además llevaba varias otras paradas políticas como Roy Barreras antes de aterrizar triunfalmente en el petrismo?