A las 6:10 a.m., ¿qué está opinando María Isabel hoy jueves, 29 de junio, en SEMANA? Pues la opinión suena en torno a lo que tuvo que haber descubierto el presidente Petro en el trasteo de su gobierno a La Guajira, dizque por una semana, que en realidad se redujo a tres días, porque, según dicen, el mandatario se enfermó por comer un mecato con agua guajira.
¿Y qué es aquello que Petro tuvo que haber descubierto o de lo que tuvo que haberse dado cuenta? Pues que los proyectos eólicos que quiere llevar a La Guajira han caído en las garras de las consultas previas. Lo cual ha degenerado en un chantaje que se cobra cuando ―en algún lugar de Colombia, no solamente en La Guajira—, se pretende construir un puente, una carretera o un acueducto.
Que, con la disculpa de que esa tierra tiene unos dueños ancestrales, cobran y cobran duro por el progreso. Pues el Gobierno Petro ha sido testigo de primera mano de que en La Guajira algunas autoridades indígenas son las responsables y las enemigas de que la transición energética no vaya más rápido. Y para hablar del tema exigen precisamente consultas previas que valen sumas multimillonarias, y lo normal es que, después de pagadas, estas platicas se desaparezcan.
No es invertida en el bienestar general. Eso fue exactamente lo que le pasó a la empresa Enel, que prefirió renunciar al proyecto eólico que construía e irse de La Guajira ante el chantaje que le estaban cobrando por permitirle avanzar. Y son alrededor de 60 los parques eólicos proyectados.
Volteemos a mirar a cualquier parte del país y veremos cómo esas consultas previas son manejadas por poderosas mafias, cuyos integrantes muchas veces ni siquiera son oriundos de las regiones que dicen querer proteger.
Pero así estamos. El progreso vale, pero no solamente por lo que vale construirlo, sino por lo que vale que permitan construirlo.