Hoy jueves 13 de abril 6:00 a. m. se preguntarán: ¿qué están opinando María Isabel?, pues la opinión gira alrededor de la salida de su cargo del general Henry Sanabria, que estaba cantada, y luego de unas explosivas en declaraciones en entrevista con Vicky Dávila aquí en SEMANA.
El asunto, sin embargo, no deja de ser difícil de digerir. Se trata del director nada menos que de la Policía Nacional. Sanabria sale, pregunto, ¿por las posiciones religiosas que hizo explícitas, o porque se atrevió a llamar a lo que le sucedió a 79 policías en el Caguán un secuestro y no un cerco humanitario, como la calificó eufemisticamente el ministro del Interior, el estadista, Alfonso Prada?
Francamente, prefiero pensar que fue por lo primero y no por lo segundo, aunque soy defensora directa de las convicciones religiosas de las personas, sean ellas las que fueren. Lo que pasó aquí fue que lo del general Sanabria resultó francamente caricaturesco y poco serio, para un director de la Policía, porque a final de cuentas terminó adjudicándole al exorcismo los mayores operativos de nuestra fuerza pública, no sólo dirigidos por él, sino hasta por sus antecesores.
Y no sólo realizados por la Policía, sino por el Ejército. Cuando analizadas en serio estas acciones como la dada de baja del cabecilla de las Raúl Reyes en Ecuador, y de cabecillas como Alfonso Cano y el Mono Jojoy fueron fruto, producto, antes que nada de una muy eficiente labor de inteligencia que quedó en ridículo empacada en exorcismo.
Aquí desgraciadamente sí se cruzaron las convicciones religiosas del general con su labor institucional, y dejó el mal sabor de si las armas utilizadas en cada operativo pasaba por el requisito de ser rezadas y bendecidas con anterioridad. Y conste que esto opina una persona de fe católica, que, sin embargo, cree que las convicciones religiosas, como la procesión, van por dentro. Y la verdad, sería mucho más grave que el general Sanabria hubiera salido por no alcagüetearle al estadista Prada sus cuentos de “cercos humanitarios”.
Será reemplazado por el general que se encontraba retiro, William Salamanca, cuyo nombramiento de entrada también crea varias reservas. Porque a estas alturas no se sabe si este general -quien fuera activo participante del empalme de este gobierno con el anterior, pero sobre todo por haber aterrizado en las mieles de la burocracia diplomática como cónsul en Miami- si tendrá la serenidad de obedecer las órdenes de su jefe como máximo comandante de las Fuerzas Militares y no por posturas políticas.
Debe obedecer al presidente Gustavo Petro, ya que es el deber constitucional del director de la Policía, pero tomando institucionalmente ciertas posturas en torno a los cambios de doctrina en el tema de seguridad nacional de este gobierno. Como lo es la orden de proteger el territorio de la incursión de grupos armados.
Pero como lo entendía el general Sanabria, no actuar sino hasta que la situación sea SIC, o esté poniendo en riesgo SIC eminente, no inminente, eminente el orden público y el patrimonio. Ejemplo concreto de lo que ocurrió con una petrolera en el Caguán, que fue destruida y hasta incendiadas sus instalaciones por unos manifestantes sin que la policía -desarmada- estuviera en capacidad de mover un dedo en su defensa o en la del territorio.
Acción por la cual el presidente Petro -lo que resultó prácticamente una burla- terminó condecorándolos por su valentía y sus convicciones democráticas, como si en adelante el motivo de homenajes a la Policía sea no actuar y hacerse merecedora de una de esas “medallas curitas”, como las bauticé ayer, que ahora reparte este gobierno.
Escuche aquí la segunda opinión de María Isabel Rueda del día de hoy:
¿Qué opina María Isabel? Nuevo director de la Policía viene de las mieles diplomáticas
Había sido nombrado cónsul en Miami desde que participó activamente en el empalme del Gobierno Petro. Muchos mantienen excelente opinión de Salamanca. Pero no deja uno de preguntarse si su lealtad con el actual gobierno será por obligación constitucional e institucional, o si va más allá, hasta llegar a simpatías políticas por el presidente Petro.
A las 6:10 a. m. de hoy 13 de abril, ¿que estará opinando María Isabel en SEMANA? Pues la opinión gira alrededor, nuevamente, de la salida del general director de la Policía Henry Sanabria después de 30 años de trabajo en la institución. Y quien será reemplazado por el general William Salamanca, retribuido desde comienzos del Gobierno Petro con el cargo bien apetecido de cónsul en Miami.
El asunto no deja de ser altamente controversial, no sólo porque el general en retiro, Salamanca, con 37 años de servicio en la Policía, estuvo envuelto en una controversia por la construcción de unas casas fiscales que involucraba al director de la Policía de la época, general Óscar Atehortúa, por tráfico de influencias. Lo cual le acarreó en su momento a Salamanca, de parte de su entonces superior, una curiosa sanción. Consistente en ser enviado a más de un año de vacaciones, 400 días. Lo cual pues se convirtió en una burla contra la institución.
Muchas personas conocedoras del sector hablan, sin embargo, muy bien del general Salamanca. Este revolcón en la Policía se da en medio de una alta preocupación en sectores del país por cuenta de lo que viene sucediendo con el orden público, y por la efectividad de sus fuerzas para controlarlo, que por momentos parecen maniatadas. Venimos de una emboscada cobarde y repudiable, de diez soldados dormidos, y por lo tanto en claro estado de indefensión, en una vereda del Catatumbo.
Ante lo cual dijo cínicamente su cabecilla, Antonio García, después que se trataba de un “derecho del ELN”, porque este grupo guerrillero no ha firmado ningún cese el fuego. Y que, además, eran unos soldados novatos y mal preparados, y, por lo tanto, pues al parecer tenía derecho de asesinarlos. Pero ayer se repitió la misma película de los policías secuestrados en el tal cerco humanitario del Caguán. Cuando 20 uniformados, de la Tercera División del Ejército, se desplazaron a Toribío, Cauca, en persecución de un peligroso cabecilla de las Farc.
Es tal el desorden público que reina, que sus propios habitantes se sintieron empoderados, legitimados, con autoridad para mantener secuestrados a 17 de estos soldados durante más de diez horas. Sus secuestradores, que fueron más de 700 personas, algunas miembros del Resguardo Indígena de la zona, alegan que hubo abusos y equivocaciones de los uniformados en los operativos.
Sí es cierto, algo que es grave y que evidenciaría una descomposición muy preocupante al interior de nuestro Ejército, tampoco justifica que a través de este secuestro los habitantes de la zona hubieran presionado la presencia de las autoridades civiles para esclarecer los hechos. Porque lo que ello evidencia, al igual que el tal “cerco humanitario” del secuestro de la Policía en el Caguán, es que la orden del presidente Petro, de que nuestra fuerza pública proteja el territorio nacional, se ha convertido en una responsabilidad prácticamente imposible de cumplir.
Y mientras tanto uno se pregunta qué hace continuando en su cargo esa estampilla que es el actual ministro de Defensa, Iván Velásquez.