A las 6:10 a. m., ¿qué estará opinando María Isabel hoy miércoles 20 de septiembre en SEMANA? La opinión gira en torno al discurso coherente y armado en sus términos, claro, que ayer pronunció el presidente Gustavo Petro en la Asamblea General de las Naciones Unidas, venciendo el desconcierto que le debió producir que las sillas estuvieran vacías cuando le tocó el turno de subir al podio.
¿Será que ha cogido fama de charlatán o que en realidad le tocó un momento de receso del auditorio? No sabemos, la verdad todavía no la conocemos, pero sí se notó que durante su visita a Chile este presidente viajero tuvo una inmersión en la poesía de Pablo Neruda, porque al llevar oportunamente el tema del peligroso éxodo de los migrantes del sur hacia el norte, atravesando el peligroso Tapón del Darién, Petro describió el drama de la siguiente manera:
“Una mancha de gentes cuyos colores se van mezclando en una mancha incontenible, una multitud de todos los colores va avanzando por las trochas, por mares, por selvas, configurando una obra de arte en el lecho de la Tierra, un fluido de tonos de sonidos, de vestimentas diferentes, en una gran mancha del sur al norte. El éxodo de la humanidad ha comenzado en el año 2070, 3.000 millones de personas habrán huido de sus países porque serán inhabitables”.
Obviamente, no iba a faltarle su elucubración espacial con esta máxima: “No nos dejan pensar en expandir la vida a las estrellas, porque nos tienen condenados a hacer la guerra”, pero cada vez se crece más su convencimiento de que él, Petro, será el salvador del planeta, ya no solo de Colombia con la ‘paz total’.
Pues propuso ante la Asamblea de la ONU abrir dos diálogos para terminar con dos guerras, algo que él extrañamente supone no se le ha ocurrido absolutamente a nadie antes de él. El de Israel y Palestina y el de Ucrania y Rusia. El primero creyó tenerlo casi resuelto el entonces presidente Donald Trump con ayuda de su yerno, a quien iba a encargar de esa labor. La segunda guerra, la de Ucrania con Rusia, ha recibido toda clase de propuestas, por ejemplo de China, pero Gustavo Petro cree que él es el hombre que va a acabar con las guerras en el planeta para que nos permitan pensar y divagar en las estrellas.
Aún piensa que la salida de Colombia de las energías fósiles va a salvar al planeta del cambio climático y pidió de todas maneras un Plan Marshall, así como el plan que lideró Estados Unidos para reconstruir a Europa tras la Segunda Guerra Mundial, esta vez para salvar al planeta del calentamiento global.
Y también dijo que este presidente del país de la belleza, que es la nueva marca país de Colombia, propone la reforma del sistema financiero mundial en pro del desarrollo sostenible. Sin embargo, a pesar de que era lo esperado, no habló de desbloquear a Venezuela, pero sí a Cuba. El discurso lo pronunció en buen tono y fue coherente con las cosas que ahora anda diciendo por el mundo en sus frecuentes viajes.
Pero que realmente Petro pueda detener el cambio climático y acabar con las guerras del planeta es otra historia, no es sino ver las sillas vacías del recinto, bien porque la audiencia tenía que ir al baño, que puede pasar, o porque el mandatario colombiano ya tiene fama internacional de soñador, para librarlo del incómodo calificativo de charlatán.
Lea la primera opinión de María Isabel, hoy 20 de septiembre:
¿Qué opina María Isabel? Sillas vacías en la ONU
No se sabe bien por qué se desocupó el recinto cuando le llegó el turno al mandatario colombiano de dirigirse a la audiencia ante las Naciones Unidas. ¿Acaso era el momento de un receso o acaso no había interés en oír hablar a Petro, quien ha cogido fama internacional de “mesías carretudito”?
A las 6:00 a. m., ¿qué estará opinando María Isabel, hoy miércoles, 20 de septiembre, en SEMANA? Pues la opinión gira en torno a lo que realmente ocurrió ayer en la Asamblea General de las Naciones Unidas.
Uno habría creído que por lo menos por el efecto de arrastre, por corresponderle a Petro un privilegiado turno para hablar después del presidente Joe Biden, el mandatario colombiano tendría el auditorio taqueado de oyentes; por alguna razón no fue así. La causa se debate entre dos teorías.
La primera, que había un momento de receso y por eso cundía el desorden en el recinto. La segunda, que no había interés en escuchar al presidente de Colombia, que ya ha cogido fama de ser un poco “carretudito”, de ser inexacto en sus citas y de creerse un exótico salvador del planeta.
Por ejemplo, cuando el Gobierno de Estados Unidos tuvo que salir a desmentirlo en su afirmación de que fuerzas políticas de ese país le habían pedido que construyera un muro para taponar el Tapón del Darién y así frenar el fenómeno de la migración de sur a norte del continente. Tuvo que salir el embajador de Colombia en Estados Unidos, Gilberto Murillo, a aclarar que eso Petro lo había dicho en sentido figurado.
El hecho es que ayer, cuando correspondió el turno de hablar al presidente colombiano, se produjo un desorden tremendo en el recinto, básicamente una desbandada, si lo quieren llamar, así que dejó muchas sillas vacías y obligó a Dennis Francis, presidente de la Asamblea General, a azotar su mazo repetidamente sobre el escritorio para poner en orden al recinto.
Luego de cinco minutos de espera, durante los que a Petro se le notó la impaciencia con frases como “ustedes dirán” que le dirigió a la mesa directiva para arrancar su discurso, por fin lo hizo. De su contenido hablaremos en la próxima sección, pero adelantaremos su final, a pesar de tratarse de Petro, que con frecuencia deja que se les borde la imaginación en viajes espaciales, su discurso no estuvo malo en cuanto a la coherencia de reflejar sus particulares creencias, que el mandatario colombiano repite aquí y allá.
Afortunadamente, no se presentó ni de chompa -como posesionó a Laura Sarabia- ni de sudadera -como le gusta conquistar a su pueblo- ni de guayabera -con la que vistió para saludar al presidente cubano, que en contraste estaba de vestido de paño oscuro de pies a cabeza e incluso con corbata, pieza de indumentaria masculina que Petro piensa que lo ahorca-. Aunque en las Naciones Unidas la usó impecablemente, para qué.
Al final quienes más rabiosamente lo aplaudieron fueron la vicepresidenta de Colombia, Francia Márquez, el canciller Álvaro Leyva, que se despertó; su hija Antonella y su esposa discreta o discriminadamente sentada una fila más atrás, mientras adelante el representante de Burkina Faso se metía sospechosamente los dedos a la nariz.