A las 6:00 a. m., ¿qué estará opinando María Isabel, hoy lunes, 2 de octubre, en SEMANA? Pues la opinión gira en torno al conocido, en la Costa, como el Clan Torres y particularmente a su cabeza, Euclides Torres, que las declaraciones judiciales de Nicolás Petro lo revelaron como el gran financiador de la campaña de su padre.
De no haber hablado Nicolás Petro, cuyas declaraciones fueron recogidas ordenadamente por la revista SEMANA, don Euclides Torres seguiría siendo un conspicuo personaje que influía con su dinero en la política colombiana, pero sin dejarse notar de a mucho. Su línea de negocios, que es la favorecida con sus favores políticos, está en el alumbrado público, principalmente, y en los centros de diagnóstico automotriz.
Pero tiene intereses en todos los sectores del Estado, en las tres ramas del poder público, pero probablemente después de la visita del presidente a su hijo en Barranquilla, a la que siguió que Nicolás Petro se echara para atrás en la colaboración que le había ofrecido a la Fiscalía a cambio de su libertad, nos quedaremos sin saber si fue vía Euclides Torres que el exembajador en Venezuela Armando Benedetti se levantó los 15.000 millones para la campaña que comentó con Laura Sarabia en aquella famosa llamada telefónica, y si era Euclides Torres el que le costeaba los vuelos chárter a Caracas en los que incluso viajó innumerables veces la niñera que Laura Sarabia y Benedetti compartían.
Según Nicolás Petro, Benedetti, quien dijo Nicolás, fue el que trajo a don Euclides a la campaña Petro, siempre decía que por plata no se preocuparan, que Euclides Torres la ponía y que ellos se encargaran de llenar las plazas, la repartición de tareas.
Según lo dijo Petro Junior, ahí comenzó la danza de los millones. El canalizador era el congresista del Pacto Histórico Pedro Flórez que, según SEMANA, recogiendo las declaraciones de Nicolás, era el que manejaba los recursos de Euclides Torres a la campaña, el que los entregaba en bolsas y maletines repletos de efectivo.
Esos recursos se invirtieron en la campaña del Pacto Histórico, dice Nicolás, y en la campaña presidencial de su padre que, indudablemente -dice-, sabía de esos dineros, los que nunca aprobó ni desaprobó a pesar de que, según su hijo, el entonces candidato se reunió en más de una ocasión con el potentado empresario Euclides Torres de manera personal.
También afirmó Nicolás Petro que detrás de los dineros donados por el Clan Torres había un claro interés de la cabeza de don Euclides como contratista, megacontratista, y que para concretar dichas retribuciones, Petro y don Euclides se reunieron en una ocasión en Florencia, Italia; e incluso el joven Petro asegura que los dineros del Clan Torres irrigaron hasta la familia Alcocer.
Total, Euclides Torres financió sedes de campaña, eventos, logística, movió a la gente a los puestos de votación, organizó equipos de testigos electorales y el pago por el software para hacerle seguimiento a la votación. Declara Nicolás Petro que el pago de los favores de Euclides los dirigía Laura Sarabia.
Por ejemplo, en la Superintendencia de Transporte no se mueve una hoja sin el visto bueno de don Euclides y, según Nicolás, al súper lo nombraron a través, como no, de Laura Arabia. Las cartas, en todo caso, así hasta acá llegue la colaboración de Nicolás Petro con la justicia, están sobre la mesa. Desenmascarado Euclides Torres como el gran financiador de la campaña Petro y todas sus vertientes, lo que sigue es que las autoridades respectivas jalen esta pita a ver hasta dónde conduce; si quieren, claro.
Lea la segunda opinión de María Isabel, hoy 2 de octubre:
¿Qué opina María Isabel? El osazo de los pasaportes
Declararon desierta la licitación para elaborar pasaportes porque a Petro no le gustó que se la ganara la compañía Thomas Greg, la única que se presentó. Pero después del caos que se armó como consecuencia en la expedición de pasaportes, la Cancillería volvió a contratarla, pero esta vez a dedo y por un año no más.
A las 6:10 a. m., ¿qué estará opinando María Isabel hoy lunes 2 de octubre en SEMANA? Pues la opinión gira en torno, no al oso, al osazo de la Cancillería de Álvaro Leyva con el tema de los pasaportes.
Cientos de ciudadanos ya venían protestando por las larguísimas colas que se formaron en las últimas semanas luego de que la licitación para continuar elaborando los pasaportes colombianos fuera declarada desierta, y la gente acudió masivamente a renovar su documento previendo el caos a partir del día 2 de octubre, o sea hoy, para su expedición cuando se vencía el permiso a la compañía Thomas Greg & Sons y el contrato de los pasaportes.
El presidente ordenó por Twitter, en el colmo del desgobierno, que se declarara desierta la licitación porque sólo había un proponente, Thomas Greg, a pesar de que cumplía de sobra con los requisitos, porque según Presidencia, eso afectaba la libre competencia. Y ordenó también Petro que en adelante en Colombia no haya licitaciones con un solo proponente.
Declarada desierta la licitación, la Cancillería expidió un decreto con la figura de la emergencia manifiesta, pensando que era mamey levantarse otra compañía, esta vez escogida a dedo, que se encargara de la elaboración de los pasaportes.
Se llegó a pensar que podría ser Carvajal o Servientrega, pero no estaban ni tibios. Ninguna de las compañías, y otras de las posibilidades que fueron planteadas por la Cancillería, podría asumir este reto que no es sencillo, por la cantidad de requisitos físicos y técnicos que exige la elaboración de un pasaporte.
Después de haber creado el caos y hasta el pánico de la gente que temió quedarse sin pasaporte, o que había encontrado imposible hacerlo por la sobrecarga en la página web en la que se asignaban las citas, sucedió lo más increíble: que por la vía de la urgencia manifiesta, la Cancillería escogió a la misma empresa descalificada en la licitación, Thomas Greg, para que continúe expidiendo los pasaportes un año más.
¿Para qué crear este caos diciéndole que no le daban inicialmente el contrato a la compañía porque habían declarado desierta la licitación para terminar diciéndole finalmente que sí, por un año, mientras se prepara otra licitación? Que se dice, insistentemente, en la que el Gobierno tiene mucho interés de que participen en ella unas compañías más del gusto del Palacio de Nariño y de sus asesores internacionales.
Nada de raro tiene que este inepto gobierno permita que termine este año de extensión del contrato de los pasaportes y no se haya abierto la nueva licitación. Si esto que pasó no fue un osazo burocrático, ¿qué fue entonces?