Nilson Hernández Gómez era empresario y taxista, aficionado al campo y muy querido por su comunidad. Vivía con su familia en el barrio Verbenal, en Bogotá, y era padre de seis hijos, dos de ellos del matrimonio con su esposa Blanca Molina y cuatro más adoptados, en una muestra de su enorme generosidad y bondad.
El pasado domingo 28 de marzo, a las 11 de la mañana, Nilson fue una víctima más de la inseguridad en la capital del país. Cuando volvía a su hogar junto con su esposa, y a pocos metros de entrar a la casa, su hijo Felipe fue abordado por cuatro sujetos que lo intimidaron para robarlo. Nilson se percató de la situación y fue a socorrerlo. Sin embargo, los atacantes fueron respaldados por más delincuentes que le propinaron golpes y heridas con arma blanca hasta dejarlo inconsciente.
Felipe vio el rostro de su padre ensangrentado. Un vecino se ofreció para llevarlo al Hospital Simón Bolívar, pero al llegar no se pudo hacer nada. Una puñalada en el pecho fue mortal. Nilson falleció.
Sebastián Niño salió el miércoles 24 de marzo a las 5:15 de la mañana con dos amigos con los que comparte la pasión por el ciclismo. Transitaban por la Autopista Norte, cuando a la altura de la calle 205 tres hombres salieron detrás de un paradero y, sin mediar palabra, los empujaron, amenazaron con arma de fuego e incluso dispararon al aire para intimidarlos. Lograron tumbar a dos de ellos de sus ciclas, lo cual les dejó evidentes lesiones al costado izquierdo del cuerpo.
Los ladrones emprendieron la huida y pasaron al otro costado de la avenida con las bicicletas. Allí, dos carros estaban esperándolos para la fuga. Sebastián llamó al 123 y dio la placa de los carros. Al rato llegaron los policías para atender la denuncia, y luego, resignados y con laceraciones en sus cuerpos, volvieron a sus casas.
Gracias al trabajo de la Policía, una de las bicicletas, que estaba en un parqueadero abandonado en el centro de la ciudad, se logró recuperar, pero de la otra, así como de los responsables, no se tiene una respuesta. “Sabemos que es una banda organizada que tiene este mismo modus operandi porque a dos compañeros de nosotros ya los habían robado de la misma forma”, cuenta Sebastián.
Como señala, no han sido las únicas víctimas de esta modalidad. Juan Carlos Rodríguez, también ciclista, salía a las cuatro de la mañana de su casa, por la calle 150 con Autopista Norte, a encontrarse con un amigo para hacer un recorrido, cuando de repente salieron tres sujetos detrás de un árbol y uno de ellos le lanzó un objeto pesado y contundente al rostro.
El golpe lo dejó inconsciente por media hora. Según su relato, al despertarse estaba en una ambulancia con la cara destrozada. “No tuve oportunidad de entregar mi bicicleta, como siempre llegué a pensarlo el día en que me tocara”, señala.
Estos son apenas tres relatos que dimensionan el preocupante deterioro de la inseguridad en Bogotá. No es un asunto de percepción. Cada día se conocen más víctimas y más casos en una ciudad que, literalmente, está presa del miedo. En el caso de los ciclistas, cansados de estos hechos, decidieron convocar a una marcha pacífica que bloqueó el tráfico de la Autopista Norte el pasado sábado en la mañana. Allí hicieron sentir su voz por la inseguridad. Creen que es una misma banda o que por lo menos están organizados.
Los secretarios de Seguridad, Hugo Acero, y de Movilidad, Nicolás Estupiñán, se reunieron con ellos luego del plantón para buscar soluciones. “Se han capturado a varios delincuentes que cometían hurtos en la Autopista Norte con 208. Así mismo, la Policía Metropolitana de Bogotá está realizando rutas seguras en diferentes puntos y salidas de la ciudad”, le dijo Acero a SEMANA.
Sin embargo, según dicen los ciudadanos, estos esfuerzos no son suficientes. “Es un problema que va más allá de poner policía para acompañar a los ciclistas, pero claramente se tiene que hacer”, asegura Sebastián, quien considera que la solución está en atacar el problema de raíz con la venta de partes robadas y mayor judicialización a casos de hurtos de bicicletas.
Al hijo de Hernán Infante le pasó una situación similar. Tiene 14 años y también fue víctima de un atraco junto a dos amigos de 13 y 15 años. Cuenta que habían ido a la ciclovía, pero de vuelta a sus casas, cerca de la Biblioteca Virgilio Barco, a uno de ellos se le zafó la cadena. En ese momento se acercó una persona de unos 30 años, quien se ofreció para ayudar. Lo abrazó y le pidió que lo saludara como si lo conociera. A los pocos minutos llegaron otros dos asaltantes e intimidaron a los menores, incluso les dijeron que los iban a matar porque supuestamente hacían parte de una banda de microtráfico de la zona.
En un momento se llevaron al mayor y esto aumentó la incertidumbre. Unos minutos después les dijeron que fueran por su amigo y lo trajeran, pero que tenían que dejar sus pertenencias. Pasaron por el Parque Simón Bolívar, donde les señalaron que estaría, y al regresar se dieron cuenta de que los habían despojado también de sus objetos personales. Ahora el miedo es tal que recuerdan la situación y no quieren volver a frecuentar por allí si no están acompañados.
Cristian Muñoz también fue víctima de asaltantes en el barrio Bachué, en Engativá, donde ha vivido desde pequeño. Dice que a pesar de que se han registrado hechos de hurto o microtráfico, siempre se había sentido seguro porque conoce a quienes viven allí. Sin embargo, el pasado lunes 29 de marzo a las 9:15 de la mañana, cuando se dirigía a su trabajo, recibió una llamada y sacó su celular. Mientras la atendía oyó el motor de una moto, pero no le prestó importancia.
Cuando menos pensó, la moto llegó hasta donde estaba. Cristian alcanzó a colgar y guardar el celular en el bolsillo, sin embargo, el parrillero le apuntó con un arma y le dijo que le diera el celular. “No se vaya a hacer matar”, le advirtió. Él, de inmediato, lo entregó.
En un momento pensó en la posibilidad de salir corriendo, pero siempre estuvieron apuntándole. Cristian no tuvo más remedio que entregar sus pertenencias y pedir que no se llevaran los papeles y los 3.000 pesos con los que contaba en la billetera. Al verificar que era cierto el monto que cargaba, el ladrón la botó al piso.
Cuando se fueron, Cristian trató de verificar las placas, pero estaban tapadas y en los cascos tampoco estaban identificados. “Me quedé ahí un rato, quedé asustado, en shock”, dice. Agrega que ha sido tanta la inseguridad en la zona que los vecinos ya se han organizado para enfrentar la delincuencia en el barrio.
Inseguridad desbordada
Prácticamente a diario se conocen hechos similares en todas las localidades de Bogotá, y la inseguridad es uno de los temas que más les preocupa a los habitantes de la ciudad. Según la encuesta Bogotá Cómo Vamos, solo 9 por ciento de los bogotanos se siente seguro en la capital del país. Esta semana se registraron hechos insólitos que antes no habían ocurrido. La Conferencia Episcopal fue víctima de los hurtos en plena Semana Santa. Al parecer, se trató de un asalto coordinado en el que los delincuentes tenían conocimiento del lugar.
Los ciudadanos también fueron testigos, por medio de videos en redes sociales, de un atraco masivo y coordinado en La Estanzuela, en la localidad de Los Mártires, en el centro de la ciudad. Allí se vio a personas armadas con cuchillos, machetes y armas de fuego, entre otros elementos. Hubo una batalla campal en la que fueron atracados transeúntes y personas que se movilizaban en sus vehículos. A la chef Leonor Espinosa también la amenazaron con arma de fuego cuando se encontraba en un vehículo en la calle 80 con carrera 68, como ella misma denunció.
El secretario Acero asegura que están tomando medidas para contrarrestar la inseguridad. Pero ese cortocircuito con la Policía Metropolitana, impulsado por las constantes críticas de la alcaldesa Claudia López a los uniformados, es una de las principales causas de ese vacío de autoridad y del deterioro que salta a la vista. Muchos consideran, de hecho, que la seguridad se le salió de las manos a la alcaldesa. Lo cierto es que las historias de miedo se multiplican a diario y la gente tiene pánico de salir a las calles de Bogotá, pues teme ser víctima de los delincuentes.