En la última ofensiva armada que sacudió el Catatumbo, los civiles pusieron los muertos. A mansalva, sin mediar palabra y a plena luz del día, diez hombres prendieron fuego contra los clientes de un billar en El Tarra. Así como llegaron se fueron del pueblo: en una camioneta, costosas motos de alto cilindraje y "armados hasta los dientes".Nadie recuerda por dónde se movilizaron, ni por qué vías salieron. Lo único que sigue intacto en la mente de quienes merodeaban -el lunes en la tarde- en el barrio Villa Esperanza, es la imagen de un puñado de hombres, mujeres y niños corriendo despavoridos, mientras escuchaban las ráfagas. Pero no todos los que se habían reunido en el local de don ‘Wicho‘ pudieron esquivar las balas. El fuego indiscriminado, que acabó con la vida de Carlos Torres, Frederman Quintero, Ramón Ramírez, Asdrubal Durán, Alexander Campos, Jhon Sanabria, Wilmer Ramírez y dos ciudadanos más, aún por identificar, revivió la pesadilla que los enlutó 19 años atrás, con la masacre de La Gabarra. En contexto: Viaje al infiernoEn su gran mayoría, las víctimas son oriundas del mismo pueblo: un presidente de Junta de Acción Comunal, una mujer encargada de atender el billar, al menos dos excombatientes de las extintas Farc, un hombre dedicado a la venta de chance y varios agricultores, que pasaban la tarde, mientras en el pueblo se realizaban las exequias de Jhon Carrascal, un joven de 21 años, que el sábado fue asesinado en extrañas circunstancias.Desde hace más de cinco meses viene escalando la violencia en el Catatumbo que ha dejado más de 9.000 nuevas víctimas. Una guerra sin cuartel por las zonas que dejaron las Farc y que el Estado nunca llegó a ocupar. Sin embargo, en este caso, a pesar de que el pulso en el territorio lo libra el ELN contra el EPL, ambos grupos descartaron cualquier vínculo con la masacre."Llamamos a realizar una investigación pronta, independiente y eficaz para dar con los responsables de esta matanza colectiva, que acrecienta el estado de zozobra que vive esta región", manifestó la delegación de diálogos de la guerrilla en La Habana. Al mismo tiempo que el otro grupo armado advirtió en un panfleto: "no tenemos nada que ver con este atentado y reiteramos que nuestro pilar es defender la población".

Sobre lo que ocurrió en El Tarra hay varias cosas que no encajan. Primero, las características que rodearon una masacre, que como su tipo, no se perpetraba desde los peores años de la violencia de los paramilitares. Y, en segundo lugar, la facilidad con que el grupo de sicarios encapuchados se movilizó por uno de los pueblos más militarizados que tiene Colombia. De hecho, en el momento que se dio la incursión, altos mandos del Ejército y de la Policía adelantaban un consejo privado de seguridad en la Gobernación de Norte de Santander. Le recomendamos: Después del acuerdo de paz, la guerra no descansaAlgunos ciudadanos de la zona tienen su propia versión de los hechos. Y a pesar de que el rompecabezas a penas se va a empezar a armar, hablan de un panfleto que circula desde el 26 de julio en la zona. "Resivan un caluroso saludo de la organización paramilitar queremos hacer saber a la población civil del Catatumbo que vamos a tomar territorios. Ya tenemos identificados a los colaboradores del ELN y el EPL. Les hacemos un llamado para q desalojen el territorio (...) Ya que las dos organizaciones tiene conflicto nos quedó más fácil de ingresar al territoria" (sic), dice el mensaje. Aunque se repitió como un mantra durante la negociación en La Habana que el proceso de paz no se limitaría a la dejación de armas, a dos años de la implementación, el país rural todavía no ve los beneficios de lo que se pactó y, por el contrario, muchas regiones influenciadas por el narcotráfico, se sienten cada vez más sumergidas en nuevos ciclos de violencia. "El Ejército Nacional tiene acantonados más de 12.000 hombres en la región. El territorio tiene 5.000 kilómetros cuadrados de superficie donde fácilmente cabrían dos soldado por kilómetro cuadrado. Sin embargo, ellos nunca han salido de los batallones, ni los puestos de Policía, ni se ve el patrullaje por ningún lado. Esto ha creado una gran incógnita sobre cuál es la misión del Estado", dijo Jorge Solano, integrante de la mesa de víctimas del Catatumbo.Ahora más que nunca en el Catatumbo creen que el fin de sus males no solo llegará con la erradicación de los cultivos ilícitos e imponiendo autoridad, sino también desarrollando un gran programa de inversión social sostenible que involucre a todas las comunidades. Sólo así, el Estado podrá llegar ganarse el corazón de los campesinos. Por eso muchos se preguntan, si esa será la apuesta del nuevo gobierno. Por su parte, el director de la Policía, el general Jorge Hernando Nieto, anunció que ofrecen una recompensa de 100 millones de pesos a quien facilite información que permita esclarecer lo que pasó. Mientras los datos brotan en medio del caos y el desconocimiento, en El Tarra nadie quiere asomar la cabeza. El comercio está paralizado, la gente tiene miedo de salir a la calle.