Uno de los dichos populares sentencia que nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde. Y quizá las víctimas de la violenta guerra que se ha vivo en Colombia en medio del conflicto armado pueden dar testimonio que cada día es una oportunidad que no se repite. Entre los relatos que entregó el Ejército Nacional a la Jurisdicción Especial para la Paz está el de aquellos que de manera sorpresiva sobrevivieron a las fuertes explosiones de artefactos ilegales como las minas antipersonales y otros tipos de paquetes que la mayoría de las veces causan la muerte de quienes las activaron.
“Un 12 de junio de 2011, estaba de permiso en casa con mi hermano, viendo un partido de fútbol; ese día nadie iba a cocinar, mejor íbamos por unas hamburguesas, pero antes de ir por ellas vi un paquete sospechoso afuera de la casa. En un abrir y cerrar de ojos, la vida me cambió: el cielo se puso tan triste como yo, los gritos, el dolor, la rabia, la impotencia, hasta pedí que me mataran, que así no era justo y en ese ‘flash’, la vida se me fue por mucho tiempo; no la entendía, no la quería, no me sabía a nada, estaba sin mis brazos, sin una pierna, medio jodido de un ojo y de un oído… ¿qué vida era esa?”, dice el desgarrador relato del militar Juan José Florián, que reposa en los más de 9.000 folios que fueron entregados a la JEP.
Inicialmente una escena como esas deprime a cualquiera y al igual que Florián piensan que no hay vida después de lo sucedido. Sin embargo, algunas de las víctimas de minas con las que ha hablado SEMANA coinciden en decir que entienden que a diferencia de otros contaron con la suerte de sobrevivir. Y es en ese momento que se dan cuenta que como lo dijo Juan José Florián: “La vida nos da cada mañana dos opciones, una es quedarnos en la cama durmiendo, otra es levantarnos a perseguir los sueños”. Cuando él escogió la segunda, se dio cuenta de cuán lejos podía llegar, hoy es deportista paralímpico profesional dejó de ser visto como el pobrecito militar herido para convertirse en Juan José ‘Mochoman’ Florián.
“Soy una máquina de sueños, y todos los días me levanto a perseguirlos”, dejó plasmado en el informe que hoy reposa sobre los escritorios de la JEP. Su testimonio ha inspirado a más de uno que por momentos vivieron una verdadera pesadilla. Como la del teniente Camilo Andrés Castellanos Sánchez, su tragedia ocurrió el 27 de febrero de 2012, entre Florida, Valle, y Miranda, Cauca.
Así la narró: “Sentí un golpe durísimo en el pecho, no sabía qué estaba pasando, sentí que algo me golpeó y me levantó, pero quedé en la misma posición, sentía el zumbido en los oídos, me quedé sin aire, me miré el pecho, pero no vi nada raro, me volteé, estaba aturdido, sentía el olor a pólvora; cuando intenté levantarme después de unos segundos, traté de colocarme de pie y no fui capaz, en ese momento miré hacia mis piernas y la pierna izquierda ya no estaba, estaba desprendida; solo había hasta cierta parte del muslo y sobresalía el hueso, se había desprendido completamente un poco más arriba de la rodilla. La otra pierna estaba toda ensangrentada, el pantalón estaba roto, sentía la pierna toda caliente, la intenté mover y me dolía mucho. Ahí entendí que habíamos caído en un campo minado. Recosté la cabeza mirando hacia el cielo y en los árboles vi mi pierna colgando de una rama”.
Castellanos, al igual que muchos militares amputados, escucharon la pregunta de Florián: “¿Qué harás tú mañana al despertar? Ahora es uno de los mejores nadadores del mundo, se destaca en los estilos de pecho, mariposa, libre y espalda; compite en 50, 100 y 400 metros libre, así como en 100 metros pecho y en los 400 metros combinados. Aunque todos dicen que su fuerte son los 100 metros pecho.
En el informe se conoce la historia detallada de 8 militares mutilados que decidieron salir de la crisis, haciendo una catarsis de su situación y ahora forman parte de un equipo de triatlón. Daniel Ignacio Urbina es uno de ellos. Y recuerda en el informe presentado a la Jurisdicción Especial para la Paz el momento en el que ganó la primera medalla de oro para Colombia en unos Juegos Mundiales Militares, convirtiéndose en el primer integrante del Ejército en traer la presea.
“Cuando sonó el himno nacional, hice el saludo a la bandera y eso me temblaba todo. Trataba de pararme derecho y comenzó la patica a traicionarme, me temblaba la prótesis, me temblaba la pierna buena y yo pensaba: que no me vaya a caer acá (…) Se escuchaba a todos los colombianos gritando y cantando, todos los que estaban ahí apoyándome, y pues eso fue… la felicidad y el orgullo”, por eso todos días se pregunta lo mismo: “¿qué harás tú mañana al despertar?