Son más o menos 30 o 40 personas, que se visten de negro, las que caminan hacia atrás y salen a las 12:00 de la noche con velas a recorrer el barrio Catalina, en la localidad de Kennedy, en Bogotá. Su mirada es adusta y hay una especie de disciplina entre hombres y mujeres que los hacer ver totalmente coordinados. No se dejan perturbar, no hablan y no se detienen. Ellos son los que caminan hacia atrás.

Un equipo periodístico de SEMANA llegó hasta el lugar para tratar de entender de qué se trata este fenómeno. ¿Satánicos, una secta, una campaña publicitaria? En todo, caso la puesta en escena es terrorífica. La primera vez que los vecinos vieron tal situación se escondieron: “Era una pareja de mujeres caminando hacia atrás, luego vemos este grupo de personas. Nos asombra”, dice uno de ellos. Pero ya son más y la gente pasó de los nervios al desconcierto y hasta la risa. Por eso, estos enigmáticos personajes ya no caminan solos: en la madrugada, en el barrio había mucha gente en la calle que los miraba y les lanzaba gritos. Ellos, los que caminan hacia atrás, no se inmutaban.

Un hombre detiene su vehículo, mientras los ve pasar. “Raro, todo muy raro… una secta o algo”, dice mientras sonríe y asegura que no tiene temor. Otro hombre en cambio los mira y no es capaz de acercárseles, “creo mucho en mi Dios”, asegura.

Las velas no se apagan y los que caminan hacia atrás tienen la mirada perdida. Algunos clavan los ojos en el pavimento. Todos tienen tapabocas y en uno de los extremos se ve a un joven que mientras avanza de espaldas se balancea, con un ritmo que produce inquietud y hasta miedo. Parece poseído por una fuerza desconocida, ¿o será un charlatán, un actor contratado?

El reportero de SEMANA se les aproxima con su micrófono. Después de muchas preguntas, en todos, hubo una sola respuesta: “Queremos devolver el tiempo... queremos devolver el tiempo”, repiten una y otra vez. Se ven imperturbables.

“A mí me da lo mismo, yo voy es con Dios”, comenta con una leve sonrisa otro joven que pasa por el lugar. Ya no está la calle oscura y solitaria como la primera vez que alguien grabó a estas particulares personas desde la rendija de alguna ventana. La calle está repleta, unos hacen videos con sus celulares, otros simplemente los miran con sorpresa, temor o desconfianza. De repente, se oyen chiflidos y algunas arengas políticas, una mezcla absurda.

La Policía le da trato de caso a investigar, pese a que hasta ahora solo se sabe que el grupo se creó por redes sociales. Después de varios minutos llevan dos cuadras de recorrido. Algunas velas se apagan y empiezan a dispersarse, tal cual se formaron, y empiezan a desaparecer de la extraña escena.

Los que caminan hacia atrás caminan ahora hacia adelante y doblan las esquinas para abandonar el barrio Catalina. Los vecinos quedan desconcertados: de nuevo se fueron y nadie sabe quiénes son, qué buscan, por qué actúan así, si es un rito satánico o si se trata de una campaña publicitaria. Es hora de dormir, vendrá una que otra pesadilla, en medio de una sola certeza: 24 horas después regresarán. Pero tarde o temprano se descubrirá toda la verdad.