Estábamos dentro del restaurante cuando entraron dos sujetos altos, morenos, acuerpados, traían la muerte en la mirada. Nosotros éramos cuatro policías sentados en dos mesas distantes, ahí comenzó la balacera. Uno de los bandidos apuntó directamente al jefe (intendente Rivera), y se prendió la plomacera (…). Él recibió la parte más dura del ataque y como pudo salió caminando, pero estaba muy herido y cayó muerto”. Este es el crudo testimonio, al que tuvo acceso SEMANA, de uno los compañeros del intendente Edwar Rivera, asesinado por sicarios del Clan del Golfo en Acandí, Chocó, en medio de un operativo para capturar a dos extraditables.
El intendente Rivera les venía siguiendo los pasos con labores de infiltración en terreno. Era la secreta Operación Big Station, y los personajes tras los que iban eran de extrema peligrosidad, lo cual quedó demostrado: Rivera fue asesinado en medio del operativo.
El crimen del intendente no solo sacudió a la Policía en Colombia. Su muerte provocó un coletazo en Estados Unidos: era uno de los uniformados que por sus capacidades fue entrenado por el FBI, la principal agencia de investigación norteamericana. No era para menos. Rivera había participado en destacadas acciones, como la que se ejecutó en 2009 para capturar a Daniel Rendón Herrera, alias Don Mario, reconocido narcotraficante y cabecilla de varios grupos paramilitares.
Recientemente, también formó parte de la investigación que condujo a la captura de Darío Antonio Úsuga, alias Otoniel, el jefe máximo del Clan del Golfo. Se trataba de un policía que prefería trabajar en terreno, infiltrándose entre el hampa para recoger información de inteligencia que lo llevara a los peces gordos, como sucedió en la Operación Big Station. Había logrado recopilar todos los datos del paradero de dos extraditables de gran importancia para Estados Unidos.
Sus verdugos
El crimen ocurrió cuando iba tras Emir Ruiz, alias Emir, y Carlos Molina Duque, alias Carlos Molina. SEMANA tiene en su poder el dosier de inteligencia de la operación que infortunadamente le terminó costando la vida. Allí se revela que estos sujetos (Molina Duque, el cabecilla, y Emir, segundo al mando) enviaban estupefacientes a Estados Unidos a través de mulas y encomiendas.
Los integrantes de esta red se reunían en Cundinamarca, Antioquia y Risaralda para acordar lo relacionado con la logística y cómo se repartirían el dinero. El alcaloide lo obtenían en Catatumbo, Norte de Santander, lo enrutaban por vías nacionales y lo sacaban del país desde el aeropuerto El Dorado hacia Washington y Nueva York.
El líder de la estructura, destaca el documento de inteligencia en poder de SEMANA, era Molina Duque, quien coordinaba el envío de unos 50 kilos de cocaína por mes. Su mano derecha, alias Emir, era el dinamizador, es decir, lideraba el envío desde Chocó hacia Centroamérica y Estados Unidos.
“Lograban contaminar vuelos comerciales con cocaína, utilizaban pistas privadas y avionetas que compraban para el envío del alcaloide”, señala el informe reservado de la Policía. El FBI y Colombia buscan a los gatilleros que dejaron al país sin uno de sus investigadores estrella, quien en sus 11 años de carrera obtuvo 118 felicitaciones y 16 condecoraciones, y participó en varios de los más importantes golpes propinados a organizaciones criminales.