Sus seguidores lo llamaban "el líder". Y es que Carlos Lehder Rivas es quizá el único de los grandes jefes de la mafia colombiana que más que empleados, ha tenido seguidores. Encarretador, mesiánico y obsesivo, es también el único que se preocupó por formarse culturalmente. Muy a su manera, claro está. Habla bastante bien el inglés y el alemán, pero además de ello, se había interesado por conocer las sociedades norteamericana y alemana. A la primera de estas, le robó todo el cuento de los años sesenta, con el hippismo, el rock y la rebeldía juvenil, así como la idea del self-made-man, que quiso aplicar con él mismo. A la segunda, por contraste, la herencia nazifascista, con el antisemitismo, el anticomunismo y una particular visión del superhombre que había tratado de trasladar al latinoamericano.

Nacido en Armenia en 1949, de padre alemán y madre colombiana vivió una niñez de internado en internado, desde que sus padres se separaron cuando él tenía apenas 4 años. Después de cumplir los 15, decidió al igual que muchos jóvenes de su generación, viajar a los Estados Unidos a buscar nuevos rumbos. Como buen inmigrante suramericano sin recursos, encontró su salsa en los bajos fondos del mundo latino de Nueva York, que por aquel entonces. 1965 comenzaban a forjar una subcultura muy característica en el West-Side, en medio de la colcha de retazos de esa gran ciudad. Su temperamento aventurero lo llevó a escoger el camino de la ilegalidad, cuando tuvo que elegir entre lavar platos en los restaurantes por unos pocos dólares, o robar carros en las calles. En su oficio de "jalador" se fue superando muy pronto. Pasó rápidamente de segundón a jefe de banda, y sus actividades se extendieron a varias ciudades de la costa este norteamericana, así como a algunas capitales del Canadá. A principios de los setenta, era ya el cerebro de una compleja red de compraventa y contrabando de carros robados, y según todos los datos que recopiló por aquellos días el FBI, había logrado amasar una pequeña fortuna. La cárcel, el paso al cartel de narcotráfico Gracias a ese dinero, pudo invertir su tiempo libre en pagarse clases de aviación, actividad ésta que habría de convertirse con los años en una de sus mayores pasiones. No se sabe muy bien cómo dio el salto de los carros robados a la droga. Pero lo que está claro es que esto coincide con su primera entrada a la cárcel. En efecto, el 25 de junio de 1973, agentes del FBI lo detuvieron y lo acusaron de transporte interestatal de vehículos robados. Todo indica que la acusación no prosperó, y que Lehder pronto quedó libre, pero sólo para volver tras las rejas tres meses después, acusado esta vez de conspirar para la distribución de 200 libras de marihuana. Al parecer, Lehder se inició en este nuevo negocio como distribuidor de cierta categoría. Su primera captura por este motivo le implicó una condena de 4 años, que sólo se cumplió parcialmente, pues Lehder escapó de la prisión. Al volver a la calle, pareció decidido a conocer todos los secretos del tráfico de marihuana, no sólo en los Estados Unidos, sino en lo referente a las rutas que partían de Colombia con los cargamentos que, por esos años, estaban dando inicio a la bonanza marimbera. La Isla de la fantasía Esta claro que ya estaba pensando en grande. Decidió invertir sus "ahorros" (según él mismo lo contaría mucho después, alrededor de un millón de dólares) en comprar viejos aviones en mal estado, para refaccionarlos y venderlos a quienes él llamaba "los muchachos de la bonanza", y que pagaban excelentes precios por los aparatos, pues su interés, más que los aviones mismos, era el cargamento que pudieran llevar. Lehder comprendió muy pronto que el lugar ideal para desarrollar este negocio eran las islas Bahamas. Su ambición siempre creciente, lo llevó a idear un plan para hacerse a la propiedad de una isla que estaba a sólo 200 millas de la costa americana. Embaucó a un gringo, que había tenido negocios con el estafador y financista Robert Vesco, y que había culminado con éxito un fraude bancario. El gringo, que llevaba varios años en las Bahamas huyendo de la justicia norteamericana, fue quien inicialmente compró la isla Cayo Norman. Luego, desapareció misteriosamente del mapa, y la isla pasó a manos de Lehder. La idea inicial consistía en buscar un punto de desembarco de los cargamentos de marihuana que venían por vía marítima desde la costa colombiana, para que desde Cayo Norman, una flotilla de aviones se encargara de lanzar las pacas sobre algunas playas preestablecidas de la costa este norteamericana. Para esto último, Lehder descubrió varias rutas que se encontraban desprotegidas por parte de las autoridades estadounidenses y para ello le sirvió muchísimo su conocimiento de la geografía de estas costas, que había adquirido en sus años de aprendiz de piloto. Esta concepción del negocio, ingeniada por Lehder, cambió radicalmente sus dimensiones, y quedaron atrás los pequeños bultos, que pasaban de los barcos a las lanchas pequeñas que, con gran riesgo por la lentitud del proceso, llevaban los cargamentos hasta las costas de Estados Unidos. Lehder introdujo la aviación en la última etapa del tramo, de tal manera que los barcos podían traer ya no bultos sino toneladas, que desembarcaban en Cayo Norman, y velozmente eran regadas desde aviones en las playas gringas. Lehder se convirtió entonces, además de un gran magnate por las utilidades de su negocio, en un hombre respetado y admirado por los "capos" guajiros de la marihuana a quienes recibía y atendía como príncipes en la mansión que se construyó en Cayo Norman. De los guajiros a los paisas El negocio de la marimba parecía inmejorable, hasta cuando un capricho de los consumidores norteamericanos, implantó una nueva moda: la cocaína, que era sembrada en las selvas de Bolivia y Perú y, en proporciones aún muy reducidas, procesada por pequeños coqueros de esos dos países y de los Llanos Orientales colombianos. El transporte de unos pocos kilos del alcaloide era manejado por un naciente grupo de delincuentes, que había dejado atrás el atraco, el secuestro y el robo de carros en ciudades como Cali, Medellín y Bogotá, para arriesgarse a burlar las aduanas aeroportuarias norteamericanas, con maletas de doble fondo y zapatos de tacón vacío. Por encima de este naciente grupo, surgieron algunas pocas figuras que comprendieron que traficar con cocaína era, definitivamente, el mejor negocio posible, si se lograba ampliar los canales de envío, hacerlos más seguros y multiplicar las cantidades. Para conocer las mejores rutas, este grupo de élite de paisas y caleños tuvo contacto con Lehder por intermedio de los guajiros, y de inmediato entendió que Cayo Norman era la solución. Se puede decir que fue entonces, no antes, que se creó realmente la mafia colombiana. Se unieron tres o cuatro familias de Cali y Medellín con el hombre que se había inventado las rutas: Carlos Lehder. La ventaja que tenían era que, además del transporte, se las habían ingeniado para adueñarse del mercado en las principales ciudades norteamericanas, y comenzaban a pensar en el procesamiento de la cocaína, de tal manera que se convirtieron en los dueños del negocio desde que compraban barata la hoja de coca, hasta que vendían, muy caro, el polvo a los minoristas norteamericanos. De estos años, surgió la estrecha amistad entre Lehder y las otras cabezas de la mafia. En la paradisíaca isla de Lehder, se daban interminables rumbas y festejos por los "corones". Fue en una de esas fiestas que, según un testigo, después de contar miles de dólares y de anécdotas, Lehder comentó a sus amigos: "Definitivamente, mi Dios sí es muy injusto. Nos dio toda la plata a nosotros". Pero parece que Dios trató de hacer justicia. Fue así como a fines de 1979, la DEA, que ya había detectado la importancia estratégica de Cayo Norman, decidió invadirla y paralizar sus actividades. Este golpe, sin embargo, no le hizo mella al tráfico de coca, que para entonces ya había descubierto centenares de rutas nuevas que no requerían de la escala en Cayo Norman. Sí le hizo mella, en cambio, al propio Lehder, quien huyó a tiempo, pero no pudo volver a pisar su más cara posesión, y sobre todo, no pudo volver a cobrar el peaje correspondiente. La decadencia de Lehder En cierto modo, a Lehder se le había acabado el negocio, lo que explica en parte, que, a diferencia de los otros grandes, se hubiera quedado sin oficio. Se lanzó entonces a montar toda clase de negocios en Armenia, los Llanos y Antioquia. Pero también, se lanzó en una campaña contra el recién firmado Tratado de Extradición entre Colombia y los Estados Unidos. A partir de entonces, Lehder comenzó a gastar mucho más de lo que ganaba, y a pesar de algunos momentos de aparente gloria a la cabeza de su Movimiento Latino Nacional, la verdad es que de ahí en adelante, todo fue decadencia. El haber creído que él y sus compañeros tenían la sartén por el mango, lo llevó a convertirse en desafiante y boquisuelto, hasta que en junio de 1983, concedió una larga entrevista a la cadena radial Caracol, en la que confesó haberse lucrado de la bonanza marimbera y planteó su ideología derechista y anti-imperialista, y todas las locuras que se le vinieron a la cabeza. No en vano, sus amigos de Cali y Medellín comenzaron a referirse a él como "el loquito Carlos", por el que sentían una inmensa gratitud, pero en quien veían a alguien al cual se le podía estar yendo la mano. En esos días, Lehder alternaba sus actividades proselitistas con aficiones de play-boy, saliendo a rumbear con las niñas bien de Armenia, y escandalizando a unos y admirando a otros en esa pequeña ciudad. De sus múltiples romances de antes, en y después de esa época, quedan 2 hijas (una de 14 y otra de 10 años) y un niño llamado Carlos que nació el año pasado. Quienes lo conocieron entonces, recuerdan que le encantaba la CocaCola ("es lo único que me gusta del imperialismo", diría), la música de los Beatles (en especial John Lennon), y la marihuana más que la cocaína, pues consideraba que la primera "es para el pueblo ", y la segunda "para sacarle plata a los ricos". Después de su primera salida en radio, se aficionó a conceder entrevistas a la prensa. En ellas, buscaba siempre aparecer como espectacular, en particular cuando pasó a "la clandestinidad", como él mismo la llamaba, poco antes del asesinato del ministro de Justicia, Rodrigo Lara, y cuando la Corte Suprema ya había aprobado su extradición a Estados Unidos. En unas de esas entrevistas, recibió a un periodista y a un fotógrafo de SEMANA y a un reportero de Todelar. Los tres periodistas fueron llevados por avión desde Villavicencio hasta una pista en el Meta, desde donde recorrieron en jeep 3 horas de trocha hasta la finca "Airapúa", cerca al río Meta, en la frontera con Casanare y Vichada. Los guías le dijeron a los periodistas al llegar a una casa, que ese no era el lugar de residencia de Lehder, y que él llegaría en unos minutos. En efecto, Lehder apareció en una curva del rio que estaba a pocos metros de la casa, manejando una lancha rápida. Pero para los periodistas quedó claro que esto no era más que un engaño y que Lehder sí vivia allí, lo que quedó confirmado luego cuando ingenuamente habló de cuáles eran sus actividades en su tiempo libre, y dijo que veía betamax y leía a Mario Puzo, y tanto el betamax como los libros de Puzo estaban sobre la mesa de la sala. En esas entrevistas, solía hablar de sus fugas espectaculares, y contó tantas distintas, que ya no le alcanzaban para ser verdad. Por momentos, era acelerado al hablar, pero de pronto perdía el hilo y cambiaba el tema, para volver sobre alguna de sus obsesiones. Cuidaba mucho su cuerpo y para ello, bebía poco y no fumaba cigarrillo. Andaba siempre acompañado por un grupo de gruesos y grandes guardaespaldas, quienes sin embargo en los últimos tiempos parecían haber sido reemplazados por muchachos más bien jóvenes y delgados, como los que cayeron con él, el miércoles de la semana pasada. No es difícil imaginar cómo se encuentra Carlos Lehder desde que fue embarcado en un avión de la DEA rumbo a Estados Unidos. Todo indica que ya ha brotado la desesperación, por lo menos en las audiencias preliminares con los jueces. Tampoco es difícil pensar que, de ahora en adelante, el extraditado tendrá una sola obsesión: escaparse. Obsesión ésta que puede adquirir con el tiempo para él, las características de un sueño irrealizable, si se tienen en cuenta las medidas de seguridad que las autoridades norteamericanas han establecido. Pero también es posible que, con el tiempo, este hombre de 37 años, contradictorio como el que más, termine convertido a alguna secta religiosa de esas que pululan en Estados Unidos, leyendole pedazos de la Biblia a sus compañeros de celda. Diario de una vida Octubre 7, 1949: nace en Armenia, Quindío, Carlos Enrique Lehder Rivas, de padre alemán y madre colombiana. 1965: Lehder viaja a Estados Unidos. Junio 25, 1973: detenido en Detroit, Michigan, por haber sido hallados en su poder vehículos robados. Septiembre de 1973: detenido por agentes del FBI, por porte de marihuana. 1975: recupera la libertad, luego de haber estado encarcelado durante dos años en Connecticut. 1975: compra Cayo Norman, en Bahamas, por un millón de dólares. Empieza a utilizarlo como escala para los aviones que llevan coca y marihuana de Colombia a Estados Unidos. 1979: el gobierno de las Bahamas, por presiones de la DEA, confisca Cayo Norman y agentes de la DEA lo invaden. 1980: la DEA asegura que Lehder enviaba una tonelada diaria de droga a los Estados Unidos. 1981: Colombia y Estados Unidos canjean notas diplomáticas para confirmar el Tratado de Extradición. En ese mismo año, Lehder funda el Movimiento Cívico Latino Nacional con el fin de luchar contra ese tratado. Empieza a publicar el semanario "Quindío Libre" y distribuye 50 mil ejemplares. Marzo de 1982: saca un nuevo pasaporte donde confirma su nacionalidad alemana. Su movimiento político participa en las elecciones de ese año y obtiene 13 concejales del Quindío. Septiembre 1°,1983: Estados Unidos solicita la extradición contra Carlos Lehder Rivas. Octubre 4, 1983: Lehder liquida el Movimiento Cívico Latino Nacional. Noviembre 29,1983: la Corte Suprema de Justicia aprueba la extradición de Carlos Lehder Rivas, con ponencia de Alfonso Reyes Echandía. Enero 27,1984: tambalea el gobierno de Bahamas por soborno de Carlos Lehder al primer ministro, Lynden Pindling. Febrero 12, 1984: cierran La Posada Alemana, propiedad de Lehder por incumplimiento en el pago de salarios a los empleados. Abril de 1984: asesinato de Lara Bonilla. Se acusa a Carlos Lehder de la autoría intelectual del crimen. Mayo 7, 1984: es capturada Cecilia Peláez Mejía, amante de Lehder, cuando se trasladaba desde los Llanos para un tratamiento para el paludismo. Mayo 8, 1984: el gobierno colombiano concede la extradición de Carlos Lehder mediante la resolución N° 79. Mayo 9,1984: juicio a Lehder en Medellín por incumplimiento en el pago de impuestos de industria y comercio, por parte de la empresa "Lehder Autos". Mayo 13, 1984: la viceministra de Justicia, Nazly Lozano Eljure, revela que Lehder Rivas logró evadir un cerco militar tendido en los Llanos Orientales. Agosto 15, 1984: cesa todo procedimiento penal contra Lehder por la incapacidad del Estado colombiano para demostrar su culpabilidad. Octubre 28, 1984: Lehder se embarca en un avión Titán, conseguido por Jorge Luis Ochoa, donde iba a transportar 1.500 kilos de cocaina. El avión se estrella antes de despegar. Noviembre 30,1984: Adler Berriman Seal, piloto norteamericano infiltrado, delata a la DEA haber transportado droga de Lehder y de otras fichas del crimen organizado. Dos años más tarde, el piloto es asesinado. Diciembre 13, 1984: Lehder aparece desafiante en México. Febrero 25,1985: Lehder es entrevistado en la televisión francesa, donde hace una apología sobre la droga. Abril 25,1985: Lehder elude un operativo militar en Puerto Gaitán, Meta, cuando unidades del Ejército y la Policía allanan su finca. Mayo 8, 1985: el juez 67 de Instrucción Penal Militar, dicta auto de detención a Lehder. Mayo 9,1985: Operación Punto Verde en la finca Airapúa, Meta, de propiedad de Lehder. Incautan un millón 600 mil dólares que encontraron abandonados después de su fuga. Mayo 29,1985: destrucción de 350 kilos de cocaina, por oficiales de la Policía. Las autoridades acusan y castigan a dichos oficiales por la destrucción de parte de la evidencia encontrada en la finca del Meta. Septiembre 20,1985: Lehder concede un reportaje al diario El Caleño donde comunica su decisión de integrar una columna guerrillera compuesta por el Quintín Lame y un grupo disidente del M-19. Febrero 4,1987: Lehder es capturado en Antioquia y extraditado horas después a los Estados Unidos.