El destino de María Camila Osorio Serrano parece girar como una pelota, como las que conoce desde la cuna. Su abuelo, Roberto Serrano, se dedicó a la más famosa del mundo, como futbolista del Cúcuta y la selección Colombia que disputó el Mundial de 1962 en Chile. Carlos Osorio, su padre, también buscó fortuna con la pelota y la camiseta del Cúcuta, pero nunca trascendió. Y Adriana Serrano, su madre, entregó su vida a la pelota naranja, la de baloncesto, hasta que una lesión de rodilla truncó su carrera en el equipo de Norte de Santander y la selección Colombia.
La menor de este matrimonio unido, más que con argollas, con pelotas, optó por el camino de una más pequeña, la verdecita de tenis, con la que aspira llegar a convertirse en la más grande de las deportistas de la historia de su departamento, del país, y, por qué no, del mundo. En su primera experiencia en el Abierto de Wimbledon, la cucuteña de 19 años avanzó del cuadro clasificatorio hasta la tercera ronda, imponiéndose incluso a la número 36 del ranking global, la rusa Yekaterina Aleksándrova.
El viernes, María Camila perdió con la bielorrusa Aryna Sabalenka, número 4 del mundo. Desde 2015 (con Mariana Duque), ninguna tenista colombiana ganaba un partido en el cuadro principal sobre el césped del mítico estadio londinense, considerado la meca del tenis universal. Su triunfo la catapultó al puesto 94 de la clasificación de la WTA. “En ella se reúnen todas las condiciones. Le dije, como a Fabiola Zuluaga en su época, y sobre todo a su familia: va a vivir de esto, le va a ir muy bien y va a viajar por el mundo”, señaló a SEMANA Édgar Muñoz, el primer entrenador de la deportista.
María Camila tenía 6 años cuando llegó a su escuela de formación deportiva en Cúcuta. Desde el inicio, según el relato de Muñoz, deslumbró por sus “habilidades técnicas”. El ojo clínico del entrenador, que también formó a Fabiola Zuluaga, se percató de que debía dejarla volar. “Lo que se le enseñaba lo agarraba de una. Llegó un momento en que se me estaba saliendo de las manos y empecé a reconocer que debía soltarla. No se puede ser egoísta. Le dije al papá: el carro ya está listo, solo necesita rodar”, recordó emocionado.
Osorio, diamante a punto de pulir, le escribió una carta de agradecimiento en la que le prometió a su descubridor que sería la número uno del mundo, pues la había puesto en el camino hacia ese destino. Fue entonces cuando Ricardo Sánchez, un español que vino a colonizar tierras colombianas en momentos en que el tenis no había conquistado corazones, se la jugó por pulir el diamante. Ya lo había hecho cuando logró llevar al top 50 del ranking mundial a Juan Sebastián Cabal, a Robert Farah, a Santiago Giraldo y a la misma Fabiola Zuluaga. “Estar en Colombia y pulir diamantes es lo más maravilloso que me ha pasado en la vida”, dijo a SEMANA.
El entrenador español, que la prepara desde octubre de 2019, define a María Camila como una “ganadora” a la que “hay que pegarle con un garrote en la cabeza para ganarle”. La capacidad que ve en la tenista ha llevado a Sánchez a compararla con leyendas como Rafael Nadal o Novak Djokovic. “Como ellos, no va con el score, sino que va jugando los puntos. Es un milagro de Dios. Pero aparte del milagro, es el trabajo que lleva en 19 años. Es una jugadora diferente, desde juvenil era muy buena”, dice al verla participar en lo que puede considerarse como la Champions League del tenis. María Camila Osorio es un nombre que para muchos es familiar desde 2018, cuando la cucuteña representó a Colombia en la Fed Cup y alcanzó la posición número 4 en la clasificación junior. Se colgó las preseas de bronce y plata (dobles) en los Juegos Olímpicos de la Juventud de Buenos Aires, Argentina.
Ese mismo año obtuvo los subcampeonatos del W25 Norman (Estados Unidos) de 2018. En 2019 repitió doble título en el W15 de Cancún (México), año en el que compartió con Carlos Salamanca, tenista bogotano de la generación del 97, uno de los primeros sorprendidos con una tenista que definió como “salida del molde”. “Tiene 19 años, pero su cabeza es de una jugadora de 25 años. Su madurez es impresionante. Juega diferente al resto de las mujeres. Se me parece a la polaca Iga Swiatek, que a la misma edad ganó el Roland Garros. Seguirá dando sorpresas. Nos tendremos que acostumbrar a eso y luego nos regalará un título mucho más grande que los conseguidos. Puede hacer cosas más grandes que Cabal, Farah, Falla, Giraldo y los demás. Ilusiona y le da nueva esperanza a las generaciones”, señaló Salamanca en conversación con SEMANA.
Hace dos años, María Camila dijo adiós a la categoría júnior al instalarse en los cuartos de final del torneo de la WTA de Bogotá. Además, siendo entrenada por Alejandro Falla, conquistó el título del W25 de Guayaquil (Ecuador), hasta ese momento su segundo trofeo, después del de la Copa Ciudad de Cúcuta, que levantó en 2018. Pero la tercera de sus conquistas ha sido la más importante de su novel carrera. En septiembre de 2019, superó a la estadounidense Alexandra Yepifanova en la final del Abierto de Estados Unidos (júnior) con parciales de 6-1 y 6-0. “Hicimos juntos el viaje al US Open en Nueva York, torneo que ganó y al que no iba a ir inicialmente por ser el último torneo júnior y dedicarse al profesionalismo. La acompañé a última hora, por conocer la ciudad, estar solos y verla ganar. Fue demasiado especial para los dos”, así recordó a SEMANA Sebastián, hermano mayor de María Camila, la mayor victoria de una tenista colombiana en la historia del deporte del país.
Como a millones de personas en el mundo, 2020, el año de la pandemia, no fue el mejor para María Camila en lo deportivo. En lo personal, dedicó tiempo a su familia, al ukelele y a participar en algunos torneos. En cambio, 2021 llegó con mayor fortuna. Se coronó campeona de la Copa Colsanitas WTA 250 tras derrotar a la eslovena Tamara Zidansek en Bogotá, convirtiéndose en la tercera colombiana en ganar un torneo WTA después de Fabiola Zuluaga y Mariana Duque. María Camila, al ingresar al top 100 tras avanzar hasta semifinales en los torneos de Charleston y Belgrado, se fijó el reto de igualar o superar lo hecho por su máximo referente en Colombia, la también cucuteña Fabiola Zuluaga, quien en 2005 logró alcanzar la casilla 16 del ranking. “Tiene una mentalidad impresionante, más fuerte que la mía. Me manifestó su admiración por mi juego y espero que mejore porque nada mejor que cuando superan al maestro. Le veo futuro para estar de 30 o 40 del mundo”, dijo Fabiola en diálogo con SEMANA.
El pasado 27 de mayo, la carrera de María Camila Osorio subió un nuevo peldaño tras clasificar por primera vez al cuadro principal de un Grand Slam, el Roland Garros. Meta volante que igualó en Wimbledon, el torneo sobre césped más importante del calendario mundial.“Tiene un futuro prometedor. Apenas está dando sus primeros pasos. Me gustó mucho lo que le vi en el Roland Garros. María Camila entra a una cancha a sacar su mejor versión. Tenemos un gran futuro en ella. El otro año estará en los cuadros principales de los grandes abiertos”, dijo Robert Farah, campeón de los abiertos de Wimbledon y Estados Unidos en la categoría dobles, en entrevista con SEMANA desde Londres.
Pero no todo ha sido un camino de rosas. A María Camila la cuestionan por su estatura, pues para muchos sus 1,62 no son favorables para descollar en el deporte blanco. Además, constantes lesiones en la espalda y en la ingle incluso la han tenido al borde de colgar la raqueta. Junto al incondicional apoyo de su familia, también la apoyan con su patrocinio Colsanitas, Comfanorte, el Comité Olímpico y el Ministerio del Deporte. “El sueño de María Camila es ser número uno. Le he dicho que sueñe en grande porque nadie nos impide soñar. En uno o dos años se habrá consolidado y peleará entre las mejores”, confía su hermano Sebastián.
A María Camila Osorio, la hija menor de un matrimonio unido por el deporte, se le abre un futuro redondo. Como la pelota verdecita que escogió para alcanzar los grandes sueños que se gestan en su familia, desde que su abuelo integró la selección Colombia que clasificó por primera vez a un mundial de fútbol.