En menos de siete meses, William Dau Chamat pasó de ser un “loco tirapiedras” que protestaba contra la corrupción, a alcalde electo. Tras un giro electoral inesperado en la capital de Bolívar, derrotó a tres grandes clanes políticos y superó las amenazas de fraude en los escrutinios. Pero ahora se enfrenta al verdadero reto: sacar a la ciudad de la crisis institucional y social en que naufraga. Este abogado, especialista en contratación, llegó a Cartagena el 2 de abril después de vivir 15 años refugiado en Nueva York, donde trabajaba como vicepresidente legal de una entidad financiera. Regresó, según dice, porque no vio a nadie dispuesto a dar la pelea contra los “corruptos de siempre”, los “malandrines”, como insiste en llamar a los dirigentes políticos que han administrado la capital de Bolívar recientemente. Dedicó el primer mes a conocer personalmente a la gente que lo seguía en redes sociales, con quienes organizó un comité. El segundo mes empezó a recolectar las 50.000 firmas que le exigía el Consejo Nacional Electoral, y en tan solo tres meses llegó a 106.000. Así surgió el movimiento Salvemos a Cartagena.

Dau había logrado reconocimiento desde Estados Unidos por su campaña anticorrupción  Let’s Save Cartagena (Salvemos a Cartagena). Pero su activismo empezó en 1996 cuando denunció a un fiscal de la ciudad y acumuló más de 115 procesos legales contra funcionarios públicos. Entabló uno de los más famosos litigios contra el hoy fallecido exalcalde Nicolás Curi por la compra ficticia de una empresa de fibra óptica, lo que terminó con la inhabilidad y muerte política del mandatario. Dau asegura que de esa época le quedan algunos enemigos, como el actual gobernador de Bolívar, Dumek Turbay, la senadora Daira Galvis y Alfonso el ‘Turco’ Hilsaca, cuestionado empresario del departamento, con quien ha estado enfrentado en más de un proceso legal. El alcalde electo no ha empezado a gobernar, pero ya protagonizó sus primeros rifirrafes el miércoles 30 de octubre, 36 horas después de las elecciones. Ese día, sus seguidores y los de William García Tirado, el segundo candidato con más votos, protestaban frente al edificio donde se realizaban los escrutinios locales, en medio de acusaciones mutuas de fraude. García alegaba alteraciones de los formularios E14 que inflarían la votación de Dau. Y Dau, por su parte, acusaba a varios funcionarios de la Registraduría de ‘cuadrar’ con la senadora Daira Galvis para hacerle un “chocorazo” y voltear la elección. La Policía Nacional acudió al lugar de las protestas para evitar choques y la propia vicepresidenta de la República, Marta Lucía Ramírez, le pidió al Consejo Nacional Electoral, a la Procuraduría y a la Registraduría prestar especial atención a los escrutinios. Dau está seguro de que si no hubiera armado “el tierrero” y sus seguidores no hubieran salido a las calles a defender la victoria, le habrían robado las elecciones. Porque según él, sus contendores querían forzar un conteo voto a voto y así tener más posibilidad de hacer el fraude. Al final, siete días después de las votaciones, la ventaja de Dau sobre García se amplió a más de 11.000 votos y la Registraduría lo declaró alcalde electo de Cartagena. Las campañas de limpieza de paredes que financiaba desde Nueva York y las denuncias a través de Facebook, compartidas con sus más de 30.000 seguidores en redes, dieron más frutos de los esperados. El solitario Dau, que habla con una extraña mezcla de acento norteamericano con dichos cartageneros, derrotó con un presupuesto de 120 millones de pesos y 400 jóvenes voluntarios a las maquinarias políticas de los reconocidos dirigentes Vicente Blel, William Montes, Juan García Romero y Javier Cáceres. La ciudadanía reconoció en Dau a un candidato de buenas intenciones con un discurso anticorrupción que caló. Pero él reconoce, sin sonrojarse, que escribió contra reloj –en tres días– su programa de gobierno, de apenas ocho páginas, para cumplir los requisitos de inscripción. Y algunos en las calles –incluso que votaron por él, como el taxista Eliécer Blanco– se preguntan si la honestidad y sinceridad de Dau le alcanzarán para “sacar a la ciudad del atolladero”. Denuncias de fraude electoral en los escrutinios de Cartagena Tiene razón Blanco cuando da a entender que la situación es de cuidado. La historia administrativa reciente de Cartagena es un nudo de procesos legales. La ciudad ha tenido 11 alcaldes en los últimos ocho años. De estos, cuatro fueron elegidos por voto popular y siete encargados por el Gobierno Nacional. El actual alcalde (e), Pedrito Pereira, llegó al cargo en septiembre de 2018 en reemplazo de Yolanda Wong, también nombrada tras la destitución de Antonio Quinto Guerra, ganador de las elecciones atípicas del 6 de mayo de 2018. Completan la lista de enredos Sergio Londoño, encargado en mayo de 2017; Manuel Duque, quien ganó las elecciones de 2015 y se posesionó en enero de 2016; Dionisio Vélez, elegido en votaciones atípicas en 2013; los designados Carlos Otero, Bruce Mac Master, Óscar Brieva y Felipe Merlano. Y, por último, el fallecido Campo Elías Terán Dix, quien obtuvo una votación histórica de más de 106.000 votos en octubre de 2011, pero su paso por la alcaldía fue fugaz debido a problemas de salud y a una suspensión de la Procuraduría. La intermitencia administrativa y la imposibilidad para ejecutar un plan de gobierno serio han llevado a improvisar en la inversión y al estancamiento de la ciudad. Así, el 26 por ciento de los cartageneros (268.000) aún vive en condición de pobreza y el 3 por ciento (35.000 personas) está en la indigencia, según el informe más reciente del programa Cartagena Cómo Vamos. Eso convierte a la capital de Bolívar, junto a Cali, en las capitales con más pobres del país. Los altos índices de inseguridad, los problemas de movilidad y los retos medioambientales preocupan a la ciudadanía. A esto se suma la mala cobertura de saneamiento básico (alrededor de 25.000 personas no tienen acceso a agua potable y 45.000 a alcantarillado). Y en educación el panorama tampoco mejora, ya que solo una institución educativa pública alcanzó el nivel A+, el más alto en las pruebas Saber 11 del año pasado, y el 79 por ciento de los colegios oficiales no superan el nivel C, el segundo más bajo de la escala.

El 26 por ciento de la población de Cartagena vive en condiciones de pobreza y el 3 por ciento está en la indigencia. Algunos hablan de la llegada al equipo del almirante (r) Gabriel Arango Bacci y del excandidato al concejo municipal por el Centro Democrático, Luis Miguel Otoya. Pero aún no hay mucha claridad sobre las personas que integrarán su gabinete. Dau ya anunció que Cynthia Pérez, una de las top fans de su página de Facebook y de las primeras personas que creyó en sus campañas sociales, tendrá funciones de primera dama de la ciudad. Se conocieron virtualmente el año pasado durante la campaña medioambiental con que limpiaron las paredes de Cartagena de publicidad política. Ella, administradora de empresas, tampoco tiene experiencia en el sector público. Sin embargo, en su barrio El Reposo, perteneciente a la Localidad Industrial de la Bahía, la reconocen como una líder comunitaria. Poco más se sabe de los coequiperos que lo ayudarán a administrar los 1,9 billones de pesos del presupuesto que la ciudad tiene proyectado para 2020. Dau aclara que ya trabajan en construir detalladamente un programa de gobierno integral, “pero sobre todo honesto, que se compromete a invertir a cabalidad el 70 por ciento del presupuesto que quedaba en garras de los contratistas y concejales corruptos”, dice. Dará prioridad a la salud, la educación y la oferta laboral para los habitantes de los barrios populares. No obstante, tiene un problema: solo un concejal electo está de su lado. En redes sociales y en las calles de Cartagena ahora llaman a Dau “el tractor”. El apodo hizo carrera durante la campaña, cuando los seguidores compartían imágenes de este tipo de vehículos decorados con la foto del candidato, haciendo alusión a que era el único capaz de arrasar con la corrupción. Un reto muy complejo.