Allison Guerrero es una joven de 21 años. Salió con su novio y algunos amigos a un bar del norte de Bogotá. Esa noche, Allison se convirtió en un ser extraño y violento. Sus amigos aseguraron que, después de unos tragos, la joven los atacó física y verbalmente. No había explicación. Perdió el control y salió a la calle. Desapareció. Al día siguiente, con una foto y un cartel en redes sociales, su familia rogaba por información.
La buscaron en hospitales, Medicina Legal, y la angustia se hizo viral. Javier Guerrero, padre de Allison, denunció que lo llamaron para pedirle un millón de pesos por “devolverle” a su hija. Allison es una de las 823 personas desaparecidas en Colombia, de acuerdo con los informes de Medicina Legal. ¿Qué está pasando en la capital del país con los desaparecidos? ¿Hay un patrón común entre ellos? ¿Cuántos terminan en un desenlace fatal? Estas preguntas siguen sin respuesta.
SEMANA se internó en el drama de cientos de familias para contestar esas dudas. Las autoridades tienen varias hipótesis y aseguran que están comprometidas en cada caso para tranquilizar a los allegados.
Allison afortunadamente apareció con vida, pero otra suerte tuvieron Felipe Mejía y Juan Sebastián Yanquen, dos jóvenes cuya búsqueda se hizo viral en los últimos días. Tanto fue así que llevaron a pensar que se había desatado una ola de desapariciones durante los fines de semana en Bogotá. A los dos los encontraron muertos y se está investigando qué pudo haber ocurrido en cada caso. El cuerpo de Mejía, quien era ingeniero y trabajaba en una reconocida empresa tabacalera, fue hallado convulsionando en una calle en Chapinero.
Hasta ahora, las autoridades creen que murió por cuenta de una intoxicación. Yanquen, según los médicos, habría sufrido un golpe contundente en la cabeza, quedó en estado vegetativo y falleció a los pocos días. En ninguno de los dos casos se sabe si hubo terceros involucrados y qué fue lo que realmente les pasó a estas víctimas. Lo cierto es que no murieron de forma natural, sino de manera violenta.
El comandante de la Policía Metropolitana, general Eliécer Camacho, señaló que, si bien no hay una organización delincuencial detrás de todas las desapariciones, sí hay manos criminales. También dijo que hay algunos casos de personas que durante el fin de semana se ausentan sin informarles a sus familiares y a los pocos días aparecen, y se trata de una falsa alarma.
“Los familiares reportan la desaparición de la persona, pero no informan cuando aparece, y en las redes sociales y en la opinión pública queda la sensación de que hay organizaciones que están atacando a las personas bajo estas circunstancias, cuando no es cierto. Se trata de actividades individuales”, explicó el general Camacho.
Los investigadores establecieron que en algunos casos las víctimas de desaparición terminaron sumergidas en una trampa criminal, que incluye escopolamina en bares, reuniones y hasta en el transporte público.
El alcalde encargado y secretario de Seguridad de Bogotá, Aníbal Fernández de Soto, afirmó: “Son múltiples las causales y cada caso es diferente. Por eso se investiga y se busca resolver de manera inmediata por parte de las autoridades (…) pero no hay un patrón común o que estén relacionadas las desapariciones, son casos individuales”.
Entidades como la Fiscalía y la Policía lanzaron grupos de investigadores dedicados de manera exclusiva a seguir el rastro de estas personas que un día salieron de sus casas y no regresaron. Así, se han reportado casos de víctimas deambulando por las calles, desorientadas, ultrajadas y agredidas físicamente. Algunas terminan en los hospitales, donde se activa un código especial para informarles a sus familiares. Las historias con desaparecidos son un drama para los parientes y el desenlace no siempre es alentador.
En los reportes judiciales están consignados relatos de madres y padres que llevaban semanas en la búsqueda de sus seres queridos, incluso en los peores escenarios, como la morgue de Medicina Legal. El caso de Felipe Mejía tiene ingredientes particulares.
Según los investigadores de la Policía, el día de su desaparición los reportes se hicieron por medio de las redes sociales. Se estableció que tuvo una cita con una persona que conoció en una aplicación. Estuvieron en varios establecimientos públicos y luego nadie supo de su paradero.
Los familiares de Mejía tienen su propia versión. Señalaron que él estuvo con otra persona con la que compartió algunos tragos y no descartan un posible envenenamiento. La investigación la encabeza la Fiscalía.
Cada historia es única. Su investigación y desenlace igual. Para Fernández de Soto, algunas desapariciones son consideradas “momentáneas” y obedecen a hechos particulares, no de un patrón común, son diferentes las causas, cada elemento es distinto y se aborda de forma especial.
Son varias las historias con un final violento. Por ejemplo, los investigadores tratan de establecer qué pasó con Juan Sebastián Yanquen, de 18 años, que tras 25 días de búsqueda fue encontrado en un hospital. El joven desapareció el 19 de marzo en Suba. Sus familiares exigen una respuesta.
Alberto Yanquen, padre de Juan Sebastián, inició una cruzada para encontrar a su hijo. Recuerda que la última conversación la tuvo el mismo día de su desaparición. El tiempo transcurrió y la zozobra se viralizó con la imagen de Sebastián en una página en Facebook para personas desaparecidas. Gracias a esa publicación le informaron a Alberto de un joven con características similares que se encontraba en estado vegetativo en un hospital. Efectivamente, era Juan Sebastián.
SEMANA estableció los detalles de una investigación de la Policía que revela una dinámica criminal que se alimenta de la preocupación de las familias con seres queridos reportados como desaparecidos. Los agentes advierten cómo los extorsionistas están al tanto de las publicaciones que hacen en redes sociales sobre las víctimas de desaparición, llaman a los familiares y les exigen dinero por una supuesta liberación.
Medicina Legal hizo un llamado para que los reportes de desaparecidos se hagan primero ante las autoridades competentes, cuando la familia lo estime conveniente. No es necesario esperar las supuestas 72 horas, después de esto las redes sociales son otra opción. Son muchas las familias que viven este drama, que buscan a sus seres queridos, que no tienen respuesta, pero mantienen viva la esperanza de reencontrarse. El trabajo de los investigadores, de los medios y de las mismas redes sociales resulta vital para extender las fuerzas y la posibilidad de encontrarlos.