Lorica, en las sabanas de Córdoba, legendario puerto sobre el Sinú, recibió buena parte de la inmigración sirio-libanesa a finales del siglo XIX y comienzos del XX. Esa época coincidió con el auge comercial e industrial de la región. También albergó el germen del que luego sería el mayor emporio comercial de la costa, el Grupo Empresarial Olímpica.
Nicolás Char Zaslawy puso el pie en Colombia, a 12.000 kilómetros de su Siria natal, donde tenía lugar la violenta decadencia del Imperio otomano. Luego de entrar por Puerto Colombia en 1924 y probar suerte en Cereté, se estableció en aquella Lorica Saudita —como le llamaron con socarronería sus propios habitantes—.
El pionero montó allí, con relativo éxito, un comercio que le permitió en un par de ocasiones enviar algunas monedas de oro a su familia en Damasco. Su hermano mayor, Ricardo, vio el metal precioso como una oportunidad y llegó al país dos años después con la idea de instalar un taller de joyería.
Ambos conformaron así la sociedad Char Hermanos, con la que se dedicaron a comprar oro quebrado para comercializarlo como anillos, collares y otros accesorios. El emprendimiento no prosperó y Ricardo, de 26 años, se resignó al mismo negocio de sus paisanos, un almacén. Sin embargo, poco después, una escena le cambiaría la vida.
Ocurrió en un hotel de Lorica, donde se cruzó con un comerciante libanés que venía de intentar establecerse sin éxito en Cereté y Cartagena. Ambos tuvieron sintonía e incluso hicieron negocios. Ese día también conoció a la hija de su nuevo socio, Erlinda Abdala, una culta mujer con quien pronto se casaría. Tuvieron siete hijos, en su orden, Fuad, Farid, Jabib, Simón, Ricardo, Miguel y Mary.
Otro éxodo
A la vuelta de los años el almacén no dio para sostener la familia y, tras lo que habría sido una disputa familiar, los Char Abdala dejaron Córdoba en 1952, para iniciar nuevamente sus vidas en Barranquilla. Tras semanas de búsqueda, Ricardo le compró a Rafael Cuello Manjarrez —un exalcalde de San Juan del Cesar— el almacén El Olímpico, en el centro de la ciudad.
Allí comercializaba lo de cualquier cacharrería: hilos, agujas, botones, papeles, lápices, jabones, aceites y uno que otro artículo de botiquín y medicamentos de primera mano. Mientras tanto Erlinda, que siempre procuró su propio ingreso, tenía allí una pequeña venta de flores. El carácter emprendedor de Ricardo contrastaba de alguna forma con su gusto por la lectura y la poesía. Su estrategia comercial era más bien pasiva, aunque el negocio rentaba lo suficiente como para mantener una vida digna.
En 1955 un accidente de tránsito dejó al jefe de la familia con ambas piernas fracturadas, lo que obligó, en medio de las estrecheces económicas, a que los hijos mayores dejaran de estudiar. Un dramático episodio que, sin ellos saberlo, se tornaría luego en una oportunidad.
Con 17 años, Fuad era cadete de la Escuela Naval de Cartagena y lo habían escogido para pasar cuatro años en la base naval de Kings Point (Virginia, Estados Unidos). Quería permanecer allí y también estudiar medicina. Pero ante el accidente de su papá, debió desistir de viajar. Los propósitos de su destino se cumplían inexorablemente.
En las venas
Fuad, en su calidad de primogénito y siguiendo la costumbre semítica, tuvo que ponerse al frente de todo, lo que sigue haciendo hasta el día de hoy. Sin experiencia alguna, él y sus hermanos aplicaron en el almacén dos criterios de avanzada. Uno, que los precios dependen no solo de la competencia, sino también del cliente, de la hora y la cantidad que compre. El otro, que abrir la puerta del negocio no implica que llegarán los clientes: hay que salir a buscarlos.
Querían empezar a mover las existencias para pagar las deudas que apremiaban, así solo tuvieran una ganancia magra. Los buenos resultados no se hicieron esperar. Aún así, una vez regresó su padre al almacén, no estuvo muy de acuerdo con la estrategia.
“Había que vender rápido, y por tanto barato, para pagar las deudas. Allí nació nuestra política de precios. Puse a rotar inventarios. Y cuando al año siguiente regresó mi papá, tuve que dejar el almacén. Nada de lo que había hecho le gustó”, recordó Fuad Char en 1997 en diálogo con la revista Dinero.
Fuad, que ya había identificado el potencial de los productos de farmacia, acababa de descubrir su vena para los negocios y esta vez no iba renunciar. Pidió a su papá en 1956 que lo respaldara para abrir un segundo almacén (más bien droguería) Olímpica n.° 2, “la que más barato vende”.
Cumplieron ese lema a rajatabla con otra estrategia que Fuad puso en marcha, los descuentos por volumen de sus proveedores. Y con ese impulso abrió más farmacias en las que dejó al frente a sus hermanos Farid, Jabib y Simón. A la sexta apertura, el negocio ya tenía otra dimensión y debieron empezar a delegar. Así despegó la Organización Olímpica, la base del poder económico y político familiar.
Prósperos negocios
Para ganar eficiencias acordes con las tendencias del país, Olímpica evolucionó sus formatos hacia el autoservicio en los años setenta. Siguió creciendo por la costa y su política de precios bajos se consolidó en todos los formatos. La casa Char posee una enorme red de unos 350 almacenes en 105 municipios de 21 departamentos, que produjeron ventas de 5,7 billones de pesos a corte de 2017. La empresa aparece como la número 14 en el país por ingresos y la segunda de la región Caribe, después de Reficar.
Una vez consolidó su poder económico, lo complementó con el político: Faud llegó de la mano de José Name a la Gobernación del Atlántico.
A través de la firma Char Hermanos Ltda., la familia maneja una estructura cuya piedra angular es Supertiendas y Droguerías Olímpica S. A., que ha apostado no solamente por su crecimiento orgánico, sino también por comprar cadenas más pequeñas de supermercados. Curiosamente, en Lorica no había almacenes Olímpica ni SAO, pues Fuad alguna vez dijo que no quería quebrar a sus coterráneos. Esa veda se acabó en octubre de 2008.
En un alarde de integración vertical, los Char han rayado en la obsesión por controlar íntegramente los aspectos de su negocio, de su operación y de los costos, una agresiva estrategia que les ha funcionado para expandirse comercial y electoralmente.
De ese modo, han incursionado en campos disímiles como alimentos, empaques, finca raíz, vigilancia, banca, publicidad, medios de comunicación y bolsas de empleo, entre otros. En el abanico aparecen firmas como Acondesa (pollos, huevos, cerdo y su franquicia de restaurantes Piko Riko), Arrocera Olímpica, Granos y Cereales de Colombia, Empaques Transparentes, Videlca (Vigilancia del Caribe), Sonovista Publicidad y el banco Serfinanza (antes una financiera), Laboratorios Best, Promotora Inmobiliaria, Portales Urbanos, Farid Char & Cía. y Simba, entre otros.
Incursionaron en los medios de comunicación en 1968, al comprar la emisora Radio Regalos, en principio como una especie de escape en la que se daban el lujo de programar horas de su música favorita. Pero a la larga sirvió de base de otra de las columnas de su poder, la Organización Radial Olímpica (ORO) con presencia en 17 ciudades capitales con 30 emisoras. Entre ellas están Olímpica Stereo, Radio Tiempo, La Reina, Emisora Atlántico, Mix, La KY y Radio Mil.
Un capítulo aparte llegó con la compra del Junior de Barranquilla, que data de los años setenta y es una de las pasiones de Fuad. Junto con un grupo de empresarios levantó a un equipo ya acostumbrado a la cola del campeonato de fútbol profesional y lo convirtió en otro de sus éxitos cuando dio la vuelta olímpica en 1977. Tanto él como su familia tienen clara la pasión no solo de los barranquilleros, sino de casi toda la región Caribe por el cuadro rojiblanco. Entienden que es crucial, a la víspera de cualquier elección, que el equipo esté en los primeros lugares. Cuando al Junior le va bien, a los Char también.
El ‘bichito’
Una vez consolidaron ese poder económico, lo complementaron con el político. Fuad llegó de la mano del cacique liberal José Name a la gobernación del Atlántico en 1984, nombrado por el presidente Belisario Betancur (de la mano de Arturo Sarabia). Y de ahí pasó al ministerio de Desarrollo, en la era Barco. Justo para esa época, ya los cuatro hermanos Char planeaban dejar de estar al frente de la compañía y pasar la antorcha a la siguiente generación.
Fuad estaba casado desde 1963 con Adela Chaljub, hija de inmigrantes libaneses, joyeros para más señas, a quien conoció en Lorica muy joven. Tuvieron tres hijos, Antonio, quien preside el Grupo Olímpica; Arturo, heredero de la curul de su padre en el Senado, y Álex, alcalde de Barranquilla en dos ocasiones.
En el marco del Partido Liberal, Char constituyó en 1990 el movimiento Voluntad Popular con el que resultó elegido senador, tras derrotar a las tradicionales casas Name y Gerlein. En esa ocasión hizo moñona, pues también eligió en la Alcaldía de Barranquilla al cura Bernardo Hoyos, y en la Gobernación del Atlántico a Gustavo Bell. Fuad repitió curul de senador en 1994, 1998 y 2002.
Luego de entrar a Cambio Radical en 2005, se convirtió en uno de sus mayores electores con Germán Vargas Lleras. En 2006 cedió su curul a su hijo Arturo y se fue en 2007 —nombrado por Álvaro Uribe— de embajador a Portugal.
David Char Navas, sobrino de Fuad, se saltó el patriarcado y terminó en 2002 como representante a la Cámara por el Partido Liberal. Ya para 2005, cambió de partido e ingresó a Cambio Radical. Desde ahí introdujo a ese partido en el Atlántico con el ánimo de dirigirlo, pero su hábil tío se impuso y obtuvo el predominio en el partido. Aún así, David logró el aval para el Senado en las legislativas de 2006 con un escaño al que luego renunciaría en medio de líos judiciales.
Álex, por su parte, es todo un fenómeno político, campeón de las encuestas de popularidad. Tras dos periodos en la Alcaldía espera dejar el gran legado de haber transformado a Barranquilla. Gracias a su sintonía popular, a su capacidad de gestión y a alianzas público privadas canalizó los arroyos, construyó el Malecón del Río, una enorme obra con la que la Arenosa dejará de estar de espaldas al Magdalena, y realizó varias obras para recuperar el espacio público. Sin embargo, funcionarios de su administración han sido salpicados por escándalos como el de la trama de corrupción de Triple A o proyectos como el Megatanque de Suroccidente.
Hoy los Char son uno de los grandes grupos económicos y políticos, no solo de la región Caribe sino del país. Es difícil que un costeño —e incluso un colombiano— no se haya cruzado con alguna de las empresas de los Char en su diario vivir. Siguen teniendo un poder creciente, en el que pensar en la Presidencia de la República no resulta nada descabellado.
*Artículo publicado por SEMANA originalmente en el año 2019.